Nicolás Maduro es el tirano más infame de la historia republicana. Un tirano miedoso, sin escrúpulos, que ayer mandó a sus esbirros a capturar por la fuerza a María Corina Machado, la líder política de los venezolanos. Una mujer de un coraje indómito, que actúa a cara descubierta, que se ha convertido en la peor pesadilla de un régimen desbocado, bribón, que suplantó la política por el poder del dinero que escamoteó a todos los venezolanos: del botín que para ellos es Venezuela, fuente de lucro personal y grupal de esta mafia criminal que ha destruido a la nación.
Nicolás Maduro cometió el peor acto de un gobierno impresentable. Acusado de crímenes de lesa humanidad, responsable absoluto de acabar con el país, que cometió un fraude electoral gigantesco y esperpéntico que lo desnudó ante el mundo como un régimen que había perdido la razón. Ahora está desquiciado por completo, y en su desesperación arremete a lo bestia contra María Corina Machado, cuyas armas son su palabra, su nervio y un compromiso indoblegable con el pueblo de Venezuela.
Si aún le quedara algo de razón, si Dios lo iluminara en su momento más oscuro, tras la liberación ayer mismo de María Corina Machado, debería suspender de manera irrevocable su pretendida toma de posesión, porque es indigno de ocupar la primera magistratura de la nación, que perdió por abrumadora votación el 28 de julio. Además de un acto simulado y fraudulento, sería una cachetada atroz a la decencia, a la democracia, a la Constitución y a todos los venezolanos.
Los venezolanos que salieron a la calle ayer en todo el país, los que se quedaron en sus casas atentos a lo que ocurría, los que incluso simpatizaron en algún momento con la causa chavista, todos sujetos a la vigencia de la letra de la carta magna, están obligados a desobedecer de inmediato a un mandatario y su desalmada camarilla que atenta contra la seguridad y la tranquilidad de todos los ciudadanos.
El mundo democrático debe abstenerse de cualquier presencia, por muy diplomática que sea, que convalide al régimen acabado de Nicolás Maduro. El mundo democrático, de todas las aceras, debe presionar por una negociación definitiva para la entrega del poder y la asunción de Edmundo González Urrutia, el legítimo presidente de Venezuela y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas desde el día de hoy.
Es la hora final de una tiranía insoportable, irresponsable y que avergüenza al mundo del siglo XXI. Es la hora de que se abran todas las prisiones. Es la hora de que todos los venezolanos, juntos, pongamos fin a este martirio y abramos la senda del reencuentro, la paz, la solidaridad y la justicia.
Recuperemos nuestros derechos. Derechos para tomar las calles pacíficamente, como se ha hecho, y demostrar una vez más la reciedumbre del bravo pueblo. Derechos para restaurar la democracia, la libertad, para que todos los venezolanos se vuelvan a abrazar con sus familias.
Todos contra el tirano y su camarilla. Para que haya patria, para que la patria sea un hogar, para que en ese hogar se trabaje, se estudie, se ame y se sueñe con un nuevo mañana. Todos contra el tirano que se robó la elección. Todos contra el tirano que atentó contra la líder que ha alumbrado con su ejemplo la lucha por la libertad.