Scott Warren, enjuiciado por dar agua a migrantes que intentan cruzar el desierto entre Estados Unidos y México para que no se mueran de sed, fue declarado inocente la semana pasada y no tendrá que pasar los próximos diez años en la cárcel.
El fiscal de Arizona retiró los cargos contra el activista de 36 años de edad, en un triunfo de la justicia gracias a la presión expresada en miles de firmas de personas de todo el mundo, porque salvar vidas nunca puede ser un delito.
Autoridades judiciales estadounidenses habían decidido el 2 de julio volver a juzgar a Warren. El 11 de junio, después de deliberar 15 horas, un jurado de Arizona no pudo llegar a un acuerdo unánime sobre los cargos contra el integrante de la ONG No Más Muertes, y el juicio fue anulado.
Warren, profesor de Geografía en la Universidad del Estado de Arizona, trabaja para impedir que mueran de sed migrantes que atraviesan el desierto de Sonora camino a Estados Unidos. Junto con otros activistas de la ONG, les deja bidones de agua en el desierto y medicinas para que esas personas no formen parte del 40% de las muertes en esa zona de la frontera.
Amnistía Internacional considera el polémico caso de Scott Warren “parte de una campaña más amplia de hostigamiento e intimidación del gobierno de Estados Unidos por motivos políticos”, lo que la llevó a pedir que se retiraran los cargos contra el voluntario, solicitud que también hicieron por escrito más de 126.000 personas antes de la decisión del 2 de julio de volver a juzgarlo.
La organización celebró como una victoria el fin de la pesadilla de Scott en el juicio que se desarrolló entre martes y jueves de la semana pasada. Citó el resultado de ese proceso como ejemplo de que, señalando las injusticias y denunciándolas alto y claro, se pueden cambiar las cosas.
Sin embargo, advierte que hay que continuar peleando, pues pronostica que el gobierno de Donald Trump seguirá buscando criminalizar a toda persona que intente salvar vidas. “Por eso, no pensamos parar y seguiremos trabajando sin descanso para que no se salga con la suya”, dice.
Y el mismo Trump parece empeñado en dar razones para la confrontación con su política antiinmigratoria, que separa padres e hijos y levanta muros que niegan la tradición estadounidense de fronteras abiertas que tanto ha contribuido a la grandeza de esa nación gracias al aporte de gente llegada de todos los rincones del planeta.
Durante mucho tiempo, Estados Unidos desempeñó un papel clave contra el Muro de Berlín. El presidente John F. Kennedy –de cuyo asesinato se cumplieron 56 años el viernes– luchó contra ese símbolo de afrenta al espíritu democrático derribado hace 3 décadas.
Curiosamente la Casa Blanca rechazó este mes un trozo del Muro de Berlín –regalo del pueblo alemán– con una carta esculpida para Trump, que dice: “Nos gustaría entregar a usted una de las últimas piezas del fallido Muro de Berlín, para conmemorar la dedicación de Estados Unidos en la construcción de un mundo sin fronteras”.
La pieza, que mide 4 metros de alto y pesa 2,7 toneladas, está ahora en la frontera con México, donde Trump afirma que levantará un muro. En la misma zona donde parece mentira tener que recordar que ayudar a la gente para que no se muera de sed en el desierto no es un crimen
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