Tras el vivir y el soñar, está lo que más importa: despertar.
Antonio Machado
Ahora, hoy por hoy, cuando vamos como trashumantes en el desierto, más solos que la una y más tristes que un reloj sin cuerda, vale recordar y seguir teniendo presentes algunas cuantas cosas veredes. Es decir, las cosas que hay que ver.
John Dewey, educador y estudioso de la pedagogía, dejó escrito: Las metas e ideales que nos mueven se generan a partir de la imaginación. Pero no están hechos de sustancias imaginarias. Se forman con la dura sustancia del mundo de la experiencia física y social.
Las vivencias que vamos teniendo, que después relatamos y analizamos permanentemente, que compartimos desde el teatro y los otros medios, desde la música y la radio, desde las artes y la poesía, han estado signadas por la imaginación, por visiones compartidas de futuro, por sueños propios y también de otros, por ensoñaciones que convertimos en propósitos y que vamos concretando día a día, noche a noche, días y noches en el ámbito individual, así como en el entorno social.
Si soñar no cuesta nada, pues, ¡hay que hacerlo! Y luego, ser fieles a esos sueños, leales, eso sí. Lo que supone un acto de amor y valentía ¡y varios y muchos pasos de pasión y coraje! Es decir, toca invertir en ellos para multiplicar los activos creadores que poseemos como personas y como grupo humano, como sociedad civil y mayoritaria.
Es interesante apreciar con el tiempo cómo incentivan los cambios perceptibles, notorios ¡como los que estamos viviendo hoy día, por ejemplo! Cambios cargados de cosa extraña… ¡Tan extraño como no podernos abrazar, tan extraño como salir sin saber que podremos contagiarnos y enfermarnos! ¡Tan extraño como ver a niños manejando bicicleta con tapabocas o sin ellos! ¡Tan extraño como salir sin saber que volveremos! ¡Tan extraño como que esos traidores sigan aquí!…
«Solo lo difícil es estimulante», dijo alguna vez el poeta José Lezama Lima… Y en el juego de lo posible podemos hacer más visibles los asuntos propios que no nos permiten crecer ni individualmente, ni mucho menos colectivamente y cómo podemos adoptar, acercarnos, apropiarnos, empoderarnos de otras pautas más alentadoras, definitivamente, más esperanzadoras.
Y en el pequeño espacio donde vivimos y coexistimos, en el tránsito entre lo que en el pasado fue provechoso y el por-venir, entre lo que resultó positivo antes y lo que podría ser un futuro distinto, en la traslación hacia tiempos mejores, en el aquí y ahora, ponderar a la cultura de la ocupación junto a la cultura de la entretención y movernos entonces, a nuestro modo y manera, de la cultura del desorden a la cultura de la organización; de la cultura del consumo a la cultura de la creación; de la cultura del descuido a la cultura de la atención; de la cultura de lo superfluo, a los métodos de la apnea; de la cultura de lo urgente, rápido y asistencialista, a la cultura del reposo, la contemplación y las esencias; de la cultura de la espera a la cultura del actuar, de la participación; de la cultura del desprecio a la cultura del cuidado, de la concordia, del amor; de la cultura del miedo a la cultura del atrevimiento; de la cultura de la improvisación a la cultura de la artesanía; de la cultura depredadora a la cultura de la preservación; de la cultura machista a la cultura de la equidad, de la complementariedad y el mutualismo; de la cultura de la imposición a la cultura de la democracia; de la cultura de la transmisión a la cultura de la comunicación; de la cultura de la soledad, a la cultura de la solidaridad; de la cultura del maltrato a la cultura del servicio; de la cultura de la desventura y el mentir a la cultura de la sabrosura del conocimiento y el vivir. Y es que, como decía Don Miguel de Unamuno: el progreso consiste en el cambio. ¡Toca cambiar como personas y como grupos humanos, como civiles -mayoría que somos- para saber aprovechar hasta los vientos desfavorables!
Como canta aquel coro salsoso e inolvidable: Cambia el paso, que se te rompe el vestido.
Noticias Relacionadas
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional