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The Vourdalak, una joya gótica que explora en lo mejor del género

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The Vourdalak del director Adrien Beau, es una brillante mezcla entre el género vampírico y el histórico. El resultado es una película de terror con un inteligente uso del simbolismo, pero que, además, se adentra en el corazón de lo monstruoso desde un sofisticado nihilismo. 

En un año en que Abigail y la serie Entrevista con el vampiro renovaron el género de vampiros, The Vourdalak resulta extrañamente anacrónica. Tanto, como para que sus decorados cuidadosos y el detalle en la apariencia de sus personajes, tengan algo de teatral. Pero esa belleza casi etérea esconde un núcleo más inquietante. En particular, al analizar con cuidado la naturaleza de lo monstruoso, creando a su vez la noción sobre el bien y el mal de una forma tan delicada como sangrienta. Lo que a primera vez parece una contradicción, se convierte a lo largo de la película en uno de sus rasgos más complejos e interesantes. 

Por lo que esta adaptación del libro The Family of the Vourdalak (1884) de Alekséi Konstantínovich Tolstói (llamado, con frecuencia y cierto cariño, el otro Tolstói) pone una atención escrupulosa a los detalles. Su primera escena, que muestra una escena en medio de una violenta tormenta, comienza por dar todo tipo de pistas al subtexto sobre la naturaleza del mal en el argumento. Lo que se vuelve más interesante a medida que esa percepción sobre la amenaza y el peligro, se mezcla con la idea del vampiro como el eterno extraño. Pero mucho más interesante, la posibilidad que ambos mundos choquen entre sí, en un horror complicado de comprender y que se hace más estilizado — y en ocasiones, divertido — a medida que avanza la trama. 

Desde sus primeros minutos, es evidente que la película jugará con la posibilidad de la muerte. Pero al contrario de otras cintas de vampiros, que se convierten en un festival de sangre derramada y vísceras visibles, The Vourdalak analiza el sentido de la inmortalidad. También, del secreto y de una existencia al límite de la especie humana. Lo que brinda a la película una rara profundidad, que el director alimenta con un punto de vista acerca de la metáfora del miedo convertida en luces y sombras. 

Todos los caminos conducen a los vampiros

Luego de una escena de apertura que hará las delicias de los amantes de lo vampírico, Jacques Antoine Saturnin d’Urfé (Kacey Mottet Klein), se convierte en el centro del relato. Este emisario real tiene una misión que le aterroriza, pero que, aun así, acometerá de la manera que pueda. Por ahora, algo está claro para esta figura afectada, caballerosa, pero mucho más astuta de lo que parece. La camarilla real asesinada — y el motivo por el que se encuentra en los parajes más profundos de la Francia del siglo XVII — fue asesinada por una tribu local. Y una lo bastante violenta, como para dejar rastros de sus crímenes a los ojos de los horrorizados testigos. 

En medio de su trayecto de investigación, d’Urfé pide alojamiento en una vieja y terrorífica mansión. El director utiliza el contexto para crear un festín visual que recuerda brevemente a Barry Lyndon de Stanley Kubrick, pero con mucha más atención en los recovecos tétricos de la época. Lentamente, The Vourdalak pasa por todo tipo de referencias al terror de alto calibre, lo que incluso le permite ahondar en terrenos de la magia ritual y del misterio en las sombras, con la misma inteligencia y lúgubre sátira de Mario Bava. En especial, porque esta obra pequeña y retorcida, se aleja de los terrenos solemnes y relativamente eróticos de Drácula — a la cual precede por, al menos, un siglo — para reflexionar sobre el hecho que los monstruos, alguna vez, fueron humanos.

El director basa buena parte de su película en jugar con lo precario — es evidente que la cinta tiene un presupuesto reducido que se utiliza con sabiduría — para llevar la atmósfera a una visión tensa sobre el miedo que, a la vez, se cuestiona sobre la mortalidad. Mientras D’Urfé intenta comprender qué es lo que ocurre a su alrededor, Beau construye una caja de refracción para horrores. De modo que la sangre es solo uno de los apetitos terroríficos que le rodean. La película se hace más ambiciosa, cuando más oscura y desafiante, lo que vuelve varias de sus mejores escenas, una combinación entre la angustia escondida de su protagonista y los monstruos que fingen ser humanos a su alrededor. Lo que lleva a un tercer acto glorioso. 

El temor brilla en The Vourdalak

Con un elenco que convierte a los vampiros en una rara mezcla de encanto salvaje y búsqueda de propósito, The Vourdalak avanza hacia un final que, aunque predecible, logra crear la tensión suficiente para ser incómodo. De hecho, para su segunda mitad la película dejó atrás, aparte de sus guiños al humor, para explorar en un terreno más oscuro. Beau no teme combinar desde antiguas leyendas de vampiros eslavas, hasta la búsqueda de la identidad propia de novelas posteriores sobre el vampiro.

Pero lo que late en el centro de esta obra brillante y singular es su poderosa personalidad. Los vampiros son algo más que excusa para la violencia y se convierten en aproximaciones brillantes y bien construidas, acerca de la necesidad de evasión y el miedo. Todo en el bello paquete de un drama de época y la visión sobre el mal encarnado. Mientras tanto, The Vourdalak divierte, aterroriza y seduce, con la misma facilidad de sus vampiros fuera de lo común, lo que la convierte en una de las mejores cintas de terror del año. 

 

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