OPINIÓN

‘Ta barato, dame todo

por Carlos Sánchez Torrealba Carlos Sánchez Torrealba

Así dijo, visiblemente excitada, la exfuncionaria del Ministerio del Poder Popular para el Fomento del pueblo mesmo (Mimpopofópume), cuando prendió uno de sus motores favoritos en la tienda Expensiveland, ubicada en el Agua Florida Mall de la ciudad de Miami, ahora recién cuando pasaba unos días de recogimiento pascual en la espiritual ciudad de los caimanes. No hay mall que por bien no venga, expresó, cuando se aproximaron varios paparazis y voyeristas que insistían en retratarla con toda la cantidad de bolsas que rodeaban a la susodicha. ¡Bolsas, bolsas y más bolsas alrededor!

– Yo nunca había venido a este país donde no se sabe nada sobre derechos humanos, pero, como integrante del Consorcio Alí Babá y en mi calidad de comisionada de compras, decidí venir para echar unas cañitas al aire y para aprovechar de dar mis consejos para enseñar sobre derechos humanos… Por cierto, aprovecharé de visitar los laboratorios de Helene Curtis -la hermana del filósofo Tony Curtis- que sí sabe de cañitas porque es su especialidad, a ver además cómo es que le ponen más huevo al champú y podamos seguir lavándonos ese cerebro como Dios manda, porque cabello hay uno sólo y hay que cuidarlo antes de que se ponga blanco o se caiga ¡o lo tumben otros productos!

La exburócrata se está gozando sus milloncejos de billetes verdes ¡parece que más de los que les otorgaban a los demás mortales viajeros venezolanos!, muy ajena a cualquier crisis del norte o, sin ir muy lejos, de aquí mismo. Crisis en la que ella colaboró, pero de la que se siente libre, libre, libre al fin, como una paloma. Palomas, by the way, fueron las que les pintaron los abucheadores y buzos que además no dejaban de mirarle las cirugías que la ex se ha hecho.

– ¿Es cierto que además va a cantar?

– No, niña. Yo no canto ni en el baño. Ni la lotería, pues. Los que cantan son los pollos, digo, los pájaros. No canto, sino que desafino. Mis maestros siempre me dijeron que, a pesar de mis dos grandes orejas, lo que tenía allí era un par de muelas…

– ¿Las del juicio?

– ¡¿Qué juicio, chica?! Sin juicio, sin juicio. No hay juicio alguno.

– ¿Ha venido buscando ser residente para ser aceptada como milmillonaria por el imperio?

– No ¡¿qué hubo?! No vine a eso ¿quién dijo? No, señor. Vine también a retocarme las cirugías. Pero, no ha habido detenciones en manifestaciones pacíficas. No ha habido freno ni paranza alguna por suplicio.

– ¿Y cómo va el vaso? ¿Medio lleno o medio vacío?

– ¿Me puede repetir la pregunta? ¡Dame una ayudaíta!

– Que cómo ve el vaso ¿Medio lleno o medio vacío?

– No me vengas con preguntas con piquete: ¡el vaso completo! ¡y doble! Por cierto, esto se acabó. Mira, musiú, tráeme un martini sucio ¡a lo James Bond!

Se pudo apreciar que ahora lleva la nariz respingada; el mentón partido que tenía de nacimiento ahora está entero, más pequeño y porta sendos cachetes inyectados con votos, perdón, con botox ¡muy a lo Topo Giggio! No hablemos de los ojos verdes que ahora luce.

Tan verdes como sus nuevos ojos fueron los 900 y pico de tucán de dólares que gastó en la tienda mencionada supra, en lo que representó un acto públicamente antiimperialista, sólo para llevarle algunas chucherías a su mamá y otros suyos de ella, porque para los demás: ¡Esto! Y se agarró el codo mostrando simultáneamente una turgencia muy viril con el antebrazo y el puño cerrado. Al tratar de salir velozmente de la tienda, resbaló junto a los bolsas, porque algunos gorilas que la acompañaban ¡habían dejado unas cuantas conchas de cambur regadas por el suelo!

(Tomado del libro Crónicas feas y noctámbulas. Compilación y notas a cargo de Armando Terrova, de pronta publicación.)

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