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Teoría y hechos

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¿Es cierto que el bueno de Edward Aloysius Murphy dijo “Si los hechos no se ajustan a la teoría, se tendrá que deshacer de los hechos”?

La respuesta es negativa: no lo expresó nunca y muchos, incluida Ivanka Trump, la hija de Donald Trump, le han endosado la frase no a Murphy sino a Albert Einstein. Pero el bueno de Einstein tampoco la pronunció.

Quien sí lo señaló fue Norman Raymond Frederick Maier (1900-1977). Indicó exactamente: «Si los hechos no se ajustan a la teoría, deben eliminarse» (Maier, N. R. F. (1960). Maier’s law. American Psychologist, 15(3), 208–212).

Lo que los estimados lectores deben tener en cuenta con tal enunciado son dos cosas: una es que la teoría, el marco teórico, reemplaza al hecho y es la teoría la que debemos esforzarnos por nutrir, desarrollar y abstraer. La otra es que el hecho es el experimento y por supuesto, viene con todo lo que ello significa.  En efecto Maier fue un psicólogo experimental y se graduó con una licenciatura en la Universidad de Michigan en 1923. Después de un año de trabajo de posgrado, estudió en la Universidad de Berlín durante 1925 y 1926, y completó su doctorado en Michigan en 1928. Maier fue miembro del Consejo Nacional de Investigación con Karl Lashley en la Universidad de Chicago en 1929-1931, y se unió a la facultad de Michigan en 1931.

Precisamente y por esos años, en el otoño de 1919, en el curso de una discusión con un estudiante, Einstein le entregó un cable que lo informaba que la curvatura de la luz por el sol estaba de acuerdo con su pronóstico relativista general. El estudiante preguntó qué habría dicho si no hubiera habido confirmación. Einstein respondió: “Entonces tendría que sentir lástima por el amado Dios. En cualquier caso, la teoría es correcta» (A. Pais, Subtle is the Lord: The Science and Life of Albert Einstein, Oxford University Press, 2005 [1982]), p. 30).

Si Einstein hubiera dicho la frase de marras -que no la dijo-  se hubiera referido al experimento así: si los hechos mostrados por el experimento no concuerdan, entonces diseñe un mejor experimento, pero sostenga su marco teórico.

Evidentemente, en el otoño de 1919 Einstein confiaba en que su teoría general de la relatividad era correcta. Hubo muchas razones para esto. Al menos una de las claves era experimental: Einstein había calculado en 1915 que su teoría pronosticaba la precesión observada del perihelio de la órbita del planeta Mercurio, una anomalía que los astrónomos habían luchado durante mucho tiempo por explicar en el contexto de la gravedad newtoniana. Tal como se dice en criollo: Einstein sabía que el burro era negro pues tenía los pelos en la mano.

Pero también hay algo más sutil y controvertido detrás de la broma de Einstein a su estudiante. Einstein, al igual que otros grandes físicos teóricos (especialmente Paul Dirac), creía que un cierto tipo de belleza y simplicidad matemática era y es un sello distintivo de la verdad científica y que, en algunas circunstancias, este criterio prevalece sobre la estricta concordancia con las mediciones, que en cualquier caso siempre están sujetas al error y la reinterpretación. De allí “diseñe mejormente el esperimento”.

La idea de que la belleza de una teoría puede, en algunas circunstancias, ser más importante que su explicación precisamente a causa de las observaciones, es controvertida, por decir lo menos. Y ninguna persona racional afirmaría jamás que la verdad de una teoría científica puede establecerse independientemente de su acuerdo con los hechos, y mucho menos en contradicción con ellos.

El caso es que la misma realidad –los hechos– se ha encargado de validar y demostrar, una y otra vez en todo país de Latinoamérica, que la teoría populista, disfrazada o abiertamente velada, genera miseria en los países en donde aparece. Aquí los hechos se ajustan perfectamente a la teoría, tanto así que adelantándose quizá unos 2026 años a los trabajos de Rudiger Dornbusch y Sebastian Edwards, Quinto Horacio Flaco (65 a.C – 8 a.C) escribió: “Naturam expellas furca, tamen usque recurret et mala perrumpet furtim fastidia victrix«.

Puedes expulsar a la naturaleza con un palo, pero ella regresará enseguida y te estallará en la cara a pesar de tu ignorante y confiado menosprecio.

 

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