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Tierra de Gracia: La Agenda Cero de Maduro

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El nuevo gobierno de Donald Trump va a lo suyo. Primero, asegurar que Maduro les devuelva a sus nacionales presos; después, que reciban a los delincuentes que el dictador envió a Estados Unidos –el Tren de Aragua– como un puñal en el Imperio, que les van a devolver. La libertad puede esperar

Foto: EFE / Palacio de Miraflores

La diplomacia tiene sus tiempos. Un paso adelante, dos hacia atrás. Debe saberlo bien el presidente electo, Edmundo González Urrutia. Aunque Mr. Trump parece ir más deprisa, da prioridad a sus más inmediatos intereses. Su ‘destino manifiesto’, que ha resucitado, marca primero poner orden en casa y en el sucio patio trasero venezolano. Eso pasa por el asunto inmigrantes ilegales y delincuentes, y rescatar a sus compatriotas, rehenes en manos de los calabozos chavistas. El escenario internacional seguirá a continuación. En esa intrincada geopolítica se encuentra la Venezuela del régimen bolivariano. Para Maduro, es poner en pie su «Agenda Cero» para llevarse bien con el gran Marshall del Norte, e iniciar otro diálogo sin salida en la que son expertos.

Para esas acciones, Trump ha mandado a su sheriff, Richard Allen Grenell, un enviado especial a Caracas con la orden de asegurar la repatriación de venezolanos a expulsar de Estados Unidos y liberar a los estadounidenses rehenes de Maduro. Grenell ha logrado su cometido. Es un diplomático de confianza de Trump. Fue su embajador en Alemania y representante de su país en Naciones Unidas para el espinoso asunto de Corea del Norte. Este experto en misiones especiales (59 años) puede que haya cumplido el primer capítulo de una larga negociación, que está por verse, con el régimen dictatorial que encabeza Maduro.

Trump está feliz por esta primera incursión exitosa de Grenell en Miraflores. Para el siguiente episodio, el presidente americano ha declarado: “Veremos qué podemos hacer para arreglar la situación de Venezuela”. Ese «Veremos» pasa por solucionar la presencia de las petroleras americanas en Venezuela. Han invertido en el negocio y ganan dinero ellas y el régimen bolivariano también. Unos dólares que no hay que lavar. «Veremos» si Mr. Trump las fuerza a salir o las hermanas del petróleo le ganan la mano en esa partida de póker indio. Con tanto dinero de por medio en la mesa la ideología puede apartarse un tanto y la libertad ser aparcada por ahora. «Veremos».

¿De qué hablaron en Miraflores el anglosajón republicano con los capitostes del régimen? Se sabe el resultado, aunque no todo. El sheriff de Trump consiguió cumplir su orden. Los cabecillas de la dictadura cedieron con facilidad ante el emisario del Imperio. Según ellos, abordaron otros temas de interés para ambos países. Entre ellos, las sanciones económicas y la supervivencia del sistema político venezolano, donde estos especímenes flotan a sus anchas violando su propia legalidad constitucional. El gobierno de Trump sigue diciendo que no reconoce a Maduro como el presidente legal de Venezuela, pero el primer paso ha sido negociar con él. Pueden argumentar que es el carcelero, el que tiene las llaves de las esposas, y hay que hablar con él. No lo reconoce, pero negocia. Está por saber hasta dónde llegó esa visita feliz entre el gringo y los mansos corderitos Maduro y Rodríguez. «Veremos», nos recuerda Mr. Trump.

Los diplomáticos profesionales, como este Grenell, tienen agallas para tragar ruedas de molino con tal de dar esos pasos atrás si pretende avanzar después. Esos profesionales cumplen órdenes. Tal como lo hace EGU en su periplo diplomático de un presidente aún sin investir. Luchan contra una banda de mafiosos que desconocen las reglas de la diplomacia. Cada día que ganan, atornillan su poder.

Grenell, recibido en Miraflores por Maduro y Jorge Rodríguez, aparece en una foto oficial observando, entre curioso y escéptico, lo que parece la espada de Bolívar desenvainada a resguardo en una vitrina. Una metáfora de la libertad bolivariana encapsulada en el despacho presidencial, que sigue usurpando el títere de La Habana. Maduro y Rodríguez observan al gringo con si fuera un nuevo socio a engañar.


Carlos Pérez-Ariza es doctor en Periodismo por la Universidad de Málaga.

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