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Taquitos para la guerra (IX)

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Las crisis y las contingencias que enfrentan hoy las fuerzas armadas son de naturaleza global (que involucran variados comandos operacionales), y se expresan en todos los dominios (el terrestre, el marítimo, el aéreo, el espacial y el cibernético) y tienen efectos multifuncionales (comando y control, inteligencia, fuegos, movimiento y maniobra, protección y seguridad, apoyos e información). Para esas crisis y contingencias hay que planificar, conducir y ejecutar la guerra, cuando el camino de la escala lleva para allá. El enemigo de hoy combina, integra y focaliza operaciones letales y elementos de poder no letales con una precisión cada vez más acelerada, refinada y extensa. A medida que la visión militar para enfrentar al enemigo se hace más restrictiva y normativa, este aprovecha las debilidades y los huecos de nuestras posiciones para explotar las vulnerabilidades, especialmente en estos tiempos, cuando los enfoques estratégicos se reducen hacia lo interno y en algunas ocasiones solo permean hacia los espacios regionales inmediatos. Hasta allí. La mundialización y la desaparición de hecho de las fronteras y la invasiva influencia de la tecnología obliga a la valoración en todos los documentos que se producen en un estado mayor relacionados con la subregión, con la región, con el continente, con el hemisferio y con el globo. El entorno estratégico es fluido – algunos analistas lo definen como liquido – pero además existen alianzas, hay asociaciones y amenazas nacionales y transnacionales en constante cambio, y se resumen en vectores que emergen, se desagregan, mutan y adquieren nuevas características, y resurgen rápidamente. Eso forma parte de una multilateralidad militar extraterritorial que incluye en algunas oportunidades al delito común como amenaza. Como lo que está ocurriendo en Venezuela con sus vinculaciones con el narcotráfico global, la corrupción transfronteriza y el terrorismo internacional. Eso configura y define nuevas amenazas que demandan de organizaciones viables y medios afines para enfrentarlas y reducirlas. De manera que los desafíos importantes y emergentes incluyen ahora, además de los conflictos armados tradicionales, las incursiones al ciberespacio, enfrentar el terrorismo con la posesión de armas nucleares obtenidas en los mercados negros, las campañas de operaciones de información y desinformación a través de las redes sociales y el uso de algunos colectivos sociales, internos y externos, como agentes de la destrucción del orden tradicional. Aunque la representación básica de la guerra no ha cambiado, el carácter del conflicto ha evolucionado. Un buen ejemplo para ilustrar el desarrollo anterior es la guerra que se libra entre Rusia y Ucrania. El conflicto que orbitó antes y durante el desarrollo de la crisis ha tenido actores de todo género e incidencias multidisciplinarias que avivan el actual desarrollo de la guerra con las influencias derivadas. Energía, comercio, economía, alianzas políticas, elecciones, multilateralidad, opinión pública, entre otros, se han convertido en vectores poderosos del conflicto; mientras la guerra y su representación básica se ha desarrollado en su concentración acostumbrada, su despliegue tradicional, y las maniobras de tierra, mar y aire se desenvuelven frente a la actividad de escrutinio y difusión de las redes sociales en tiempo real, que monta en la pantalla de los teléfonos inteligentes las verdades, las medias verdades y las mentiras de las campañas de desinformación y formación de opinión pública. Después de la guerra convencional con vencedores y vencidos, el conflicto se mantendrá en la región con otro espectro y otros protagonistas distintos a los militares. El tiempo de la guerra finaliza y empieza a manejarse el conflicto con otras agencias y otros actores para reducir los efectos colaterales de la guerra y las influencias de los vencidos para reducir y debilitar el nuevo orden establecido por los vencedores. Esa es la lucha compleja del mundo actual que diluye los esfuerzos, por la naturaleza multifactorial, multidominio y transfronteriza del enemigo, para enfrentar la violencia global y lo que hace de fuerzas poderosas, a los contrarios que han hecho del tiempo para tomar el poder y para permanecer en él, una alargada variable a su favor… en el tiempo.

