OPINIÓN

Todo depende del color del cristal con que se mire

por Armando Martini Pietri Armando Martini Pietri

Sabia y profunda reflexión que se debe al escritor y pensador español Ramón de Campoamor y Campoosorio (1817-1901). La cuarteta completa dice: “En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”.

Para el régimen usurpador hay dos asambleas, ambas son expectativas, no realidades. La formada a los trancazos, fraudulenta y con argucia malsana, haciendo creer que la oposición se canibaliza entre sí, dando la sensación de que el castrismo es una especie de purgante necesario pero aliviador de la indigestión. La otra, con inspiración y directriz cubana, montada como estruendosa amenaza con pretexto pacificador de modificar la Constitución, que ha terminado moviendo el hocico que ni huele ni roe, meneando la cola de vez en cuando y, como aquel cuento infantil de la Cucarachita Martínez y el Ratón Pérez, que de tanto pendejear por un mediecito se cayó en la olla y se ahogó, o como el que después de mucho rugir y zarandear fue parido por una montaña de mucha altura y poca consistencia.

Si en cambio se observa con el cristal de la otra oposición, la que trata de saltar por encima de las puyudas y peligrosas barandas del Palacio Legislativo montando un espectáculo seductor y atractivo, encontrará una Asamblea a la cual un montón de gobiernos democráticos y ciudadanos libres apoyan calificándola de legítima, pero sin espacio físico real para sesionar, que en vez de conquistar y mantener lo que le corresponde, se aprovecha agradecida pero risible y espantadiza de la casualidad de una celebración, para impartir la enseñanza de la evasión; mejor lo hacemos mañana que tener un enfrentamiento hoy.

O se puede echar un vistazo a través del cristal opaco de los micropartidos y candidatos olvidados en sus viejas derrotas, que aseguran ser opositores, pero andan de brazo con el régimen, justificando lo que el castro-madurismo inventa, hace y ordena; sueñan con regresar algún día a sentarse en ese hemiciclo en el cual en tiempos pasados ya difuminados estuvieron alardeando para nada.

Están también los cristales de los ciudadanos comunes y corrientes, de salario mínimo que nada o muy poco puede comprar, hijos y hermanos del hambre, que se mueren por inseguridad o porque se enferman y no hay manera de curarlos, los que se aguantan fallas y riesgos de un Metro que dejó de ser revolucionariamente la solución que por unos años fue; quienes se apretujan en camionetas por puesto y camiones para trasladarse de un lado a otro, los que han olvidado los sabores de carnes y pescados, los de cristales manchados, resquebrajados, que apenas permiten mirar escenarios imprecisos, borrosos, sin claridad.

Hay otro cristal, que no permite ver ni sentir al sol que ilumina cielos y da calor, solo se puede atisbar a través suyo los llamados “soles del Perú” para saber qué es lo que tienen que hacer cada día y noche, excepto los que deciden ya es suficiente, solicitan retiro para irse lo más lejos posible de este mercadillo de cristales rotos, y si desestiman el pedimento de baja se van igual.

Muchos cristales diferentes para tratar de mirar una Asamblea Nacional no solo legítima sino creíble, veraz, confiable, que pueda ser llamada con propiedad y orgullo Poder Legislativo. Porque en estos tiempos ni legisla ni elimina malas leyes, sólo habla y de vez en cuando corre.

Venezuela en pleno proceso revolucionario de diluirse no tiene dinero ciudadano suficiente, ni alimentos, ni medicinas, ni posibilidades, pero le sobran asambleas nacionales y políticos que todo lo prometen y nada cumplen. Un régimen que vive en un mundo asentado en fusiles, balas, armaduras, represión feroz y delirios que se diluyen en el viento por ser lo que son, fantasías sin música ni color.

¿Qué más podemos esperar? Podríamos echar adelante, claro, en el tiempo que nos deje la búsqueda de ver cómo carajo sobrevivimos otro día. O sentarnos a esperar que alguien nos arregle el problema, porque también los aplastados tenemos derecho de soñar lejanías y luces al final de un túnel a cuya oscuridad interminable ya parecemos acostumbrados.

Nunca se sabe, en una de esas aparece algún alguien.

@ArmandoMartini