Padecemos tiempos aciagos los venezolanos, cuando parecía que la esperanza de cambio se abría paso mediante el proceso electoral del 28 de julio, el régimen se aferra a todo evento a un continuismo nefasto.
El fraude y el autogolpe llevados a cabo por el régimen, la noche del 28 de julio, es una tragedia para el país porque cancela, si se consolida, la posibilidad de que la crisis política en progreso y causa de la terrible situación económica y social pueda comenzar a resolverse por medios institucionales y pacíficos. Además, nos devuelve a la nefasta jornada del 2 de diciembre de 1952 cuando la FAN fue utilizada sectariamente para desconocer la soberanía popular con todo lo que ello supone.
El chavismo se ha equivocado al darle la patada a la mesa. Al ponerse en el lado contrario a la voluntad ciudadana y a los reales intereses del país, al privilegiar las conveniencias y privilegios de una oligarquía rapaz, ineficiente e indolente, al sacrificar la legitimidad residual que podía quedarle. Su aislamiento ha escalado e incluye en el desafecto a su autogolpe a antiguos aliados en el mundo de la izquierda democrática. Gobernará sin capacidad de gratificación político- simbólico ni material a la sociedad, sustentará la gobernabilidad en el miedo, la intimidación, la represión. Instrumentos de dudosa y precaria posibilidad para garantizar una gobernabilidad sostenible en el tiempo. Todas las dictaduras y los autoritarismos necesitan de fuentes de legitimidad y gratificación social (el nacionalismo, la religión, la prosperidad económica, las reivindicaciones étnico- culturales) para compensar y mitigar la ausencia de libertad. En pocas palabras, ha dinamitado, por tiempo incalculable, su viabilidad en tanto que proyecto político capaz de suscitar apoyo en la sociedad. No estoy afirmando que la gobernabilidad le será imposible sino que le será más riesgosa, costosa políticamente y esquiva.
Reivindico lo hecho por las fuerzas democráticas: la decisión de participar en las elecciones presidenciales (la opción del momento político no era convocar a los ciudadanos a presenciar pasivamente la inmerecida reelección de Maduro), la convocatoria al proceso de selección ciudadana de la candidatura presidencial, la forma astuta y sagaz de sortear todas las provocaciones del régimen para sacarla de competencia, la voluntad de mantenerse unida, la calidad y contundencia de su campaña electoral y la manera eficiente e inclusiva de construir la maquinaria de defensa del voto y el resguardo de las actas de votación. Mención aparte merece el liderazgo asertivo y valiente de “La Dama de la Esperanza”, la figura valiente y lúcida de Edmundo González y la actuación comprometida de la Plataforma Unitaria. Por todo lo anterior se pudo recoger y representar exitosamente el deseo de cambio. Ahora, toca defender la victoria.
A dos semanas de la victoria de Edmundo González y del fraude contra la misma no está consolidado el statu quo que se pretendió imponer con el autogolpe. Los rechazos que han tenido como bandera el reclamo por la aparición de las actas crece todos los días convirtiendo en papel mojado la proclamación írrita de Maduro por el CNE y su posible ratificación por el TSJ.
La solución de esta crisis no luce sencilla ni rápida. El régimen está atrincherado y huye hacia adelante. La posible solución pasa por una acción combinada y contundente de presión de los sectores nacionales y foráneos interesados la resolución positiva de la misma partiendo del respeto a la soberanía ciudadana. Presión que persuada en primer término a la institución castrense y luego a la nomenclatura roja de que el actual statu quo es inaceptable y los conduzca a una negociación que cuente con los incentivos del caso. Lo cual obliga al campo democrático a actuar con el realismo y el pragmatismo que demanda la situación.