Los operadores del régimen chavista tienen muy claro cuál es su talón de Aquiles. No es el país que se derrumba ni el rechazo a Nicolás Maduro y al chavismo que ya se hace sentir en las propias clientelas del oficialismo. El punto vulnerable de este régimen son sus propias Fuerzas Armadas que actúan como soporte fundamental del Estado chavista.
Casi cualquier crisis política la puede enfrentar y controlar fácilmente el régimen chavista contando con órganos incondicionales tales como el Tribunal Supremo de Justicia y el Consejo Nacional Electoral, menos si estalla un conflicto o una rebelión dentro de sus fuerzas militares que sin duda podrían significar el fin del Estado chavista.
Teniendo esto muy en cuenta el régimen chavista, con la experta asesoría del Estado cubano, ha desplegado un sofisticado sistema de espionaje y vigilancia sobre sus oficiales militares para prevenir y abortar cualquier intento de subversión interna. No solo los agentes cubanos espían, acumulan y procesan información. En todos los niveles de las Fuerzas Armadas se ha fomentado un clima de desconfianza donde todos parecen vigilarse unos a otros al punto de que una simple captura de pantalla de un mensaje expresando inconformidad con la situación económica podría ser considerada como prueba plena en un juicio de traición a la patria, como ha ocurrido en varios casos.
Justamente por lo sensible que resulta el tema militar para este régimen no podía pasar desapercibido el inusual interés de Tareck el Aissami en posicionar sus operadores no sólo en puestos claves del Estado chavista sino también dentro de las Fuerzas Armadas. Al tiempo que El Aissami acumulaba poder político y militar dentro del régimen chavista no ocultaba sus operaciones audaces y agresivas para amasar mil millonarias cantidades de dinero a través de familiares, amigos y testaferros.
Esta acumulación de poder político, militar y económico de Tareck el Aissami se desarrolló por años ante los ojos de los otros clanes que operan en el ecosistema chavista, pero quizás sin el mismo ímpetu, velocidad y voracidad. Siendo estas unas prácticas que distinguen y caracterizan a todas las bandas del chavismo no habría motivo para suponer nada extraño en los procederes de El Aissami, hasta que alguien comienza a calcular que la acumulación de esas cifras millonarias en dólares no solo servirían para satisfacer las ambiciones personales de los operadores y sus jefes, sino quizás para un propósito mucho más ambicioso.
En un sistema como el chavista donde todos los clanes roban y dejan robar, robar un poco más no podría ser considerado como punible. Pero si uno de esos factores comienza a acumular inusitadas cantidades de dinero suficientes para cambiar la correlación interna de poder entonces difícilmente se podría esperar indiferencia de parte de los otros componentes, todos con el derecho a sentirse amenazados ante esta nueva situación. Aquí es donde surge la teoría que intenta explicar que Tareck el Aissami estaba en las fases iniciales de articular un golpe político y militar para sustituir a Nicolás Maduro, pero fue detectado y defenestrado oportunamente.
Hay una serie de eventos que ordenados cronológicamente parecen no estar relacionados pero que definen las últimas semanas de Tareck el Aissami. Uno de ellos ocurre el 21 de enero de 2023 con la sorpresiva liberación del general Miguel Rodríguez Torres, preso desde 2017 por presuntas actividades conspirativas contra el gobierno de Nicolás Maduro. Resulta sorprendente que luego de acusar a Rodríguez Torres de espionaje, traición a la patria y rebelión, el régimen lo haya liberado en una operación exprés que tomó menos de 24 horas. En ese lapso Rodríguez Torres se declaró culpable de rebelión, los fiscales desestimaron los otros cargos y el juez decretó su libertad por haber cumplido ya su condena mientras estaba detenido sin sentencia. En esas condiciones, sin duda, se trató de una liberación negociada, no a cambio de dinero como han sugerido algunos analistas, sino más bien a cambio de información incriminatoria contra El Aissami aportada por quien fuera el zar de la inteligencia en tiempos de Hugo Chávez.
