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¿Tabula rasa?

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Como siempre, el tiempo pasará, el desgaste continuará y el régimen se seguirá imponiendo ante la impotencia y pasividad de millones de almas mutiladas y barrigas hambrientas todavía en busca de un liderazgo redentor.

Por supuesto, parte de la receta es tomada de los manuales del autoritarismo clásico. En tiempos de recalentamiento de los resortes que sostienen las estructuras de poder, no hay nada mejor que prender los ventiladores claves.

Ya muchos lo han dicho: el régimen madurista, bajo la fachada de su “soberbia y ejemplarizante batalla contra la corrupción”, pareciera estar llevando a cabo una sospechosa purga quirúrgica que tendría como fin el reacomodo de sus filas y cadenas de mando. En otras palabras, es como si todas las energías de los operadores de esta falsa cruzada estuviesen enfocadas en la aniquilación de esa suerte de atomización del poder que ha tenido lugar dentro del chavismo-madurismo a lo largo de los últimos años, especialmente, a raíz de la desaparición del innombrable comandante.

Por tanto, es muy posible que el objetivo de toda esta trama radique en lograr consolidar, de una buena vez, un anillo único y cerrado de donde emanen todas las estrategias y decisiones fundamentales, libre de otros tentáculos innecesarios que pudieran poner en peligro la única razón de ser de la seudo “revolución” bolivariana: la obsesión de perpetuarse en el poder a cualquier costo.

Un poco para mejor contextualizar, la mayoría de los analistas coinciden en que a la cabeza de esta supuesta cruzada medieval estaría el mismo Maduro, junto a la primera combatiente, Cilia Flores, y, por supuesto, los hermanos Rodríguez-maravilla, Delcy y Jorgito; consideraciones que encajan en su lógica, con las hipótesis que hablan sobre otros tantos polos de poder incrustados en la estructura delincuencial del régimen: Diosdado Cabello y su mazo, por un lado; el todavía insustituible ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, junto al difuso entramado militar corrupto, haciendo también de las suyas; y ahora, el dizque desterrado hijo de la revolución, que, según dicen, está recluido en la urbanización más segura de Venezuela, por allá cerca de Cumbres de Curumo.

La cosa no es tan papita 

Por supuesto que mucho de lo anterior entra en el campo de las especulaciones. ¿Qué alma en Venezuela y de su escandalosa diáspora no querría tomar como cierto que, dentro del chavismo, el factor de poder A no congenia con el D, y que éste, a su vez, se encuentra en constante enfrentamiento con el C, y que el B no se lleva con ninguno, operando, cada cual, bajo sus propias y singulares directrices e intereses?

Más en criollo: No resulta fácil imaginar al polo Nicolás Maduro-hermanos Rodríguez en confrontación directa con Diosdado Cabello y sus asociados, ni mucho menos con el siempre enigmático Vladimir Padrino López, a cuyo resguardo, en paralelo a estructuras del crimen organizado vinculadas al régimen, está parte importante del monopolio de las armas, factor determinante para el sostenimiento del régimen.

El mismo Tareck el Aissami es el ejemplo más didáctico y reciente. Mientras muchos de sus asociados y demás eslabones delincuenciales (empresarios, jueces, políticos, etc.) son mostrados a la opinión pública como presas de la “cruzada anticorrupción”, el alto gobierno de facto se sigue reservando la información sobre el destino final del exviceministro y exministro de Petróleo. Una pieza tan valiosa como los secretos que nadie de la nomenclatura chavista quisiera que fueran revelados.

Desde el punto de vista existencial todas las facciones claves del chavismo –cabe decir sus cabezas– se necesitan unas a otras. Y es que, durante estos ya 24 años en el poder, el chavismo-madurismo se ha mostrado como una fuerza monolítica a la hora de enfrentar las adversidades propias de la dinámica político-electoral.

De tal manera que la hipótesis más cercana a la realidad nos estaría indicando que, efectivamente, la cacería emprendida por el entorno más próximo a Nicolás Maduro sólo ha de alcanzar a aquellos asociados subalternos de los cabecillas de cada grupo. Digamos que podrán ser sacrificados jueces, alcaldes, seudo empresarios, parlamentarios y otras especies más, pero nunca veremos con braga anaranjada, por ejemplo, a Diosdado Cabello, Padrino López o al protagonista de esta temporada, Tareck el Aissami, aun cuando resulte más que evidente su vinculación al escándalo de corrupción de Pdvsa.

Todos los hasta ahora 54 sindicados por hechos de corrupción, junto a las tan cacareadas sanciones internacionales, representan la coartada perfecta para seguir justificando la ineficiencia del gobierno de facto; pero también, y esto hay que decirlo, la trama de corrupción en Pdvsa revela hasta qué punto el régimen madurista, por la caótica situación financiera en que se encuentra, tuvo que acabar con la fuga de recursos a manos de grupos intermediarios a los que confiaron la estrategia de evasión de sanciones.

Como bien se apuntaba antes, aquí es donde reside el meollo de la purga de Miraflores, tal vez incluso respondiendo al temor de que ciertos grupos económicos que seguro han estado surgiendo bajo el manto de la corrupción puedan en algún momento representar una especie de contrapeso inconveniente para el régimen. Mucho se ha comentado, en ese sentido, que el propio Tareck el Aissami estaría conspirando con un proyecto político y económico alternativo, en asociación con los caídos en desgracia. Lo cierto es que todas estas apreciaciones permanecerán en el complejo universo de las especulaciones hasta tanto no se sepa el destino que el régimen de Nicolás le tiene reservado a este enigmático personaje.

Pero esta historia no termina aquí. La segunda parte de la trama, tomando en cuenta lo hábil que siempre ha sido el régimen para voltear y sacarle provecho a las crisis, tendrá como protagonista a la otra parte de la ecuación.

Con la perfecta excusa de su “implacable lucha contra la corrupción”, ya las baterías del régimen están apuntando a ciertas individualidades, muchas de ellas posiblemente en carrera hacia las primarias de la oposición. Ya Juan Guaidó está avisado, y por ahí saldrán pronto otros nombres a relucir. Inhabilitaciones puntuales estarán a la orden del día, con lo cual la hoja de ruta electoral de la oposición pudiera verse seriamente comprometida.

Para 2024, si es que el régimen decide fijar finalmente una fecha para las presidenciales, Superbigote espera tener su rostro bien lavado como el paladín de la justicia y verdugo de los malhechores corruptos. Pero, por si acaso, él y su combo querrán imponer también al candidato de la oposición que mejor convenga a sus fines continuistas.

To be continued

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