Anoche me quedé dormido
o eso creí
porque estuve cavilando un rato
largo, distendido, que se extendía y
dilataba por los bordes imprecisos
del sueño indócil evanescente.
De cierto no puedo decir nada
salvo que mis ovejas blancas pastaban
plácidas en los vastos prados de mi
imaginación e iban lentas desapareciendo
conforme iba yo adentrándome en la
levedad del sueño que insistía en
subsumirme a la inmensurable puerta
del trasmundo
De cierto digo: traspuse mi yo
levitante y crucé fronteras indeterminadas
de brumosos y evanescentes lugares
jamás visitados por mis costumbres atávicas
Sólo ahora atisbo a vislumbrar mi
lentísima entrada a un reino prohibido
a mis tercas y reiterativas propensiones
al despertar de mis sentidos y percibo
confusamente el veto a una tímida
comprensión de la diáfana niebla
de mi extraviada imaginación presa
de un sueño insomne.