Por mucho que se esfuercen sus creadores y los promotores de la marca en tratar en desviar la mirada del mundo para demostrar la universalidad de TikTok, es imposible negar que la plataforma tiene un origen chino. Lo que desearían minimizar sus creadores no es su pertinencia o su eficiencia sino el hecho de que lleva impresa la marca del gigante.
Fue ese sello de origen y no otra cosa lo que convirtió a TikTok en el objetivo de Donald Trump, cuando trató de endilgarle problemas de seguridad nacional. Recordemos que en 2021 Bytedance, la empresa creadora y dueña de la aplicación, fue emplazada desde Washington a vender sus acciones en 45 días a propietarios americanos so pena de ser borrada del espectro digital estadounidense. La preocupación gubernamental surgía del temor de que, a través de sus algoritmos, no solo fueran vigiladas las actuaciones de sus usuarios sino que se pudiera censurar el discurso político o que la plataforma fuera usada para divulgar desinformación. También el gobierno de la India en 2020 suspendió su utilización para sus habitantes, conjuntamente con las aplicaciones chinas de WeChat y AliBaba (el Whatsapp y el Amazon chino) por sospechar una afrenta a su seguridad nacional. Otras 59 aplicaciones originadas en China siguieron esa misma suerte y hasta se crearon herramientas informáticas para “limpiar” los teléfonos celulares de indeseables aplicaciones chinas .
TikTok tiene la virtud de que, a pesar de haberse originado gracias a las creativas destrezas tecnológicas chinas, ha conseguido copiar de las redes y plataformas de penetración digital de Occidente todo aquello que las hace atractiva a los ojos de los adolescentes del planeta, indiferentemente del sitio donde se puedan encontrar. Allí reside su éxito: más de 700 millones de usuarios activos en el mundo fuera de China, 100 millones de los cuales se ubican en Estados Unidos y 100 millones en Europa… y poco más de 700 en China a través de la aplicación gemela Douyin.
No es un secreto que gracias al impulso del gobierno central en Pekín, los sectores científicos de la gigantesca nación de Asia se han empeñado en convertir al país en la potencia tecnológica mundial por excelencia. Es así como la industria de lo informático y digital se ha orientado en ese sentido con gran éxito y en detrimento de quienes han ocupado este destacado puesto en el pasado: Estados Unidos.
El gran temor de terceros países es que, desde lo alto del poder en China, se exija a estas empresas compartir con sus autoridades, con fines no ortodoxos, la información que recaban de sus usuarios. ¿Qué es lo que impediría que las actuaciones de determinados ciudadanos sean espiadas con inconfesables propósitos? El año pasado una empresa canadiense reportó que WeChat, por ejemplo, estaba bloqueando mensajes que eran críticos del gobierno de Pekín, y particularmente los que tenían que ver con el pensamiento del premio Nobel Liu Xiaobo, quien además es un batallador por los derechos civiles en su país y acérrimo critico de sus autoridades.
Pero estemos claros: no es sino recíproca la desconfianza y evidencia de ello son los años en los que tanto Google como Facebook fueron impedidas de actuar en el espectro digital chino.
Por otro lado, la tecnología es otro de los terrenos en los que hay una medición de fuerzas en marcha que será muy difícil de detener porque ella envuelve campos en los que lo esta en juego no son solo las capacidades competitivas sino además los valores que tienen que ver con la libertad.
Y por otro lado, entra a jugar la manifiesta antipatía que en algunas sociedades occidentales ha sido alimentada en desfavor de lo chino. La sinofobia inveterada que fue alcanzada en Occidente debido a la avalancha de baratijas producidas a través de la inhumana explotación de grandes masas de trabajadores chinos de hace unas décadas ha derivado en una perversa matriz de opinión muy difícil de erradicar.
Así, la inocencia de TikTok nunca podrá ser probada, aun cuando su objetivo evidente sea la atracción del gigantesco y despreocupado público juvenil con razones estrictamente comerciales.