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Theodor W. Adorno

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Theodore Ludwig Adorno Wiesengrund nació el 11 de septiembre de 1903, en Frankfurt del Maine, hijo de  un próspero comerciante judío (Wiesengrund) de vinos y una cantante de origen corso de fama internacional (Calvelli-Adorno)

Una de las principales características de la personalidad de Adorno ha sido la amplia y variada gama de sus intereses intelectuales y profesionales. En efecto, como musicólogo analiza tanto a Bach como a Schönberg, a Mahler y a Wagner; como filósofo se educó a través del estudio de Kant, Hegel, Marx, Kiekegaard  y  Husserl; y ha ejercido la  crítica literaria, psicológica y social.

Nuestro profesor de Frankfurt ha estudiado el arte con intensidad. Tomó cursos de composición  musical y piano de la escuela de Schönberg con Alban Berg y nunca abandonó la práctica de tocar piano o de componer música en toda su vida. En 1980 se publicaron en Münich dos tomos de composiciones al piano, algunas transmitidas por la Radio alemana. Adorno también ha escrito sobre música; en sus escritos completos (Gesammelte Scriften) los musicales ocupan nueve tomos y tres tomos más de fragmentos. Quizá su obra más importante en relación al arte sea su Teoría estética. 

Por otra parte, Adorno analizó y vivió la ciencia con gran pasión. Todos sus trabajos sobre música, literatura y otras artes, podrían circunscribirse a una compleja sociología del arte y de la cultura que no los encajona a lo social ni los analiza exclusivamente desde   su autonomía. En su exilio en Estados Unidos desde 1938 hasta 1953, estudió métodos de investigación en ciencias sociales con Lazarsfeld y publicó importantes trabajos sobre sociología de los medios de comunicación: música en la radio, televisión, astrología  en una revista, técnicas de persuación en la radio. Uno de sus más influyentes textos científicos, es La personalidad autoritaria escrito en colaboración (obra terminada en 1950)  con Sanford, Brunswick y Levinson.

Su principal obra será Dialéctica negativa en donde opta por el Hegel “dialéctico” contrapuesto al Hegel “sistemático”, eligiendo el potencial crítico o negativo de la dialéctica expuesta en la Fenomenología del espíritu, oponiéndose a  la dialéctica en tanto que  sistema, tal como se presenta en la Lógica y en la  Filosofía del Derecho. En la negación de  la dialéctica de la síntesis y la conciliación, Adorno concentrará su interés en la dialéctica de la negación. Esto es, la dialéctica que niega la identidad entre realidad y pensamiento.

En su curso inaugural de 1931, en Actualidad de la filosofía, nos previene:

Quien hoy tiene por oficio el trabajo filosófico, ha de renunciar   desde el comienzo mismo a la ilusión con   que antes arrancaban los proyectos filosóficos: la de que sería posible aferrar la totalidad de lo real por la fuerza del pensamiento. Ninguna razón legitimadora sabría volver a dar consigo misma en una realidad   cuyo orden y configuración derrota cualquier pretensión de la Razón; a quien busca conocerla, sólo se le presenta como realidad total en cuanto objeto de polémica, mientras únicamente en vestigios y escombros perdura la esperanza de que alguna vez llegue a ser una realidad correcta y justa (Adorno, 1991: p.73)

El hecho de que los sistemas de pensamiento filosóficos   se jacten de indagar las intenciones ocultas y evidentes de la realidad, según nuestro pensador es una ilusión basada en el argumento indemostrado según el cual, el ser se corresponde estrictamente con el pensamiento y se muestra accesible a él. Esto representa una ilusión, patentizada por el fracaso de las metafísicas tradicionales, la fenomenología, el idealismo, el positivismo, el marxismo oficial o la ilustración. Aunque tales doctrinas se presentan como teorías positivas, de pronto se transforman en ideologías. La filosofía en la forma en que se practica únicamente serviría para disfrazar o esconder la realidad, y para eternizar su situación actual, nos sentencia el filósofo de Frankfurt.

Adorno ha denominado de varias maneras su proyecto filosófico: lógica del desmoronamiento, filosofía interpretativa, historia natural, ciencia melancólica, negación determinada, metacrítica, fisiognómica social, dialéctica negativa, micrología, primacía del objeto, materialismo sin imágenes, pensamiento enciclopédico, parataxis. Toda esta variedad nominativa es prueba de la fuerte búsqueda de un algo que se escapa. Una búsqueda que se intenta para luego perderse y encontrar lo buscado.

