Por las redes sociales, ciertos analistas ponderan las maniobras que están surgiendo dentro del régimen para salvar el naufragio. En síntesis, ponen el foco en que están llegando a un acuerdo para salvar el cuello y facilitar la transición a cambio de no ser perseguidos, juzgados y puedan salir a países amigos. Creerse esto o no es al gusto del consumidor
Maduro y sus asesores caribeños también maniobran. Intentan reflotar el barco encallado por esos más de siete millones de votos en contra de él. Nombran a nuevos ministros o reubican a otros y otras. Encarcelan a recientes altos funcionarios y vigilan o apresan a oficiales de las fuerzas armadas. Se atrincheran esperando la tormenta del 10 de enero. Asimismo, corre el rumor de que el régimen no aceptará un gobierno en el exilio. No habrá un nuevo episodio Guaidó, dicen. Mientras otros partidarios de la dictadura, reptiles de la desesperación, abogan porque eso no importaría tanto con tal de que estén lejos y fuera del poder real.
Lo que no es un rumor es que el presidente electo, Edmundo González Urrutia (EGU), ha dicho aquí en Madrid que estará el 10 de enero próximo en Caracas para ser investido, tal como le ha ordenado el mandato popular. El episodio Guaidó no tiene que ver con esta nueva situación. EGU está respaldado por las actas de la votación. Ha sido reconocido por las Cámaras (Diputados y Senadores) de España y por el Europarlamento, que le han otorgado, a él y a María Corina Machado, el premio Sájarov 2024 a la libertad de conciencia. Y las actas de la verdad están en la ONU y la OEA. Las falsas de Maduro no las ha mostrado, porque son una prueba de su macrofraude.
La otra faceta de esta transición que se avecina es que sus camaradas de Colombia, Brasil y Chile no parecen ya serlo tanto. El escenario que estos presidentes (Petro, Lula, Boric) avisan es que si Maduro se autoproclama presidente no lo reconocerán. Así que ese rumor de «sálvese quien pueda» podría ir cobrando sentido y fuerza. Tras las elecciones en Estados Unidos, el nuevo presidente/a también tendrá que aclarar su posición ante el único y verdadero ganador de las pasadas elecciones venezolanas.
El episodio de los BRICS en Kazán evidencia el malestar de Lula con Maduro. Por una parte, se opone al ingreso de la Venezuela de Maduro, porque su inestabilidad política no da garantías. Tal oposición de Lula evita la maniobra de Maduro para escapar de las sanciones económicas internacionales cobijándose en los BRICS. Al momento de escribir este artículo, Maduro no había vuelto a Venezuela. Se filtra que aterrizó en Teherán, mientras la insuperable Delcy ha llegado a Nueva Delhi. Sus vuelos van envueltos entre nubes oscuras.
Putin, un avezado espía diplomático, dice que a Rusia le conviene tener buenas relaciones con Venezuela, tendrá que cambiar el chip y acomodarse a tenerlas con la nueva democracia venezolana, que empezará el 10 de enero. Cuba también tendrá que acogerse a esa nueva realidad si quiere seguir recibiendo petróleo, adecuándose a pagar lo que se estipule. Intercambio comercial sí, ideológico nunca más. Los demás socios de Maduro, desde el Cártel de los Soles a la lejana Irán con sus grupos armados y los guerrilleros, aún vivos en la frontera colombo-venezolana, deben ir pensando que el escenario está por cambiar. Ellos sabrán lo que les conviene. Los venezolanos ya lo saben: prosperar en libertad.
Carlos Pérez-Ariza es doctor en Periodismo por la Universidad de Málaga.