Con el título me refiero, no solo a todo lo relativo a la pandemia del coronavirus que ya es bastante, sino fundamentalmente a la grave situación política y social por la que atraviesa el país. Considero grave que después de 21 años de un golpe de Estado de ejecución progresiva sobre la base de la violencia física e institucional, de las desviaciones ideologizadas concretadas en la liquidación del derecho como garantía para la paz y la convivencia ciudadana, todavía existan compatriotas de relativa importancia repitiendo como loros amaestrados todo cuanto nos ha conducido a la situación actual. Conste que trato de entenderlos para encontrar alguna justificación a lo que dicen y hacen, pero no la encuentro.
Ellos saben que las elecciones planteadas por la dictadura para el 6 de diciembre no son presidenciales. Se trata de terminar de liquidar una legítima Asamblea Nacional a la cual han reducido a su más mínima expresión creando una constituyente, otra Asamblea paralela, un Tribunal Supremo de Justicia que parece el bufete privado del régimen, habiéndola despojado hasta de su sede natural como es el Palacio Federal Legislativo y, lo más grave, todo con violación expresa de normas constitucionales, legales y reglamentarias. Sin embargo, la desviación electoralista existente es de tal naturaleza que ya no se sabe si quienes llaman a participar lo hacen por convicción, por debilidad y complacencia para sobrevivir o por un simple afán de conveniencia para ganar tiempo hacia un futuro incierto, pero próximo, que pueda abrir expectativas nuevas a quienes sufren de presidencialitis aguda.
Todo eso y mucho más, olvidando la importante y seria solidaridad de la comunidad internacional integrada por unos sesenta países y centenares de líderes del continente y del mundo que ya tienen tiempo esperando por nosotros para concretar su respaldo.
Pero lo peor, sin ocuparse para nada de la extremadamente grave situación del ciudadano común, de la familia, de seguridad, de la penuria sanitaria, educacional y de deterioro físico e institucional del país en un momento en el cual el régimen se tambalea empujado por el rechazo nacional e internacional y las graves contradicciones que existen en su seno, incluidas las fuerzas armadas.
Lo hemos dicho varias veces. En Venezuela hay ideas concretas, programas y proyectos para todas las áreas sobre las que debemos construir el nuevo país. También la gente para hacerlo. Está fallando la dirigencia que debe ser capaz de arriesgarlo todo para ponerle fin a la usurpación, es decir, a Maduro y cuanto representa. Es ridículo continuar con la discusión sobre votar o no votar el próximo 6D en las condiciones actuales.
Finalmente, les recuerdo que la Conferencia Episcopal es aliada fundamental para el cambio. Comparto su última declaración, con excepción del punto 4 por confuso y contradictorio.
@osalpaz