Continuamos en guerra. Poco a poco ha ido escalando el conflicto y la crisis ha ido involucrando y comprometiendo más actores. Lo que arrancó como una confrontación entre Rusia y Ucrania, ha ido incorporando paulatinamente más países, más entidades y definiendo con mayor amplitud y mejor claridad los bloques. Así funciona la globalización y la puja por el poder mundial. Y las crisis que se decantan en guerra. Como esta.
A la hora y fecha, en esta esquina Estados Unidos, los países de la Unión Europea, la OTAN, los valores occidentales como la democracia, la paz, la libertad, la independencia y el Estado de Derecho; y en essstaaaaaotraaaaa la Federación Rusa y Bielorrusia, aupados desde las gradas por la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) con Armenia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Serbia; y con la Organización de Cooperación de Shanghái donde se agrupan otros miembros del club nuclear como China, India, Pakistán e Irán. Toda una panoplia guerrerista que no vaticina nada muy alentador para la paz y que pone el futuro de la vida y la civilización terrícola, con todo el arsenal nuclear a disposición, a tiro de un error. O de una decisión. El propio Armagedón.
Una decisión de apretar el botón nuclear para un disparo de alcance táctico es un error y desencadenaría consecuencias inenarrables de alcances planetarios. Dependemos de un error o de una decisión.
Tercer taquito
La aventura nuclear ha tenido desde Hiroshima y Nagasaki en 1945 varios episodios casuales y otros causales. Todos, errores que han sido corregidos por la sindéresis y el buen juicio en las decisiones finales del liderazgo y de los responsables en cada nivel. Solo voy a citar por acá los más emblemáticos.
En 1962, entre el 14 y el 28 de octubre el mundo se colocó a las puertas del holocausto nuclear. Los eventos conocidos como la crisis de los misiles en Cuba se iniciaron cuando el líder soviético Nikita Jrushchov le propuso a Fidel Castro, la instalación de misiles balísticos de alcance medio R-12 como una medida disuasiva hacia los planes del gobierno norteamericano contra Cuba. En el marco de ese acuerdo se instalaron en la isla 42 cohetes R-12 (incluyendo seis destinados a realizar tareas de entrenamiento), unas 45 ojivas nucleares, 42 bombarderos Ilyushin Il-28, un regimiento de aviones de caza que incluía a 40 aeronaves MiG-21, dos divisiones de defensa antiaérea soviéticas, cuatro regimientos de infantería mecanizada, y otras unidades militares, alcanzando a unos 47.000 soldados de la URSS en total; establecidos a 90 millas del territorio continental de Estados Unidos. La crisis se inició cuando un avión espía norteamericano U-2 fotografió y dejó en evidencia el despliegue de las instalaciones y la amenaza que representaba para anular los sistemas de alerta temprana y la defensa frente al estado de Florida. De inmediato se estableció una cuarentena y un bloqueo aeronaval a la isla. El intercambio epistolar entre el presidente John F. Kennedy y el secretario general del PCUS, Nikita Jruschov, dejó registros del tratamiento político y militar de la crisis durante esos angustiosos 14 días en los que la hecatombe nuclear penduló en las decisiones de ambos jefes de estado, con el ruido pasional de Fidel Castro que presionaba a su camarada soviético para que apretara el botón nuclear con todo lo que eso significaba. Afortunadamente privó la razón y se desescaló el conflicto. No se abrió el espacio para el error.
El 9 de noviembre de 1979, los sistemas del Norad (Mando Norteamericano de Defensa Aeroespacial) y del Mando Nacional del Pentágono y el Mando Alternativo Nacional en Maryland) se activaron por un sorpresivo ataque nuclear soviético. Aplicando la estrategia y los protocolos de la destrucción mutua asegurada, la alerta se transmitió a todo el aparato de defensa de Estados Unidos. Despegaron ocho cazas estadounidenses y dos canadienses para interceptar los misiles y se preparó el despegue de los bombarderos nucleares. Los radares no detectaban ningún indicio de ataque, aunque las computadoras alertaban del lanzamiento de 300 misiles que se dirigían al territorio continental de Estados Unidos. Las discrepancias entre las fuentes de información obligaron a verificar la alerta y a hacer una auditoría urgente y se comprobó que todo se debía a un error de los sistemas. Un error.
