Ya María Corina lo acaba de reiterar durante su reciente gira por Anzoátegui: más le conviene a Nicolás y a toda su estructura que lo acompaña negociar a tiempo una transición ordenada y en paz. Lo que diga Diosdado, el más desesperado por que las cosas no cambien, realmente tiene sin cuidado a todos. Ya no le mete miedo a nadie.
Pero, obvio, conociendo la naturaleza mafiosa y tramposa del régimen seguro es que sentarse en una mesa de negociación antes del 28 de julio con personeros de la causa democrática no debe estar dentro de sus planes. Ellos estarán apostando a un golpe, ¿tal vez de suerte?, que, de alguna manera, y milagrosamente, cambie el sentido de las agujas del reloj y todo vuelva al pasado nefasto para el país que tanto les favoreció.
Claro que esta carambola de otra dimensión cuántica no es posible. Las cartas están echadas y tan sólo con voltear a los lados y sentir la rabia y el hastío de la gente que ya se decidió por un cambio, podemos decir con tranquilidad y humildad que los días del régimen y su camarilla están contados.
La pregunta no es ya si van a salir, sino cómo lo quieren hacer. La dinámica explosiva, pero pacífica que se espera el próximo 28, con la gente saliendo masivamente a votar y quedándose alrededor de los centros de escrutinio para verificar que todo responda a su voluntad y luego cobrar como Dios manda, coloca a la nomenclatura oficialista en una disyuntiva difícil de ignorar.
Después del triunfo ya evidente de todo un país el 28 de julio, la posición de fortaleza del régimen para negociar experimentará cierta fragilidad, con un pueblo seguramente deseando cobrar tal vez un poco más que la simple victoria electoral, y un estamento militar en pleno reacomodo, mucha de cuya alta oficialidad – no tan visible como los círculos más íntimos y corruptos -, así como una importante porción de los mandos medios y de tropas, no querrán tomarse una foto con los perdedores de este nuevo ciclo que se inaugura.
Este escenario no descartable, debe estar poniendo a pensar a más de uno del círculo íntimo de Nicolás Maduro, y de otros asociados menos identificados, que querrán apostar a caballo ganador de ahora en adelante.
El factor Padrino
Un misterio seguirá siendo para analistas y la opinión pública el papel que jugará el sempiterno ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, en toda esta coyuntura distópica para el régimen.
Más allá de la honesta y firme propuesta de MCM de una transición negociada bajo parámetros claros de justicia y no revanchismo, bastante se comenta sobre conversaciones en varías bandas que se estarían produciendo y que involucran a algunos personeros del gobierno de facto. Es posible que Padrino López sea uno de esos que están tanteando el terreno con la carga que la situación actual significa para él y que lo perfila como un factor a tomar en cuenta.
Y cuando señalamos que Padrino López pudiera jugar un papel protagónico en todo este escenario que se nos viene encima, lo hacemos con la debida reserva que la situación amerita. Y es que en torno a la figura de este señor ha girado una narrativa que lo ubica, primero, como el principal sostén del régimen madurista; y, segundo, como la pieza estratégica del mandatario ruso en Venezuela.
Esta última aseveración, no del todo comprobada, nos hace pensar en aquella escaramuza de Leopoldo López y Juan Guaidó del 30 de abril de 2019, oportunidad en la que, según ciertas fuentes, digamos serias, Maduro habría sido bajado del avión que lo llevaría al exilio, por órdenes del propio gobierno de Vladimir Putín. ¿Leyenda urbana? No lo sabemos. Pero, en todo caso, el otro pedazo de información que se manejó en aquel entonces convenía en que el mismo Padrino López, junto al expresidente del Tribunal Supremo de Justicia, Maikel Moreno, habrían sido cómplices de la trama convenientemente abortada.
No está demás preguntarse: ¿será que el destino le está ofreciendo una nueva oportunidad al corrupto ministro de la defensa para salvar su pálido pellejo? Porque la verdad, dada la contundencia del momento actual, el señor Padrino López no tendría ninguna oportunidad si, por caso, se le ocurriera ser él mismo protagonista de un golpe seco y clásico en un intento por voltear el rugir de la historia que se está escribiendo ahora mismo en Venezuela.
Debemos insistir en que, tal y como se está desarrollando la dinámica política-electoral actualmente en Venezuela, con esa fuerza contundente de un pueblo que pide cambio desesperadamente, no es mucho lo que puedan hacer los factores externos de apoyo al régimen de Nicolás Maduro. La Habana, Teherán, Beijing y Moscú, ya deben haber concluido en sus análisis de entorno y coyuntura, que es la fuerza de la ciudadanía la que decidirá el destino de Venezuela en los próximos años.
Todo aconsejaría al régimen que serias negociaciones formales sobre la transición ordenada y pacífica en Venezuela tengan lugar lo más pronto posible, porque muy bien se puede comprar la especie de que las distintas cabezas del régimen se encuentran cada una conversando y negociando por su parte. Esto traería consigo altas cargas de traición e incertidumbre para el oficialismo.
Y es que a pesar de haber jurado lealtad y fidelidad a Nicolás y su falsa revolución, Vladimir Padrino debe estar buscando sus propias salidas, independientemente del poder que le otorga el monopolio de las armas, algo que de alguna manera es relativamente cuestionable por lo misterioso que siempre ha resultado ser el mundo militar.
Maduro y su combo tienen la palabra, pero mucho cuidado porque el tiempo que siempre jugó a su favor durante todos estos 25 años pareciera estar reservándole una terrible emboscada.
Tic tac, tic tac.
Javierjdiazaguilera61@gmail.com