OPINIÓN

¡Tenemos fe!

por Benigno Alarcón Benigno Alarcón

María Corina Machado en Táchira

“Un régimen democrático es instalado, no por tendencias, sino por personas. Las democracias son creadas, no por causas, sino por causantes” (Huntington, 1991)

El viernes  5 de julio fuimos testigos de la única derrota que sufrió la Vinotinto en los cuartos de final de una Copa América que copó las esperanzas de los venezolanos de llevar a un equipo de fútbol a lo más alto de la competencia internacional, incluida la Copa Mundial de Fútbol 2026.

Aunque la Vinotinto  fue descalificada y no pudo llegar a la semifinal de la Copa América, no en el tiempo de juego sino en azar de los penaltis, la esperanza de ir a nuestro primer Mundial sigue viva y volveremos a la lucha por ella en septiembre cuando nuestra suerte dependerá de lo que hayamos aprendido a lo largo de esta gesta deportiva, de lo que hagamos con las lecciones aprendidas, de que mejoremos nuestro juego como equipo bajo una buena estrategia y una mejor ejecución táctica en el campo, y de que hagamos  nuestro mejor esfuerzo para evitar que el resultado sea definido por el azar de los penaltis.

Confieso que  la Copa América me enganchó más que por el juego, por el factor humano reflejado en un país que seguía con atención la gesta de un equipo, nuestra Vinotinto, en el que todos los venezolanos, ávidos de esperanza, que necesitamos creer en nostros mismos, nos vimos reflejados. Gracias a la Vinotinto por inspirarnos.

Lo ocurrido el viernes en la noche no puede interpretarse como la derrota de un país que quiere cambiar, sino como un paso más hacia la victoria que la Vinotinto merece y tendrá algún día. La Vinotinto, al igual que los venezolanos durante muchos años, vivió el pasado viernes el trago amargo de una derrota que nos hará más fuertes, una derrota que, como ha sucedido en la Venezuela representada por la Vinotinto, no ha implicado renunciar a los sueños, sino un aprendizaje tras el cual volvemos a la lucha con más sabiduría, más fuertes y con mayor decisión, hasta alcanzar el propósito que nos hemos trazado. Es por ello que hoy, a 2 semanas de la elección, estamos en donde estamos.

Pero para llegar adonde estamos hoy, la Venezuela democrática, al igual que la Vinotinto, ha recorrido un largo camino de derrotas y aprendizajes durante estos 25 años. El país democrático llega adonde estamos hoy con una mayor comprensión de lo que necesitamos hacer, más sabios, más fuertes y más decididos a cambiar el destino de un país que comparte el propósito de volver a ser próspero, libre y democrático.

Pero, para ello, tener esperanza y fe es importante, porque nadie pone su esfuerzo en algo en lo que no cree, pero esperanza no es estrategia, y la fe por sí sola, la fe pasiva, contemplativa, que no se traduce en acción, no es suficiente para construir el cambio. Hay que traducir la esperanza en estrategia y la fe en acción. No podemos dejar el destino al azar porque, cuando dejamos las cosas al azar, podemos perder por penalties.

El juego no ha concluido y el camino de aquí al 28 de julio, incluido ese mismo día, estará lleno de obstáculos cada vez mayores. Obstáculos que no son los propios del juego limpio, sino mucho mayores que el reto de jugar contra un adversario que hasta hace poco lucía como invencible, un adversario que no juega limpio, que controla los medios y recursos del Estado, y hasta los árbitros de esta mal llamada elección, que ha intentado, y seguirá intentando, sacarnos del juego electoral.

La diferencia entre los cuartos de final jugados por la Vinotinto el pasado viernes 5 de julio y la elección presidencial del próximo domingo 28 de julio es que el 28 jugamos todos, y es aquí en donde radica nuestra fuerza, la fuera que empareja el juego pese al ventajismo y la trampa, la fuerza que nos motiva a luchar porque nos jugamos el futuro del país, el futuro suyo, el de sus hijos, el de sus nietos, el mío, el del otro, el nuestro, el de todos nosotros.

El 28 de julio, a diferencia del 5, el éxito dependerá de que nadie vea el juego y opine desde las gradas o mientras mira el juego por televisión desde la comodidad de su casa, sino de que todos bajemos a jugar en la arena electoral. De que todos anotemos los goles votando, y animemos a otros a votar; de que ayúdemos a quienes no saben hacerlo, a quienes tienen dudas o miedo; de que ayudemos a llegar al centro a quienes no tienen como hacerlo en nuestros carros, motos, bicicletas o empujando las sillas de ruedas que sean necesarias; de que seamos la defensa de los centros contra quienes quieren anotarnos los goles (o los votos) de manera fraudulenta; de que estamos allí para defender nuestros votos y nuestro triunfo hasta el final del juego. Este juego, por lo que nos jugamos, es responsabilidad de todos y cada uno de nostros, es responsabilidad de todos los venezolanos.

Todos sabemos, incluido el mismo gobierno, que las probabilidades y apuestas están del lado de la democracia. Todos sabemos hoy, cuando faltan tan solo 20 días para la elección, quien ganará y quien perderá, pero como sucede en cualquier contienda deportiva, o de cualquier otra naturaleza, saber que ganamos no es suficiente, hay que jugar, y hay que hacerlo con inteligencia y determinación, no dejando nada al azar porque “los rusos” también juegan y no queremos perder por penaltis.

Quienes hemos venido estudiando y siguiendo los procesos de transición democrática en el mundo, para mejor comprender si devolverle la libertad a Venezuela es posible y qué toca hacer para lograrlo, sabemos que la democracia, pese a no estar en su mejor momento en el mundo, está lejos de ser derrotada, y es por ello que hasta los autócratas quieren lucir como democrátas. Sabemos que en la Venezuela de hoy las condiciones están dadas para recuperar la democracia, sabemos que existe un cambio de actitud del venezolano hacia el gobierno, la política y su rol en la construcción de su propio destino, lo que coincide con lo observado por Samuel Huntington en su libro La Tercera Ola (1991), cuando afirma que los procesos de democratización, a partir de la Revolución de los Claveles (1974), son procesos sociales, impulsados por la gente como Usted y como yo, y por ello, acertadamente, concluye que “un régimen democrático es instalado,  no por tendencias, sino por personas. Las democracias son creadas, no por causas, sino por causantes”.