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Tiempo de pillos

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El triste espectáculo nacional es una verdadera vergüenza. Con las excepciones de rigor, en donde destacan María Corina Machado, Roberto Henríquez, y algunos otros seres decentes, lo que hemos visto es de una obscenidad propia de quienes se sacan los trapos sucios al verse descubiertos. Son semejantes a los jefes de pandilla que se disputan el control de una cárcel, con todo lo que eso conlleva en materia de descomposición social.

Las comparecencias mediáticas han sido patéticas. Cada uno de ellos le enrostra al compañero una dosis más alta de culpabilidad, pocos se salvan de este encuentro del estiércol legislativo. Escucharlos es descubrir lo bajo que hemos caído. Un Parlamento que exhibía honorabilidad hace algunas décadas, se redujo a la discusión de bandas que negocian con la dictadura un botín. No es solamente la cúpula militar, que mantiene al régimen de Nicolás Maduro como la peor aberración del averno en el poder. Son un conjunto de elementos que se han enriquecido disfrazándose de opositores.

Con gran maestría, engañaron a sus electores en las distintas circunscripciones y listas regionales para hacerse de un estatus político, en donde consiguieron la gran consagración económica al entregarse en brazos de la corrupción. Esta sociedad secreta del hamponato, se siente cómoda usufructuando los dineros del Estado, para disfrutárselos en la variada gama de opciones; que tienen aquellos seres sin ningún tipo de principios éticos. Cuando los escuchamos tratando de salvarse en el lodazal de sus vidas, comprendemos por qué hemos tardado tanto en salir de la peor dictadura de nuestra historia. Lo triste es que apenas conocemos la punta del iceberg, de todo este complot en contra del pueblo venezolano. Cada capítulo es más asqueroso que el anterior.

Son tantos los hechos acaecidos que la capacidad de asombro la perdimos. Con estos energúmenos las peores situaciones son posibles. No existe mayor beneficio para los mercaderes de la política que las crisis promovidas por los socios. Las ayudas humanitarias que llegaron por vía de gobiernos democráticos del mundo son un tesoro tentador para ellos. La gran vida que se dan actores políticos dentro y fuera de Venezuela los denuncia. Es demasiada ostentación la que exhiben con sus autos último modelo, propiedades y vidas de magnates. Demasiados viajes sin justificación ni importancia crucial en sus labores. Encuentros con empresarios de dudosa reputación que al parecer los mantienen en nóminas secretas. El cruce genético entre elementos de ambas orillas es un hecho inocultable, son hábiles estafadores que disfrutan de las regalías.

La honestidad hace tiempo que se fugó de las decisiones de estos seres. Son el espejo del régimen con las mismas costumbres que financia el narcotráfico. Se sienten como pez en el agua auspiciando la coexistencia con el gobierno que nos destruyó, hablan de encuentros por el bien del país, pero creemos que solo es una careta para promover que el botín siga en manos de esta cofradía.

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@alecambero

 

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