Pero la liberación de Miguel Rodríguez Torres pudo haber servido como un aviso temprano de lo que le venía a Tareck el Aissami, su enemigo declarado factor decisivo en la detención del mencionado general.
El segundo evento ocurrió el 15 de febrero de 2023 en un tono de anuncio velado por dónde venían los tiros. Ese día a propósito del aniversario del programa Con El Mazo Dando en su edición 420 Diosdado Cabello y Nicolás Maduro sostuvieron una críptica conversación en la cual critican fuertemente a aquellos chavistas que llegan a altos cargos para vanagloriarse, robar y financiar proyectos personales.
Hasta aquí esa caracterización podría servir para definir a cualquiera de los asistentes al programa. No es sino hasta el momento en que Diosdado Cabello dice “…es que nos duelen esas deserciones…” y Maduro agrega “…mira cómo habla de bonito, mira cómo se las sabe todas, mira el peinadito que se pone, hablando suavecito…” cuando emerge con incontrastable nitidez la imagen de Tareck el Aissami y se entiende que es él de quien han estado hablando durante todo el programa. La conversación en la que Diosdado Cabello y Nicolás Maduro anuncian metafórica y poéticamente la caída de Tareck el Aissami puede apreciarse en todo su esplendor en YouTube https://www.youtube.com/watch?v=W49Cg6lCUxY minutos 39:10 – 43:21.
El 20 de marzo Tareck el Aissami renuncia a todos los cargos que ejercía como zar del petróleo en el régimen chavista. Horas antes gran parte de su red de operadores habían sido detenidos en medio de una operación escandalosa y propagandística que los acusaba de apropiarse de 23.000 millones de dólares producto de la venta de petróleo en forma irregular para evadir las sanciones de Estados Unidos.
Por cierto, la sofisticada investigación que termina con la caída de El Aissami y la detención de sus operadores no fue llevada a cabo por el desubicado fiscal Tarek William Saab, quien se enteró por Twitter, ni por la Policía Anticorrupción que dispone de policías pero no de personal especializado. Es altamente probable que las habilidades y capacidades de inteligencia de Miguel Rodríguez hayan ayudado a construir ese detallado expediente cuya transacción solo pudo ocurrir una vez que el mencionado general abandonó Venezuela y teniendo como garante a un conocido político español.
La forma oscura como el régimen chavista ha manejado este caso y el tratamiento que le han dado a Tareck El Aissami fortalece la tesis de un movimiento para desmantelar una conspiración en marcha en lugar de un mero ajuste de cuentas por reparto del botín. El otrora poderoso Tareck el Aissami hoy literalmente no tiene quién lo defienda o lo proteja. Ninguna organización de derechos humanos tomará su caso y ningún país, ni siquiera Siria, se atreverá a preguntar dónde está. Hoy Tareck el Aissami depende de los ritos del culto chavista y de la misericordia de Nicolás Maduro.
El régimen chavista que actúa prepotente y apoyado por Rusia, China e Irán, pero que además cuenta con la anuencia de los Estados Unidos, no se siente obligado a dar explicaciones a nadie sobre el paradero de Tareck el Aissami. El Estado chavista solo tiene que rendirle cuentas a las diferentes bandas que lo componen. Pero aun en ese mundo oscuro del crimen organizado tienen que darse algunas explicaciones con un mínimo de racionalidad sobre el destino actual o final de Tareck el Aissami.
Luego de casi 150 días sin ningún tipo de explicación, el régimen debe estar pensando en cómo presentar el acto final de este capítulo. Para calmar la angustia que reina en sus propias filas, ya es hora de que el régimen muestre a Tareck el Aissami, vivo o muerto. Quizás el anuncio venga en la forma de una sentencia severa y ejemplar. O quizá el desubicado fiscal nos presente otra vez las inverosímiles versiones de un infarto, un suicidio o que se lo comieron los cochinos. En todo caso, ya es hora de que lo muestren. No por nosotros, sino por ellos mismos.