OPINIÓN

Toccata y fuga en el régimen

por Jorge Ramos Guerra Jorge Ramos Guerra

 

Guaidó Estados Unidos

Foto: EFE/EPA/CRISTOBAL HERRERA-ULASHKEVICH

No pensó el compositor Johann Sebastian Bach que su famosa pieza Toccata y fuga es una especie de himno del régimen militarista de Venezuela, con las comprensibles fugas de sus opositores y brincadores de talanqueras, que no llaneras.

Precisemos, en torno a las definiciones musical y militarmente. Toccata, del francés tocar, tocare, es musicalmente dar a un teclado, piano u órgano buscando rápidos y libres sonidos. Militarmente sería llamar a formación al grito de “Patria, socialismo o muerte”, y, venezolanamente es jurungar una vaina, bien sea Pdvsa o Monómeros.

La fuga sería el escape, entretejer, es decir, trabajar, mezclar hilos en un tejido, que en la política venezolana lo más normal es fugarse a tiempo. Pues bien, toccata y fuga han estado a la orden del día en estos tiempos del régimen –no los podemos dejar por fuera– en cuanto al apoyo de opositores.

En esas maromas hay tres tipos de toccata y fuga, como la brincadera de talanquera de la que fueron expertos los magistrados Eladio Aponte, Velásquez Alvaray y la fiscal Luisa Ortega. De fuga han sido  de película la de Carlos Ortega en la mismísima prisión militar de Ramo Verde, Antonio Ledezma y Leopoldo López. Y la más triste, sin pena y sin gloria, la de Juan Guaidó, solo que esta es para el régimen y sus socios opositores quitarse una “piedra en el zapato”. Juan Guaidó estorbaba y el show bogotano le brindó la oportunidad de incorporarse a la lista de insepultos. Ojalá que aproveche de estudiar, está joven para servirle al país en otras circunstancias, por lo que no haremos leña del árbol caído. Cobardes quienes se prestaron para tan abrupta salida.

Otra tipología de toccata y fuga podría ser la de los prófugos. Al respecto se ha dicho que  la fuga se convierte en derecho cuando se juzga a un procesado, sin las debidas garantías del universal “debido proceso” que es válido con beneficio de solidaridad; mas no para los “brincatalanquera”;  tampoco a prófugos como Rafael Ramírez; o, el inefable Isaías Rodríguez que no debe dormir sin sus flores, precisamente de Bach.

Ahora, le correspondió el turno a Juan Guaidó, el defenestrado presidente interino, ¡por porfiado, por porfiado! Advertido, pero no escuchó. Denunció a los diputados CLAP y después se les entregó a sus jefes, engavetado el informe que él mismo solicitara para luego repartir millones de dólares a los llamados “Héroes de la patria”, es decir, los becarios del «G4», y cuando quiso rectificar, lo desbancaron.

Juan Guaidó es el típico ejemplo de la improvisación de una generación que no se preparó para gobernar, sino para hacer negocios, que no es el caso de él, muchos más le llevan una morena en sus exilios dorados y no es necesario nombrarlos, sino tenerlos en cuenta. Discurso fue el gran ausente en Guaidó, del que también carecen sus defenestradores. Aquel “cese de usurpación, gobierno de transición y elecciones libres” fue una propuesta hueca para un pueblo que quiere soluciones con el poder de convencimiento ciudadano. A pesar de ello, lo hizo mejor que muchos alacranes, especie que se ha venido multiplicando de todos lados y que ahora tiemblan, con la purga que por ahora va contra los suyos, pero irán por los que se desvíen del compromiso de ir a las elecciones con una variedad de candidatos, salvo prueba en contrario.

Juan Guaidó es otro de los ajusticiados por el régimen y por sus propios compañeros en este abril que concluyó, dejando una conseja de Antonio Félix Castro y Calderín, un político del siglo XIX que solía decir no «apearse  del dulce mamón presupustivero» en Memorias de un vividor de Francisco Tosta García, recomendando poner el “pescuezo al remojo y cantar el gorigori”. A buen entendedor…

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