“Sueña el Rey que es Rey, y vive con ese engaño, mandando, disponiendo y gobernando; y este aplauso, que recibe prestado, en el viento escribe. Y en cenizas le convierte la muerte, ¡desdicha fuerte!”. (Pedro Calderón de la Barca).
Hay, sin duda, mucha verdad en estos versos de Calderón de la Barca. Y más aún, en los tiempos que nos toca sobrevivir, en este siglo XXI cambalache, problemático y febril, en los que el Rey ya no es Rey, pues no reina sobre nada, pasando a ser una figura diplomática, un representante a nivel internacional y un hombre de paja, sobre el que cargar las tintas de los errores que cometen los gobiernos de turno. Una figura, hay que decirlo, con muchos detractores entre los que, con salvedades, no me encuentro.
Comprendo, es verdad, a los republicanos. Atendiendo a la utilidad práctica de la figura del Rey, uno puede llegar a pensar que es prescindible; si, además, aderezamos esto con una serie de lugares comunes sobre lo que cuesta mantener la monarquía, la polémica está servida, en este país de incultos y de borregos en el que han logrado convertir España, que no pasan del titular y no cuestionan el sectarismo de determinados medios.
Atendiendo a los datos empíricos, los que no interesan a la masa borreguera y a los políticos que desgobiernan España, el presupuesto anual de la Casa Real, para este año 2024, asciende a 8,5 millones de euros, de los cuales la mitad va a gastos de personal. Este presupuesto incluye los viajes, desplazamientos y todo el protocolo que conllevan los actos a nivel nacional e internacional en los que el Rey nos representa.
Por establecer una comparativa razonable, la Cámara alta, esto es, el Senado, que se ha demostrado y se demuestra en cada ocasión propicia que es un atrezzo protocolario, dado que las leyes se promulgan en el Congreso de los Diputados y la autoridad operativa del Senado es nula, nos cuesta a los españoles algo más de 67 millones de euros, este año 2024. Sin embargo, nadie se cuestiona su utilidad, que a todas luces es ninguna.
Por abundar en las comparativas, el parlamento autonómico catalán, tiene un presupuesto de 62,9 millones de euros para este 2024. Un parlamento cuajado de separatistas, de gente que odia a España y el resto de españoles, porque ellos también lo son, mal que les pese a muchos, que además es el parlamento autonómico más caro de España, seguido, aunque a mucha distancia, del de Madrid, cuyo presupuesto es aproximadamente la mitad.
En definitiva, el presupuesto anual de los parlamentos autonómicos ronda, euro más o euro menos, los 500 millones de euros.
Tampoco nadie se cuestiona la utilidad de los parlamentos autonómicos, auténticos nidos de corrupción, prevaricación y amiguismos, por cuyas costuras se escapan esos 500 millones que salen de los bolsillos de todos los españoles.
Para terminar esta comparativa, el coste anual de los asesores de todo tipo que tiene contratados a dedo Pedro Sánchez, entre los que se encuentran innumerables excompañeros del colegio, amiguetes y hasta miembros de su antiguo equipo de baloncesto, hasta sumar 1.626 asesores y consejeros, asciende a 72 millones de euros, resaltando que, con respecto a sus antecesores, Pedro Sánchez ha aumentado este gasto en 73% en los años que lleva en el gobierno.
Todos estos datos se conocen, son públicos. Otra cosa es que a la progresía, a los gurús de la moralidad y del fango, no les interese que los conozcamos. No lo veremos en los telediarios de RTVE, ni en los rotativos panfletarios de la izquierda. Pero, a modo de reflexión, me pregunto cómo la puede cagar tanto alguien que tiene 1.626 consejeros y asesores a su disposición. Hay que ser muy inepto, o hacerlo aposta, decidan ustedes, pues cabe recordar que el domingo, Don Felipe VI llegó a aconsejar a los ciudadanos que le acosaban que no hagan mucho caso de lo que se publica, ya que hay interés en que, como ya dijo Zapatero, haya crispación.
El domingo, ante la justa indignación del pueblo valenciano, su Majestad el Rey permaneció no solo impasible ante el peligro real de sufrir daños físicos, sino que empleó una hora y media, nada menos, en escuchar lo que la gente le demandaba, con la firme intención, estoy seguro de ello, de poner en marcha todo lo que esté en manos de España y los españoles para devolver los medios, las ganas y la fe en el ser humano a los que lo han perdido todo; empatizando, además, con los chavales que le llamaban tío y colega, de esta generación de adolescentes y jóvenes que no conocen ni respetan el principio de autoridad.
Sin embargo, Sánchez huyó, como la rata asquerosa que es, a la primera de cambio. Cabe preguntarse qué clase de protocolo de seguridad tenemos, que pone a salvo al presidente y deja a nuestros monarcas a los pies de los caballos.
En cualquier caso, conviene recordar, sobre todo a Pedro Sánchez y sus ministrillos que la misma guillotina que Robespierre inventó para los monarcas, acabó con su cabeza en un cesto de enea, en la plaza de la Concordia, de París. No vaya a ser que con tanto desprecio a la monarquía, acabe de compañero de celda de Pablo Hasel.
El domingo vimos a un hombre afrontar su responsabilidad, y a otro huir, como ha hecho siempre, sostenido por su servicio de seguridad, como una doliente Magdalena; queriendo engañar a un pueblo que ya no se deja engañar.
Desde el domingo, soy un poco más monárquico.
Viva España y viva el Rey.
@elvillano1970