OPINIÓN

Todo es según

por Danilo Arbilla Danilo Arbilla

Qué relajo el que se ha armado en nuestra región, desde México hasta la Antártida, más los tweets de Trump.

América Latina se desborda. No hay acuerdo de si es por el imperialismo y la oligarquía reaccionaria y servil o por el Foro de Sao Paulo (el Plan Cóndor de las izquierdas). Y se ha llegado a decir que atrás del Foro está Nicolás Maduro, pero eso ha sido descartado. Para manejarlo se necesita dinero y seso y, como es sabido, en Venezuela no hay dinero ni para financiar el papel higiénico y los sesos de Maduro no dan mucho jugo.

Argentinos y uruguayos se preparan para votar este domingo 27: bailan el proceso electoral con distinto ritmo: de tango lento y parsimonioso los uruguayos y de milonga de rompe y raja sus vecinos. Se verá qué pasa después, con los resultados.

En Bolivia, donde votaron el pasado domingo 20 se armó un relajo, efectivamente. No gustó la forma en que Evo Morales contó los votos. Cuando faltaba escrutar menos de un quinto y era ineludible el balotaje entre Morales y Mesa, hubo un “apagón” al decir de las redes, se suspendió el conteo y cuando volvió la luz Evo había ganado en primera vuelta con los votos justitos. Nadie se lo creyó.

Chile es un fuego y en Ecuador se conservan rescoldos.

Lo que ya no provoca a enviados especiales es lo de Venezuela o Nicaragua. Ahí la cosa está tranquila; suman los muertos, crece el número de presos políticos, la gente se va, huyen de sus patrias y los militares (que en estos caso son buenos) reprimen y apuntalan a los grupos de choque fascistas  que trabajan a destajo y “a piacere”. De libertad de prensa ni hablar: Ortega y Maduro no lo permiten, sin necesidad de incendiar diarios o golpear y escrachar a periodistas. Y si es necesario, se hace.

¿Cómo explicar todo esto? Uno podría escabullirse por el lado de la poesía y aferrarse a Ramón de Campoamor en aquello de “que nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”.  O recurrir a José “Pepe” Mujica, el tupamaro ex presidente uruguayo y su célebre frase “así como te digo una cosa, te digo la otra”, elevada a la categoría de axioma filosófico. Lo de célebre y la categorización va por cuenta de los de afuera, porque los uruguayos siguen sufriendo las consecuencias de los desastres, de todo tipo y calibre, cometidos durante el gobierno del Pepe.

La cuestión es que tanto uno como el otro –el poeta y el “filósofo”– rumbean bien.

Por ejemplo, en Brasil se incita a los indígenas amazónicos para que defiendan sus costumbres ancestrales. En Ecuador los indígenas, menos ancestrales aparentemente, se soliviantan por el aumento del precio de los combustibles.

En Bolivia, a las protestas por las “rarezas” en el escrutinio se las califica de intento de golpe de Estado. Igual de lo que se dice en Nicaragua y Venezuela. Esto es: golpes de Estado y complots de la ultraderecha y Estados Unidos. Parece que la OEA va a recontar los votos, si la dejan, pero lo que es un hecho es que Evo, al que le están reprohibidas las reelecciones, hace lo que quiere con la Constitución con arreglo a los Supremos Tribunales al servicio.

En Chile la protesta es por un aumento del precio del boleto del metro de 4 centavos de dólar. Fue el detonante, pero el problema real es la inequidad social. Que la hay. Para la gente del izquierdista y gobernante Frente Amplio uruguayo, defensor a ultranza del régimen de Maduro, y de Ortega y Evo, el problema en Chile es consecuencia de la aplicación del “modelo” (neoliberal, como está sobreentendido). La alternativa debe ser el socialismo del siglo XXI de Chávez.

En Chile el ingreso per cápita es de 20.000 dólares y el salario mínimo o piso de la gran mayoría de la población está entre 750 dólares y algo más. En Venezuela el salario mínimo va de 7 a 14 dólares –según donde se cambien los bolívares– y a lo sumo da para comprar tres kilos y medio de carne. Otro dato de Venezuela: la inflación, que los exagerados e imperialistas del FMI pronosticaron que sería de 1.000.000%, solo llega este año a 200.000%.

Como se ve: unos dicen una cosa y lo ven de una manera y otros dicen otra y lo ven distinto.

Lo del poeta y el “filósofo” encaja perfectamente.