OPINIÓN

Todo y nada

por Salvatore Giardullo Russo Salvatore Giardullo Russo

Entender la realidad que nos rodea es difícil y a veces confusa, debido a que la verdad no es clara y menos de aquellos que deben propagarla, porque están obligados a esconderla en las tinieblas de la ignorancia, arrastrando consigo a toda una nación para que comulgue con ideales del pasado y así, obligar a la sociedad vivir en un presente incierto, para construir un futuro desconocido.

La sociedad venezolana, desde finales del siglo XX, pedía a gritos un cambio, debido al desgaste que sufrieron los partidos tradicionales, sumado a que la institucionalidad del Estado estaba en constante discusión, ya que no se respetaban los derechos fundamentales de la mayoría, porque su función era favorecer esa minoría parasitaria del gobierno de turno, engendrada y parida en el Pacto de Punto Fijo.

Además, en los años noventa, estábamos sumidos en problemas económicos, con un barril de petróleo que no llegaba a 10 dólares; inseguridad, corrupción y pobreza. Estos y otros factores, tenían como una única válvula de escape, las elecciones que se celebrarían en diciembre de 1998, porque era necesario darle un giro de 180 grados a una situación que tenía asfixiado a todo un país.

¿Cuál fue el error? Muchos y ninguno. Solo se optó por seguir a un golpista carismático, con poder de convencimiento, que vendió mentiras como verdades, pero con la opción cierta de romper con la hegemonía del bipartidismo que existía, para producir ese cambio tan deseado por los venezolanos y tan necesario para la patria.

La transformación que se anhelaba era el fortalecimiento de las instituciones, separación y autonomía de los poderes, libertad informativa, económica y política, combatir la inseguridad y la corrupción, luchar contra la miseria, en fin, elementos que hicieron un gran peso en el momento de escoger al hombre que diera el golpe de timón al estamento político de la cuarta república, surgiendo así, lamentablemente, una sopa ideológica, con visos autoritarios, que se auto proclaman bolivarianos y que lideraban una seudo revolución.

¿Qué ha cambiado? Todo y nada. Estos últimos 24 años, Venezuela ha representado lo peor de lo que se criticó del puntofijismo, ahora repotenciado y con un añadido, con una alta dosificación de incapacidad e improvisación. Lo que importa hoy es mantener la indigencia, para generar esa dependencia necesaria del pueblo, para convertirlos en clientes políticos. Ya no se piensa, no hay libre albedrío, lo que importa es la adoración al jefe supremo, usar una franela roja y convertir las consignas en dogmas, acompañadas con canciones de Alí Primera.

¿Y los cambios? Se alteró todo, para empeorarlo. En este momento lo que importa es el control, desde el aparato productivo, hasta el pensamiento, porque ya no somos ciudadanos, sino moradores de una gran extensión de tierra.

¿Hacia dónde vamos? A ninguna parte y a todos lados. Nuestro porvenir dependerá de un pajarito que habla, de rezar un Chávez nuestro y la claridad de interpretación de un grupo de sesudos comunistas, sobrevivientes de la Guerra Fría.

Pero Venezuela sigue enferma, sus síntomas son la recesión, la inflación, la escasez y la tensión social. Cuatro elementos que tienen al país afectado, donde han provocado que la esperanza muera, arrastrando con ello, los últimos vestigios de paz y tranquilidad.

Ahora nuestros gobernantes no saben qué hacer. Voltear hacia la derecha y aplicar un plan de ajustes o, girar hacia la izquierda y terminar imponiendo racionamiento y una verdadera dictadura.

Hoy en día, para poder justificar los desvaríos ideológicos, han practicado la política de la mentira y el engaño, eso sí, no han parado en dilapidar el dinero del Estado para realizar su campaña admirable y ampliar así, su cartera de clientes políticos.

No han sabido superar las cuatro plagas de la democracia de la cuarta república, más bien las han mejorado, como el rentismo petrolero, el estatismo, el populismo y el presidencialismo, pero desde 1998 le han añadido otros elementos, como el autoritarismo militar y el regreso al pasado, con la puesta en práctica de doctrinas caducas que fallecieron con la caída del muro de Berlín.

¿Qué se puede concluir de esto?, simplemente que el gobierno no quiere resolver los problemas, solo le interesa acumular poder. Porque el socialismo nos roba la existencia, vendiendo una realidad plagada de patrañas y a la vez, distorsionando la verdad.