En relación con la epistemología Adorno sostiene una posición crítica hacia los postulados de Popper. De acuerdo a Popper, según Adorno, la objetividad científica se explica atendiendo a categorías sociales como la de la emulación (tanto individual como entre escuelas de pensamiento); la de la tradición (la crítica) y de la institución social (revistas científicas, congresos, etc).  Nuestro pensador de Frankfurt, piensa que el éxito en la emulación que viene siendo como una especie de  éxito en el mercado lo cual “es funestamente antepuesto a las cualidades de la mercancía, incluso en las formaciones espirituales”.

También Adorno se opone con vigor a la concepción poperiana en el sentido de que lo que existe son los problemas y las tradiciones científicas. El método científico recomendado por Popper sería el de ensayar soluciones para los distintos problemas que enfrentan las ciencias sociales. Así,  las ciencias sociales se dividirían en distintos problemas a los cuales hay que buscarles solución. Esto es, se fragmentaría el conocimiento social. Sin embargo, a pesar del sentido común con que viene esta propuesta, – nos explica Adorno- la misma se convierte ipso facto  en un postulado inhibidor del pensamiento científico. En este aspecto, nos informa que  Marx no propuso la solución de algún problema. Citando in extenso a Adorno, tenemos:

Interrogarse en torno a si por la fuerza de su propia  dinámica la sociedad capitalista camina, como Marx enseñaba, hacia su desmoronamiento o no, no es enunciar una pregunta que únicamente tiene sentido en la medida que no se manipule el propio preguntar: es una de las más importantes entre todas las que podría plantearse la ciencia social. Incluso las más modestas y, en consecuencia, más convincentes tesis del cientifismo sociológico resbalan  sobre las cuestiones realmente difíciles tan pronto como versan sobre el concepto de problema. Conceptos como el de hipótesis y verificabilidad no pueden ser vertidos sin más de las ciencias de la naturaleza a la ciencia de la sociedad (Adorno, 1973: p.53)

Otra crítica al tema es que muchas veces se construyen soluciones pre-establecidas a un problema que se construye a posteriori. Adorno nos sensibiliza al respecto:

Hay teoremas sociológicos que en la medida en que dan cuenta de los mecanismos operantes al otro lado de la fachada contradicen – de modo radical y por motivos asimismo sociales – los fenómenos de tal manera, que a partir de estos no pueden ni siquiera ser suficientemente criticadosSu crítica incumbe a la teoría consecuente, al pensamiento ulterior y no a la confrontación con enunciados protocolares (cosa que, por otra parte, Popper tampoco  formula). De ahí que tampoco en la sociedad sean los hechos lo último, aquello en lo que el consentimiento  encuentra sus puntos de incidencia, ya que ellos mismos vienen mediados por la sociedad. No todos los teoremas son hipótesis; la teoría es telos, no vehículo de la sociología. (Adorno,1991: p.335)

Se pueden delinear ciertas características básicas del método de Adorno.  Debido a que no acepta las bases hegelianas de la investigación sociológica, como tampoco la primacía del partido en dirigir al proletariado, ni la filosofía hermenéutica, Adorno le da una prioridad a la crítica inmanente[1]. Esto es, le otorga  un primado  al cambio de flujo y reflujo en la historia, en donde destaca y mina las bases de la reflexión tradicional histórica que tienden a una visión más que todo universal.

La Escuela de Frankfurt

No sería posible entender la obra de Adorno sin vincularlo con la denominada Escuela de Frankfurt, en la cual se convertiría en   una figura de fuerte   liderazgo intelectual.

La Escuela de Frankfurt tiene sus raíces en el Instituto para la Investigación Social, fundado en 1924 por una donación de Félix Weil, un acomodado catedrático marxista. El ambiente en el cual se desarrollaría este centro de estudios sociales será el de la República de Weimar, muy estimulante desde los puntos de vista cultural, artístico y político.  Su primer director sería Karl Grünberg, marxista austríaco e historiador de la clase obrera. Posteriormente le sucedería Friedrich Pollock. Y en 1931 sería nombrado Max Horkheimer, quien poco a poco le encomendaría la formación de un programa de investigación que la historia de las ideas ha reconocido como “teoría crítica de la sociedad”.  De igual forma editaría la Revista para la investigación social , en la cual se propuso  divulgar los descubrimientos y planteamientos del instituto,   concibiendo la “investigación social” como la “teoría de la sociedad como un todo” , no limitándose a efectuar análisis sectoriales y especializados sino los globales, examinando las relaciones que enlazan los aspectos psicológicos, históricos y culturales partiendo siempre de una visión crítica de la sociedad contemporánea.

