La forma en que el gobierno ataca a los dos partidos de la oposición –Ciudadanos ya solo es un cadáver falto de encontrar sepultura– pasa por una agresión cada vez mayor desde los medios afines, tanto al Partido Popular como a Vox. Y eso demuestra lo nerviosos que están.
Este fin de semana pasado Vox ha demostrado su capacidad de convocatoria en Madrid después de sufrir una de esas crisis que acontecen en todos los partidos si de verdad son democráticos. La salida de Macarena Olona y la sustitución de Javier Ortega Smith en la secretaría general no parece haber afectado a la capacidad de convocatoria de la formación. Así que, desde las terminales mediáticas del sanchismo, tan numerosas y tan efectivas, la han tomado con la canción que interpretó durante una fiesta la noche del sábado un intérprete de cuya existencia confieso que yo no tenía noticia y que tiene el nombre artístico de Los Meconios. Visto en el informativo nocturno de La1 el pasado domingo, el estribillo «Vamos a volver al 36» sería el deseo de Vox: volver a la Guerra Civil Española. Y como yo escuché el estribillo repetidamente, lo creí. La realidad de lo que dice la canción, si se escucha en su integridad, no es que Vox quiera volver al 36 sino que los que nos gobiernan nos quieren devolver al año 1936. Que es exactamente lo contrario de lo que expuso TVE a los espectadores. No negaré, eso sí, que como algunos sostienen que al enemigo no hay que darle ni agua, esta canción ofrecía un estribillo que es muy fácilmente manipulable –como se ha visto– y eso no es agua para el enemigo, es dinamita. Enorme torpeza por parte de Vox que se interpretase esa canción. Pero también es cierto que cuando en algunos medios del mismo entorno se ha descalificado al cantante afín a Vox como homófobo y él mismo se ha declarado «más maricón que un palomo cojo» demuestra lo nerviosos que están.
Pocos partidos podrían presentar hoy en una convocatoria propia a dos jefes de gobierno de países importantes como Hungría y Polonia –que tiene un peso equivalente al de España– a la próxima primer ministro de Italia, uno de los países miembros del G-7 y al expresidente Trump, que aspira a volver a serlo. Todo ello es muy relevante porque acaba con el argumento de que Vox es un partido al que hay que aislar. Vox es homologable a varios partidos que están en el gobierno en países que no son en absoluto marginales. Y la victoria de Meloni en Italia es el gran aval para que Vox pueda entrar en un gobierno de Feijóo si él no obtiene mayoría absoluta.
Vox tiene un voto muy estable que no se ha reducido ni cuando el PP ha obtenido resultados espectaculares en Madrid y Andalucía. En el caso de esta última, hemos visto cómo el PP de Feijóo logró robar voto al PSOE. Algo que probablemente no podría hacer con una posición más a la derecha. Pero es difícil que los populares logren quitar a los socialistas tanto voto como para lograr una mayoría absoluta, especialmente con los agujeros que tiene el PP en Cataluña y el País Vasco. Así que, en este momento, el escenario es el más temido por el sanchismo y sus adláteres. Una mayoría de centroderecha en la que sean necesarios tanto los votos del PP como los de Vox para gobernar. Por eso están desesperados por dejar controlado el Supremo y el Constitucional. Porque lo de desjudicializar la política que decían para amnistiar a los golpistas catalanes es algo que, como todo, lo volverán del revés cuando haya cambio de gobierno y ellos tengan mayoría en esos tribunales para imponer el cambio social radical con el que nos están laminando. Alfonso Guerra dijo que a España no la va a reconocer ni la madre que la parió. Eso era una broma comparada con esto. Hasta Guerra ha salido corriendo…
Artículo publicado en el diario El Debate de España
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