Vigésimo séptimo taquito

El tiempo como referencia cronológica y como valor del clima siempre ha tenido un efecto en las guerras. Con el primero, la opinión pública, frente a un tazón de cotufas y tecleando despreocupada opiniones en cualquiera de sus redes sociales preferidas, trata de formar una matriz empujando los resultados sobre la base de los días que se alargan sin resultados, en una guerra donde el poder relativo de combate favorece abrumadoramente a Rusia frente a Ucrania. Rusia, rankeada de número 2 entre 140 naciones tiene un índice de poder militar de 0.0501 según los reportes del año 2022 del portal especializado Global Fire Power; en tanto que Ucrania, ubicada de número 22 en ese mismo índice, registra un 0.3266. Esta referencia señala que un escore de 0.0000 es perfecto para efectos de los registros. Esa valoración se hace ponderando entre otros factores, la población, el personal activo, la reserva, las fuerzas paramilitares, presupuesto de defensa, deuda externa, reservas internacionales, poder adquisitivo, aeronaves, aeronaves de combate, aeronaves de ataque (cazas), aeronaves de transporte, aeronaves de entrenamiento, aeronaves de misiones especiales, helicópteros, helicópteros de ataque, blindados, artillería autopropulsada, artillería remolcada, proyectores de misiles, portaaviones, destructores, submarinos, destructores, fragatas, corbetas, aeropuertos, marina mercante, puertos, producción petrolera y consumo interno; etc. Convencionalmente, en una apreciación de operaciones puede calificarse que entre Rusia y Ucrania existe para esta guerra un poder relativo de combate aproximado de 16 a 1, que pudiera ilustrarse más en el enfrentamiento de 16 rusos contra 1 ucraniano. Mención aparte es la fuerza de voluntad y el entusiasmo nacionalista de cada pueblo para apoyar el esfuerzo de guerra y a sus soldados, pero eso, previamente, es complicado medirlo. Y tampoco estamos incluyendo la valoración del arma nuclear. En fin, el tiempo cronológico como referencia para los resultados de la guerra – 12 días han transcurrido desde el cruce ruso de la línea fronteriza ucraniana – no es un valor en este momento para proyectar una victoria a un lado u otro. El oso ruso puede concederse el privilegio de presentar en fases sus impulsos en el músculo de la guerra, a medida que sus demandas a la comunidad internacional se procesan y deciden. La cesión del control de Crimea y el reconocimiento de la independencia del Donbàs forman parte del paquete de peticiones con las que Vladimir Putin eleva la jugada de la mano con todas las tropas desplegadas en territorio ucraniano. Ya adelantó que la negociación será larga. De manera que el tiempo en el reloj se va a extender algo, y eso de que los ejércitos caminan sobre sus estómagos debe estar garantizado en la logística rusa y en las apreciaciones que han diseñado y presentado los generales y almirantes para dilatar la guerra, como un mecanismo de presión a la comunidad internacional, para alcanzar las demandas, mientras los precios del petróleo alcanzan niveles históricos y en la Casa Blanca anuncian que hubo una reunión reciente entre el gobierno de Nicolás Maduro y funcionarios del de Joe Biden para tratar asuntos de seguridad energética ¿Petróleo? ¿Y el valor del tiempo como clima? Las experiencias de otras invasiones, pero ya al territorio ruso, han sido favorables para estos. La de Napoleón Bonaparte en 1812 con la grande armée y la operación Barbarroja de la Wehrmacht alemana de Adolfo Hitler fueron grandes derrotas alentadas por el general invierno. Saliendo como estamos de esta estación del año 2022 en Europa oriental, los desplazados ucranianos que salen de su territorio y ya alcanzan los números de un millón o más, son quienes más presionan junto con los gobiernos de las naciones vecinas para que se arribe rápido a un cese al fuego definitivo.

Vigésimo octavo taquito

Estoy curucuteando los números militares de Venezuela, en el índice de Global Firepower y está rankeada de 45 de 140 países, por debajo de Colombia que ocupa el lugar número 44.

Hoy en día son 12 jornadas de guerra entre Rusia y Ucrania. Y en Venezuela llevamos 23 años, un mes y 6 días; que hacen un total de 8.435 días en guerra. No se les olvide que, desde el primer día de la llegada al poder de la revolución bolivariana y al asumir el teniente coronel Hugo Chávez la presidencia de la república y la comandancia en jefe de la Fuerza Armada Nacional, todos los venezolanos que pensábamos distinto en el régimen éramos enemigos y objetivos militares. El enemigo interno. Además, convirtió al petróleo en un arma política a favor de otro hemisferio y otro modo de vida ¿Lo recuerdan? ¿Se les había olvidado?

 

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