De hecho, Horkheimer era un filósofo profesional, formado en la tradición hegeliana quien había abrazado el marxismo con reticencia. En su clase inaugural como director de este instituto, señaló   que la clase obrera sería el punto de partida de toda investigación seria   en lo social. Y por otra parte definió las tareas del instituto en una forma algo vaga pero original, en el sentido de que realizaría una yuxtaposición entre los planteamientos teóricos y el trabajo empírico encuadrados en el marco de una teoría social sobre la cual colaborarían en problemas filosóficos de actualidad filósofos, sociólogos, economistas, historiadores, y psicólogos. Efectivamente, muy pronto congregaría a un equipo interdisciplinario integrado por individuos como Erich Fromm (psicoanalista con influencias marxistas), Friedrich Pollock (economista marxista), el mismo Adorno, Hebert Marcuse (filósofo y antiguo alumno de Martin Heidegger) y Walter Benjamin (crítico literario). En un principio, siguiendo los lineamientos de Horkheimer, los primeros trabajos del instituto presentaron un equilibrio entre la especulación teórica y los análisis empíricos.

El ascenso del partido nazi al poder en Alemania, en  1933 empujó a sus miembros al exilio. Muchos se dispersaron en Europa y otros huyeron a Estados Unidos. La animadversión del nazismo hacia este grupo tenía doble motivación: combatir a los izquierdistas, y los judíos. El legado de Weil siguió ayudando para que algunos de estos intelectuales mantuvieran un trabajo independiente, especialmente en la Universidad de Columbia en Nueva York.

Sin embargo, a finales de los años treinta el trabajo del instituto se había transformado: los estudios teóricos habían desplazado a los estudios de base empírica. En vista de lo cual el enfoque filosófico fue preponderante, y de ahí que los pensadores líderes de la Escuela fueran Horkheimer, Adorno y Marcuse.

Otra de las consecuencias de la guerra fue el oscurecimiento de las perspectivas teóricas del grupo. La orientación marxista se extendió para acoger ideas de Nietzsche y Freud. El desplazamiento hacia las ideas de estos pensadores expresaba la sospecha de que bajo los individuos subyacían fuerzas ocultas que se apoderaban de la voluntad de éstos determinando su conducta final. Los teóricos críticos ampliaron esta tesis arguyendo que incluso los movimientos que se habían hecho para liberar a la humanidad portaban en sí mismos las semillas de su propia destrucción.

Este punto de vista pesimista fructificaría en el texto Dialéctica de la Ilustración[2] (1944) de Horkheimer y Adorno como una visión negativa de la técnica en donde ésta, hecha para liberar al hombre de las fuerzas de la  naturaleza termina sometiendo a los hombres y generando totalitarismo.

El iluminismo, en el sentido más amplio de pensamiento en continuo progreso, ha perseguido siempre   el objetivo de quitar el miedo a los hombres   y de convertirlos en amos. Pero la tierra enteramente iluminada   resplandece bajo el signo de una triunfal desventura. (Horkheimer, y Adorno: p.15)

Marcuse llega incluso a establecer una equivalencia entre liberalismo y dictadura, planteando que en el racionalismo liberal están prefiguradas tendencias que con la transformación del capitalismo industrial en monopolista, tomarán un carácter irracional[3] (guerra, racismo). Acertadamente, Romero le hace una réplica:

Lo que Marcuse no explica es: ¿por qué ello ocurrió en Alemania, más no en Inglaterra o los Estados Unidos, sociedades capitalistas que combatieron tenazmente al nazismo? (Romero, 2.000: p.274)

Después de la conflagración mundial, únicamente Horkheimer y Adorno regresaron a Frankfurt, el resto del grupo se estableció en Estados Unidos. Walter Benjamin, no logró salir de Europa y terminó suicidándose en España en 1940. El tono de sus trabajos se convirtió en más melancólico y nostálgico en la medida en que se daban cuenta de que había desaparecido para siempre la cultura de los judíos alemanes de la cual ellos habían emergido. [4] No obstante, retomaron sus puestos académicos en Frankfurt y otra vez llevaron a cabo sus labores intelectuales, las cuales especialmente para Adorno estaban más orientadas hacia la memoria y meditación del pasado que en analizar los problemas del presente. Esto se evidencia del sub-título de uno de los últimos libros de Adorno: Minima moralia, reflexiones desde una vida perjudicada. En este libro, se lamenta de la destrucción de la cultura destruida por el fascismo mientras intenta exorcizar su culpa por haber sobrevivido. Así dice lapidariamente: “Escribir poesía después de Auschwitz es barbarie”.

