Todos los días
al clarear el alba
de mis tormentos
Evicciono mi rota
osamenta de mi
lecho de Procusto
y me doy a retomar
mis pasos cansados
por entre las sinuosas
callejas conocidas
reconocidas
y siempre extrañas
a mi enajenado ser
atormentado por las
terribles evocaciones
de pretéritas ciudadelas
tumultuarias hacían de mí
habitante ingrato y apto
para el destierro involuntario
Todos los días ingrávidos
de los calendarios
despierto de mis inhóspitas
noches diurnas
y me aviento lejos en la
lejura con mi terca imaginación
a las disolutas fronteras
del país de las nubes
evanescentes
que se dibujan y desdibujan
de acuerdo con sus
caprichosas entendederas
que, a decir verdad, no son
tales
La nubes abrileñas de
mi país imaginario
siempre se forman
y conforman en las
altas esferas de mi bóveda
craneal y trazan volutas
y sinuosos arabescos
en el aire impuro de
mi tiempo
incesantes y caprichosas
dibujan ágiles lebreles
que corren sin pausas
tras sus presas:
conejos y liebres
asustados como yo
cuando vuelvo de las
hórridas ensoñaciones
en que me subsumen
mis pesadillescos despertares.