La doctrina de toda fuerza armada está en la voluntad, el entusiasmo y el interés de sus integrantes para hablar y actuar con enlaces comunes. Eso es lo que hace de sus roles institucionales la competencia profesional de los uniformados. Y es lo que ilustra en sus enlaces hacia el ciudadano común sus convicciones para la seguridad y la defensa de su nación. La doctrina es la referencia autorizada sobre cómo los militares luchan las guerras y como ejecutan operaciones distintas a la guerra. La doctrina como conjunto de principios, enseñanzas o instrucciones y de experiencias válidas que pertenecen a un sistema literario, filosófico, político, o militar, entre otros sectores sociales, es la clave de cómo piensan esos sectores y de cómo se organizan para desarrollar sus cometidos. En el caso de las fuerzas armadas, para la planificación, la conducción y la ejecución de las operaciones militares. La doctrina militar se soporta en los textos oficiales emitidos y aprobados al más alto nivel de la institución, y contiene la organización, el entrenamiento, el material, el desarrollo de líderes y las preocupaciones de los soldados. La doctrina resume el pensamiento militar. Cuando el teniente coronel Hugo Chávez llegó a la Presidencia de la República, su primera preocupación desde Miraflores en el ejercicio de la comandancia en jefe, fue eliminar el viejo pensamiento militar de las fuerzas armadas nacionales y establecer el nuevo pensamiento militar de la Fuerza Armada Nacional que estaba naciendo a su imagen y semejanza. A la antigua estructura armada se le despojó de la condición de apolítica y no deliberante, se le diluyó en la práctica política eso de garantizar la territorialidad y la soberanía, y también lo de estar al servicio exclusivo de la nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna. El artículo 328 de la Constitución nacional era la hoja de parra que encubría la conversión de la institución armada en el principal soporte del régimen de la revolución bolivariana, de la lealtad personal de esta hacia el comandante eterno Hugo Chávez y de la activa participación de los uniformados venezolanos en la política doméstica. Y eso se inició modificando los valores doctrinarios de la vieja institucionalidad castrense con el nuevo pensamiento militar que se impuso. El nuevo uniforme, los nuevos grados, la modificación radical de los programas académicos en las escuelas de formación profesional, los eslóganes revolucionarios y el más radical viraje desde la orientación y referencia que se tenía en las fuerzas armadas estadounidenses y el uso convencional de la guerra, hasta el batiburrillo conceptual que se inició con los ensayos de la guerra de cuarta generación, la guerra asimétrica y la guerra híbrida hasta que aterrizaron en esas profundidades abisales que sirven de asiento a la nueva doctrina oficial de la Fuerza Armada Nacional de Venezuela, en algo que se llama la guerra difusa. En mis tiempos de señor oficial alumno de la escuela de comando y estado mayor, el instructor decía que la doctrina es el pensamiento, y este era la manera de actuar. La doctrina militar era el pensamiento militar de los uniformados y la manera de actuar militarmente (la guerra) para estos. Ahora comprendo esta nueva manera de actuar de los militares venezolanos con este nuevo pensamiento de la guerra difusa. Sumamente difusa. ¿Será por eso…?
