Sin pena ni gloria: así puede calificarse el resultado del magno encuentro de los dos titanes planetarios –Xi y Biden– en San Francisco la semana pasada. Ambos emergieron de su bien organizado encuentro cumbre con acuerdos de poco calado, pero eso sí, borraron momentáneamente la especulación sobre desentendimientos mayores.

Joe Biden, en una situación política comprometida, no pudo adelantar una propuesta atractiva para ser tratada y acordada con su contraparte china. Con un apoyo exiguo de su propio partido, no era este el momento para intentar atornillar grandes protagonismos.

Xi Jinping, por su lado, tampoco traía cartas ganadoras bajo la manga. La economía del Imperio del Centro presenta gruesos agujeros y su debilidad está creando tensiones sociales que Xi debe buscar manejar de manera diestra. El escenario de su acción es más el interior de su país que la arena internacional donde debe revertir la tendencia a la contracción de la inversión extranjera que en el tercer trimestre de 2023 fue negativa: -11,8 millardos de dólares.

Así que los dos tuvieron que irse por lo bajo evitando temas álgidos o comprometedores como la disputa comercial y económica a escala planetaria, el estatus de Taiwán, el acercamiento chino con Rusia, la guerra en Tierra Santa, lo nuclear o los derechos humanos. La agenda se centró en otros tópicos medulares que distan, sin embargo, de ser anodinos o banales: Fentanilo y cooperación antinarcóticos; la coordinación entre las fuerzas militares de las dos potencias, y los riesgos y desafíos de la inteligencia artificial.

No hubo declaración conjunta final pero si se enfatizó la prioridad de parte de Estados Unidos reducir el flujo de químicos desde China que son utilizados para la producción de fentanilo, droga que cobra la vida de 200 estadounidenses cada día, que es la principal causa de decesos entre 18 a 49 años y que está siendo considerada como una pandemia.

El acercamiento en todos los terrenos y particularmente la colaboración en el campo de lo militar se había detenido desde la visita de Pelosi a Taiwán y se consiguió, en esta ocasión, ponerle punto final a la distancia. Habrá en adelante proyectos de coordinación de la política de defensa y acuerdos para consulta marítima. Este es un logro modesto pero constructivo.

Otro gran paso positivo el encuentro tiene que ver con la creación de un grupo de expertos bilateral para examinar conjuntamente los riesgos y amenazas planteadas por la inteligencia artificial .Este ha sido un tema de gran preocupación en Estados Unidos donde en los estratos militares ha estado creciendo la convicción de que el país está apenas a 10 años de perder su superioridad tecnológica gracias al avance chino en esta materia.

Modestia fue el tono del encuentro en el que no hubo ganadores y perdedores. Ese es el mensaje que han dejado los dos lideres planetarios aunque el mundo está consciente de no encontrarse al abrigo de una crisis inesperada. No existe tal cosa como como una guerra fría aunque la prensa de los cuatro puntos cardinales se empeñe en destacarlo. En lugar de sentirse o de proclamarse vencedores separadamente los dos lideres dedicaron su tiempo a buscar fórmulas de entendimiento, alejar el fantasma de la inestabilidad y maquillar las debilidades que cada uno enfrenta.


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