El desastre no ha sido suficiente para provocar los cambios necesarios. Se esmeran en ocultar la historia, porque se niegan a analizar el fracaso del marxismo. Se preocupan en instaurar comunas, como nuevo credo del cooperativismo, que no es otra cosa que un instrumento de adoctrinamiento de la sociedad. Este es un nuevo salto crucial hacia el abismo.

En lo que han sido exitosos es en discriminar, perseguir y acosar a todo lo que significa superación, calidad, competitividad, gerencia y calificación. Han usado el poder del Estado para construir falsedades, distribuir odio entre los venezolanos con una supuesta lucha entre ricos y pobres, con dosis de atropellos al derecho a la libertad, la propiedad, la justicia, la vida y al libre pensamiento y expresión.

Las 24 horas del día se rinde culto a una deidad que vive y vencerá, que la lucha sigue para doblegar a aquellos que osen cuestionar los designios de la revolución. Estafan al pueblo ofreciéndoles cuotas de poder, para luego dominarlos a través de la humillación del hambre, obligándolos a realizar colas infinitas por una bolsa de comida.

Han disminuido los puestos de trabajo, la inflación se come nuestros ingresos, no hay inversión sino cementerios de empresas abandonadas, no hay tolerancia hacia aquel que piensa diferente, hay carencias de medicinas y alimentos, en fin, no entiendo cómo puede haber personas que se sienten íntegras humillando a sus compatriotas, claro, estimulando la subordinación y la ignorancia por sobre la capacidad y el conocimiento, para alentar la ineptocracia y la chorocracia. Venezuela la han convertido en la tierra del no hay, en la nación del no se puede.

Todo lo anterior tiene su origen en 1998, desde la instauración de la revolución bolivariana, que en todo momento tenía como fin, borrar el concepto de libertad. Nos aferramos a un golpista, que hizo de la mentira su texto bíblico, se esmeró en dividir a los venezolanos, nos engañó diciendo que nos emanciparía de un supuesto yugo imperialista, pero nos aplastó bajo la égida de una cúpula de oportunistas, aprovechadores y corruptos.

Se dedicaron a finales del siglo pasado, a pregonar a diestra y siniestra que ahora Venezuela era una nación libre, pero, ¿de quienes nos liberaron? Esa charlatanería de la dominación gringa, es pura paja, para mantener cohesionado a sus adeptos, que sueñan con la reunificación de la Unión Soviética y que se vuelvan a levantar muros para separar oriente de occidente.

Pero, por lo visto, 24 años no han sido suficientes para destruir los cimientos de un país, porque cada día encuentran nuevas formas para hacer daño a la patria. Porque desde hace unos años para la fecha, su proyecto político se ha centrado en ir cerrando todos los accesos de autonomía, el venezolano de hoy no tiene derechos, sólo obligaciones, en pro de avalar un sistema que día a día nos aísla más de la realidad mundial.

No podemos disponer de nuestro dinero porque la hiperinflación ha mermado nuestro poder adquisitivo. No tenemos acceso a los alimentos que queremos, porque el gobierno con sus controles ha provocado la más grande escasez en la historia republicana y las colas en los comercios no son para desestabilizar, es desesperación, pero han sido exitosos en racionar mejor la miseria.

No poseemos la libertad para desplazarnos por donde queramos y cuando queramos, tenemos horas determinadas y lugares específicos para movernos, a pesar de que planes de seguridad van y vienen, la inseguridad nos obliga a mantenernos encarcelados en nuestras casas, por miedo a ser robados o en el peor de los casos, asesinados.

No podemos acceder a un buen sistema de salud, porque los hospitales carecen de insumos, con graves problemas en su infraestructura, además, la falta de personal, ya que nuestros médicos han optado en huir de esta realidad.

Nuestros niños y jóvenes no tienen acceso a un sistema educativo de calidad. La falta de profesores y el atraso curricular, ha provocado una gran deserción y los que se gradúan, son analfabetas funcionales.

No podemos protestar lo que nos parece que está mal, porque somos perseguidos, arrestados y encarcelados, para ser acusados de instigadores, incitar al odio, inducir a la rebelión o cualquier idiotez inventada para controlar a través del miedo a la sociedad.

Todos son obstáculos, que merman nuestro derecho de hacer, actuar y pensar como queramos, apegados a la ley, sin violencia, no a caprichos politiqueros, de adoración de muertos y de dominio a través del terror. La libertad ahora es una quimera.