Vigésimo quinto taquito
La aparición sorpresiva –explicable– de la delegación estadounidense de la gestión Biden en Miraflores el sábado 5 de marzo de 2022 puede proyectar algunas matizaciones en el curso de la guerra que se libra en Ucrania desde hace 11 días. Venezuela es un aliado político, comercial y militar de Rusia, y juega un importante papel en el hemisferio junto con Cuba y Nicaragua. Un triángulo geográfico y geoestratégico que puede poner en efervescencia a toda Latinoamérica, en caso de escalada en esta crisis entre Rusia, Ucrania y la intervención de la alianza atlántica de la cual su principal vanguardia es Estados Unidos. Las sanciones de todo orden a Rusia y los cercos que han venido imponiéndose también tienen efectos recíprocos en los países que las emiten. Alemania deja de comprarle gas a Rusia, eso tiene un impacto económico financiero en Rusia; pero también genera otro hacia los alemanes en los costos del nuevo proveedor de gas que llega directamente al alemán de a pie. Allí hay un efecto de doble vía. Rusia es el segundo exportador de petróleo global, por detrás de Estados Unidos a quien le vende residualmente un promedio de 178.550 barriles diarios lo que representa solo 3% de las importaciones de crudo de 6 millones. La crisis en Ucrania ha disparado los precios del petróleo a nivel global y ya el presidente Biden ha alertado a los estadounidenses el efecto sobre los precios de la gasolina en Estados Unidos por las sanciones que anunció contra Rusia, y reconoció que probablemente habrá un aumento de los precios en las gasolineras en los próximos meses. Ya ustedes saben cómo se explota eso política y electoralmente en la mente de los electores y cómo afecta el sueño americano. Allí también está el efecto de la calle con doble sentido en las consecuencias de las sanciones económicas que ha aplicado Occidente a Rusia. Los precios de los barriles de referencia para la comercialización del petróleo en el mundo se han ido por encima de los 100 dólares, y amanecieron en 130,1 dólares el Brent. Y seguirán subiendo a medida que la crisis escale. 60% de las exportaciones de petróleo ruso tiene Europa como destino de manera que cualquier cierre de la llave de paso afecta bidireccionalmente a todos los países involucrados. El gran catalizador de esos efectos es la duración de la crisis y el retorno a la normalidad. Mayor tiempo los afecta a todos por igual. ¿Será por eso que Vladimir Putin le tiene el freno de mano metido al desenlace militar de la crisis? Y entonces llegamos a la sorpresiva pero explicable reunión de los factores estadounidenses con el régimen rojo rojito. La simple circunstancia de cursar la invitación para hacer la reunión –probablemente la iniciativa se origina desde Estados Unidos– dice quien tiene la sartén agarrada por el mango. El régimen de la revolución bolivariana y casi toda la nomenclatura empezando por Nicolás Maduro, la primera combatiente Cilia Flores y su ministro de la defensa el general en jefe Vladimir Padrino están sancionados en la OFAC y desde ellos se han impuesto una serie de sanciones políticas, diplomáticas y económicas que le han resbalado a la cúpula de los rojos rojitos a lo largo de los años, pero han impactado en el venezolano de a pie. Como estas que han derivado de la crisis Rusia-Ucrania en rusos, ucranianos, bielorrusos, alemanes, franceses, españoles, italianos e ingleses entre otras nacionalidades. Los efectos retrucados de las sanciones a corto plazo pueden proporcionar resultados hacia los objetivos de la guerra, establecidos. Y estamos a 11 días de la guerra y el panorama se mantiene en el tiempo exageradamente difuso. Como la doctrina de guerra venezolana.
Vigésimo sexto taquito
Solo imagínense ustedes que, en este nuevo salto, ahora de la crisis venezolana amarrada a la de Rusia-Ucrania, y en la panoplia de decisiones en que, todas las opciones están sobre la mesa, que el régimen negocie a cambio de lo que vengan a pedir los estadounidenses (todos suponemos que es petróleo), el levantamiento de todas las sanciones y la intermediación para suavizar un poco las condiciones de los narcosobrinos y revaluar el caso diplomático de Alex Saab. El excremento del diablo es en este momento la coloquial bajadita de los venezolanos, donde el régimen estaba esperando a los norteamericanos a medida que lo de Ucrania se ponía más al rojo vivo. Cuando los enviados del presidente Joe Biden franquearon la reja de Miraflores para el encuentro, le entregaron a un sonriente Nicolás Maduro –a quien se sigue subestimando en el liderazgo opositor venezolano- el puñal de plata para enterrárselo al cadáver insepulto del gobierno interino. Definitivamente como lo apuntaba Carl von Clausewitz, la guerra es la continuación de la política por otros medios y a la retro biconversa, como decía Cantinflas. Y estamos en guerra.
Van 11 días de guerra y pareciera que el desenlace se prolongará más de lo estimado. Seguiremos taqueando.
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