Conclusión

No resulta sencillo comprender las obras de Adorno. Se necesita la re-lectura de sus textos, una y otra vez hasta el cansancio. Buscando ser objetivos, aunque el propio Adorno rechazaría tal clase de objetividad, le pedimos la palabra a un especialista, el profesor David Held:

El trabajo de Adorno posee un estilo que lo distingue del resto de la teoría crítica. Su pensamiento es mucho más difícil de exponer que el de otros: tratar de resumir sus cualidades es tomarse un riesgo considerable. El trabajo de Adorno es elusivo y él lo hace deliberamente. Esto es una fuente tanto de fortaleza como de debilidad. Es una fuente de fortaleza puesto que la intrincada naturaleza de muchos de los estudios de Adorno se asegura que prácticamente cada vez que uno lea a Adorno recoja algo nuevo. Es una fuente de debilidad puesto que frecuentemente no está claro lo que esta ofreciendo Adorno, por ejemplo, una explicación de un fenómeno,  o una elaborada  metáfora, o una deliberada hipérbole para agitar la acción política. El problema –un severo problema para cualquiera que quiera asir el pensamiento de Adorno- es saber qué clase de proposición exige el trabajo de Adorno. Esto es, la situación de sus teorías y planteamientos. (Held,1980:pp. 381-382) [traducción nuestra]

Unos meses antes de morir, Adorno estaba dictando sus acostumbradas clases en la Universidad de Frankfort, cuando de repente tres miembros de un grupo radical estudiantil alemán se subieron al podio, se desnudaron los senos y lo “atacaron con caricias eróticas”.[5] Cuando el se retiró, disgustado y humillado, estas mujeres exclamaron que como institución Adorno había muerto. Este suceso viene a revelar la contradicción entre acción y teoría, práctica y prédica, que llevaba en sí misma la Escuela de Frankfurt. Los miembros del movimiento estudiantil alemán de los sesenta habían rechazado la “Teoría crítica” porque no daba ningún lineamiento para el cambio revolucionario inmediato. Por lo tanto, ¿de qué vale una teoría crítica de la sociedad si no es un vehículo para la tan anhelada revolución? Paradójicamente, en Estados Unidos, las enseñanzas de Marcuse fomentaron los grandes disturbios estudiantiles en la Universidad de Berkeley durante los años sesenta.

BIBLIOGRAFÍA    

ADORNO, Theodor W.: Actualidad de la filosofía, Ediciones Paidós Ibérica S.A, 1991.

ADORNO, Theodor W. et alia: La disputa del positivismo en la sociología alemana, Barcelona, Ediciones Grijalbo, 1973.

HELD, David: Introduction To Critical Theory, Berkeley, University of California Press, 1980.

HORKHEIMER, Max y T. Adorno: Dialéctica del iluminismo, Buenos Aires, Editorial Sur, 1970.

MARDONES, J.M : Filosofía de las ciencias humanas y sociales, Barcelona, Anthropos, 1991.

FERRATER MORA, José: Diccionario de Filosofía Abreviado, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1980.

REALE, Giovanni y Darío Antiseri: Historia del pensamiento filosófico y científico, (Tomo    III) Barcelona, Editorial Herder, 1995.

ROMERO, Aníbal: Sobre historia y poder, Caracas, Editorial Panapo, 2.000.

[1] De acuerdo con Ferrater Mora,(1980:p.230): se dice de una actividad  que es inmanente a un agente cuando “permanece” dentro del agente en el sentido de que tiene en el agente su propio fin. El ser inmanente se contrapone, pues, al ser transcendente -o transitivo- y, en general, la trascendencia se opone a la inmanencia.” Por lo tanto la crítica inmanente sería una crítica focalizada en el sujeto, más que en el método para conocer.

[2] Hemos preferido traducir Dialectics of Enlightement por Dialéctica de la Ilustración, aunque algunos lo traduzcan como Dialectica del iluminismo

[3]Ideas presentadas en “ La lucha contra el liberalismo en la concepción totalitaria del Estado” en Cultura y sociedad, Buenos Aires, Editorial Sur, 1968, [citado por Aníbal Romero (2000:p.274)]

[4] David Held,(1980: p.379) menciona a Zoltan Tar, quien en un libro publicado en 1977, expone  que la “teoría crítica” es el documento de la desintegración de la vieja burguesía de Europa Central, en la expresión de una determinada condición socio histórica y la situación de un grupo social marginal: la burguesía e “intelligentsia” judía.

[5] Este hecho lo narra David Weininger en sus comentarios al libro de Rolf Wiggershaus: The Frankfurt School: Its History, and Political Significance, en página WEB de The Boston Book Review.

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