Imagínate estar en los sueños de todos, de pronto por un efecto “Mandela”, de viralización en el inconsciente colectivo, sin saber por qué.
Eres un profesor promedio, uno que como en sus clases de biología, busca pasar desapercibido como una cebra entre su manada, delante de un grupo de depredadores.
Piensa que el papel recae en Nicolas Cage, un actor que ha estado en la mente de nosotros, que la ha colonizado en su condición de estrella, amada y odiada por devenir en un meme de Hollywood.
Cage es uno de los últimos renegados de la meca, y hay que disfrutarlo mientras dure y nos regale piezas desquiciadas como Mandy.
Te hablo de Dream Scenario, una nueva sensación indie, el filme A24 de la temporada, después del éxito multivérsico de Everything Everywhere All at Once.
La premisa es sencilla e ingeniosa: qué ocurriría si un maestro de escuela se convierte en una fantasía 24-7, en un fenómeno de moda.
La película materializa el deseo creativo, en plan What If…?, para seguir la evolución de un sueño americano que parece condenado a ser una pesadilla recurrente de todos en línea: la de sufrir una cancelación por el riesgo de alcanzar una alta exposición.
La idea viene siendo investigada por los expertos de la ciencia social, quienes advierten del peligro de la ansiada “influencia”.
De tal modo, con la misma velocidad con que se endiosa a un hombre gris, pues se castiga su popularidad, al bajarlo del pedestal, casi como un acto reflejo de la masa.
Lo vemos explicado en el temido síndrome de la Amapola: aquel que procura mantener el estándar, la vara baja, cortando las alas del que destaca, de forma velada o directa.
Por eso, muchos especialistas en estrategia y crisis, suelen recomendar el bajo perfil, para beneficiar el rendimiento de un negocio, de un diseño en ciernes.
Alardear de ello puede ocasionarte desde cascadas de odio, comentarios tóxicos y la ira de los trolles envidiosos.
En consecuencia, se genera un estado de pánico programado al éxito, que hace que muchos teman sobresalir en algo: en los deportes, los emprendimientos, los proyectos culinarios de hoy en día.
Por ejemplo, el medio cultural que conozco como la palma de mi mano funciona así, en ocasiones. Por un instante se acepta la disrupción. Luego se oculta, se finge ignorarla, se le cierran las puertas, generando un ciclo de exilio y exclusión.
Estamentos como la política doméstica, también operan con semejantes leyes arcaicas, endureciendo sus burocracias de partidos uniformizados y “meritocráticos”.
De ahí que los jóvenes padezcan la brecha social y profesional al diseñarse su segregación del poder.
Es un “escenario de pesadilla” que la película de terror elevado de Nicolas Cage logra visualizar y metaforizar con los dones poéticos de Kristoffer Borgli, un chico noruego que ha derrotado al “adultocentrismo” de su país, valiéndose de las artimañas del cine que lo inspira, el de Spike Jonze y Charlie Kaufman, cuando sacudieron al planeta junto con la excentricidad de Michael Gondry.
Así ha vuelto un surrealismo que es declaradamente “hípster”, por su aspecto clean y gentrificado, que plagia y recupera sabores que fueron antes más callejeros y salvajes, para ponerlos a circular y competir en las vitrinas lustrosas de la temporada de premios.
En tal sentido, la película tiene un arranque sorpresivo y lo suficientemente gracioso en su concepto de reinvención, que le alcanza para vivir hasta un cierre que diluye el impacto inicial.
Por ende, carece del material que genera el consenso del Oscar, que tampoco tiene paciencia para la comedia o muy poco.
Soñamos, con el tráiler, en una oportunidad para el regreso de Nicolas Cage al ámbito de las nominaciones.
Tampoco le alcanzará, porque la competencia está durísima en 2023.
Tiene más opción en guion, si acaso, y en los Globos de Oro en las postulaciones de comedia.
Para nosotros es uno de los must del año. Un filme que problematiza nuestro algoritmo, que conecta con nuestros anhelos de notoriedad, de quijotismo y liderazgo carismático, trayéndolos de regreso a tierra con la brutalidad seca de una serie de terror como “Squid Game: Challenge”, donde los peces pequeños se tragan al grande, por una cuestión de mera supervivencia.
Llégate a verla y dime si pillaste algún reflejo nuestro en su dimensión de auténtica Pesadilla en la calle del infierno de las redes sociales.
Imagina que Freddy Krueger hubiese tenido un hijo con A24, usando la máscara de Nicolas Cage.
Un metacine que abre conversaciones interesantes, que sabe dialogar con las ansiedades del milenio.
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