El 26 de septiembre de 1983, el teniente coronel de la defensa aérea soviética Stanislav Petrov, era el oficial de guardia del sistema de alerta temprana nuclear Oko, cuando las pantallas le notificaron el lanzamiento de un misil desde Estados Unidos seguido de otros cinco. Petrov con toda la sangre fría del mundo, acumulada, consideró que era un error y no escaló la información como lo indicaba el protocolo. Posteriormente se confirmó que era un error técnico provocado por una rara conjunción astronómica entre el sol, la tierra y el satélite Oko. Probablemente, si la información hubiese escalado desde Petrova los mandos superiores la decisión de hacer los disparos nucleares de retaliación se hubiera activado. No se le dio espacio al error.
El 25 de enero de 1995 un cohete científico noruego fue confundido por el sistema satelital y de radares rusos con una ofensiva misilística norteamericana. El lanzamiento había sido notificado previamente por Noruega y el aviso probablemente se había diluido en la ineficiente burocracia del Kremlin desde diciembre de 1994. El mismo Boris Yeltsin informó después de superada la crisis que tuvo en sus manos el maletín de lanzamiento para activar los códigos nucleares y hacer la respuesta oportuna en el marco de la destrucción mutua asegurada y prefirió esperar y confirmar, a riesgo de sobrepasar los 8 minutos establecidos para responder. Otro error que puso en vilo la vida humana. Privó la decisión de esperar.
Cuarto taquito
Estamos en guerra desde el 24 de febrero de 2022. Las fuerzas armadas de la Federación Rusa con el apoyo de las bielorrusas han opuesto un esfuerzo ofensivo a Ucrania que también ha ido escalando peligrosamente. Las fuerzas de occidente aliadas en la OTAN han empezado un proceso de movilización en apoyo a Ucrania y se están asumiendo otras decisiones para sancionar a Rusia y su capacidad de extender el esfuerzo bélico en el tiempo. A la hora, el presidente Vladimir Putin le ha ordenado directamente a los mandos militares poner en el máximo estado de alerta a sus fuerzas disuasorias representadas en su arsenal nuclear. No hay allí ningún error, es la decisión del comandante en jefe y jefe del Estado de colocar en el máximo apresto el arma que le garantiza contener y reducir cualquier reacción militar de otras potencias militares equivalentes. El arma nuclear es el arma de la retaliación y la venganza mientras se use en el segundo golpe. La amenaza nuclear no es para Ucrania. Y si para los otros Estados que puedan afectar el desarrollo táctico y estratégico en la operación vecina que está en desarrollo. El despliegue de los submarinos nucleares y los bombarderos, y la activación emergente de los silos y vehículos especiales que contienen las 6.255 cabezas nucleares que en caso de llegar a un último nivel de una crisis como la actual maniobrarían para impactar en las principales ciudades de Alemania, Francia, Italia, España y Estados Unidos entre otros países miembros de la OTAN. Eso hasta el momento de redactar este taquito es una posibilidad seria. Eso no es un error.
Quinto taquito
Algunos analistas están comparando a Vladimir Putin con Adolfo Hitler.
A finales de 1944, cuando ya el resultado de la Segunda Guerra Mundial estaba prácticamente cantado y la derrota del III Reich residía en el avance arrollador de los aliados, el Führer empezó a hacer pruebas con los cohetes V2, el primer misil balístico de combate de largo alcance del mundo. A partir de septiembre de 1944 los Vergeltungswaffe 2, (arma de represalia número 2) empezaron a usarse contra Londres y Amberes provocando 7.250 bajas entre civiles y militares. Fue, si pudiéramos calificarlo así, el último recurso de guerra apelado en las chiquiticas por Adolfo Hitler hace apenas 77 años. El V2 fue un arma de venganza y de represalia. Como está diseñada el arma nuclear en el segundo golpe para no registrar impunidad en la ofensiva. En este caso, salvando distancia y tiempo, Hitler lanzó el primer golpe. Después solo tuvo tiempo para meterse el balazo que lo descerebró. Y fue una decisión.
Sexto taquito
Solo una pregunta y ya conociendo el perfil del presidente de la Federación Rusa, ¿tendrá Vladimir Putin en la hora de las chiquiticas la voluntad nacionalista y patriótica en los aires de la grandeza imperial rusa y dejará de lado los escrúpulos para pedir el Cheguet –el maletín nuclear donde están todo el sistema automático de las Fuerzas Nucleares Estratégicas Rusas y todos los códigos de lanzamiento– para lanzar un primer golpe o esperará para la retaliación y la venganza del segundo? El primero será un error, el segundo una decisión.
Nos quedan otros taquitos. La guerra continúa.