El trabajo en modo remoto tiene muchas ventajas, máxime en estos momentos en los que la proximidad física y los desplazamientos pueden poner en riesgo la salud propia y ajena. No todo el mundo puede teletrabajar, pero en aquellos puestos en los que es posible, reduce el estrés, optimiza los horarios, ahorra dinero y deja una menor huella ecológica. Eso sin contar con que, según los estudios, favorece el cumplimiento de objetivos.
Pero estas ventajas que se están viendo a corto plazo no tienen por qué mantenerse en el tiempo ni ser iguales para todos. En mi opinión, es probable que, en muchos casos, el teletrabajo derive en un distanciamiento entre la empresa y sus colaboradores, una falta de vinculación emocional y, como consecuencia, desmotivación y baja productividad. Como escribe Murakami: «Lo que para una persona puede ser una distancia prudencial, para otra puede ser un abismo».
Si queremos evitar los efectos adversos del distanciamiento impuesto por la pandemia, debemos priorizar el cuidado de las emociones de las personas implicadas en una corporación. Estas son mis recomendaciones:
Aumentar la frecuencia de las reuniones virtuales. Mientras hemos compartido espacio, no era tan necesario reunirnos como lo es ahora. Antes sabíamos que el otro estaba ahí al lado, le oíamos hablar, sentíamos su presencia, intuíamos su estado de ánimo, percibíamos su apoyo… Ahora es preciso conectarse. Por eso es bueno programar, por qué no, una reunión virtual diaria donde veamos a la gente sin mascarilla, disfrutemos de su sonrisa, conectemos con su mirada y, antes de establecer las líneas de trabajo, preguntemos a cada uno cómo se siente.
Implicar a más gente en los encuentros. Si hay personas que deben acudir a su puesto de trabajo, también conviene que se conecten virtualmente con quienes permanecen en sus casas. Es bueno involucrar a todos los stakeholders para poder construir una red corporativa con un objetivo común, en la que cada uno cuente y sea importante para los demás.
Intensificar el reconocimiento. Ahora que no es posible dar una palmadita en la espalda, acercarse a la mesa del otro para agradecerle un informe a tiempo o enviar una sonrisa de una punta a otra de la oficina, resulta esencial dar reconocimiento a los demás, agradecer pública y privadamente su esfuerzo y premiar el trabajo bien hecho.
Mostrar confianza. Contamos con sistemas de control remoto de horarios y cumplimiento de objetivos, y está bien utilizarlos, pero sin perder de vista que delegar y brindar autonomía es la mejor forma de que las personas se sientan responsables de su tarea y, por tanto, de que se impliquen con su trabajo.
Juntos y por separado. Para mantener el espíritu de equipo, las reuniones no deben ser exclusivamente de trabajo; también pueden convocarse para tomar un café (cada uno detrás de su pantalla) y compartir cómo nos va la vida, a qué serie estamos enganchados o cuál es la última receta de cocina que hemos probado. Por otra parte, no es necesario implicar a todos a la vez; en ocasiones, habrá que conectarse solo con alguien que parece más triste o aislado, con más problemas o menos capacidad para gestionar sus emociones.
Por último, hay algo fundamental que deben hacer las empresas en tiempos de aislamiento y es cuidar la tecnología, brindando formación y proporcionando sistemas informáticos a todos los miembros de la corporación, porque, no lo olvidemos, Internet es en la distancia la principal ventana de nuestras emociones.
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