¡María no es el centro, pero esta en el centro! San Luis María Grignion de Montfort
Stabat Mater dolorosa es un himno litúrgico atribuido al fraile franciscano Jacopone di Todi, su empleo se relaciona con la Cuaresma y el dolor que sufrió nuestra señora a los pies del madero de la Cruz. Sus diez primeros versos están dedicados a las vísperas, los cuatro siguientes a los maitines y los últimos seis a las laudes. El poema describe la agonía de Jesús en la Cruz, frente a su Madre.
Varón de tantos tormentos, receptor de nuestras iniquidades, carga con todos nuestros pecados en un tormento terrible, clavado a un madero, desgarrada la piel, desfigurado por los golpes, envuelto en jirones de carne y sangre, linfa y agua, auto infringiéndose un dolor así mismo, pues para hablar y respirar debía usar como pivote sus muñecas perforadas, al mismo tiempo los pies como soporte, también atravesados desde el hueso calcáneo, en cada una de sus palabras iba una lección de amor. Pero en la tercera palabra: “Jesús viendo a su Madre y al discípulo amado, que estaba allí le dijo a su Madre -Mujer he allí a tu hijo. Después diciéndole al discípulo. Hijo que alli a tu Madre” (Lucas, 1997), justo en ese momento nuestra santísima Madre sufre un Pasmo o desmayo, recordando la predicción de Simeón y una espada cruzará tu corazón.
María, es “camino hacia Jesús” (Grignion de Montfort, 2018), pues vivió su dolorosa agonía, mientras el Unigénito agonizaba en el madero, su costado perforado por la lanza de Longino, produce en María un segundo Pasmo, pero en el momento más terrible, en el descenso de la cruz, el cuerpo inerte del Cristo es acunado en el regazo de la Madre, allí las lágrimas de Nuestra Madre, se confundieron con la copiosa lluvia, con la cual los cielos lloraban la entrega del espíritu al Padre.
María, es “modelo de santidad, paciencia y fortaleza, es madre de la iglesia y puerto seguro, para el cristiano” (Grignion de Montfort, 2018). Acompañada por Juan el discípulo amado, quien la acogió como una Madre, es testigo de la victoria de su hijo sobre la muerte, puede verle en su cuerpo glorioso, como lo hiciera treinta y tres años antes, igualmente es receptora del espíritu Santo y criatura asunta al cielo.
En su dolor, se esconde el nuestro, en sus agobios, las nuestras y en su infinita misericordia, encontramos consuelo los miembros de la iglesia practicante.
En nuestro país, María aún se encuentra a la derecha de la cruz, acompañada por Juan a su izquierda, la Madre está dolorosa, envuelta en llanto, en los dinteles de las cárceles, en los horrores que ocurren en el interior de las ergástulas de esta tiranía, con sus manos entrelazadas acompaña a los enfermos terminales, en cada uno de los espasmos del dolor, que los dejan sin aliento, como sin aliento quedaba su hijo en el Gólgota, con impotencia observa los empujones y golpes propinados por un pretorio hostil, al igual que hace 2024 años lo hicieran en la vía dolorosa.
María es consuelo del cristiano, en estos momentos enjugamos nuestras lágrimas y sudor, contra su célico manto, ese mismo que nos cubre cual refugio de la furia infernal, de esta impiedad infinita, que será hoyada por su talón, pues la perversidad no prevalecerá. María es ejemplo de las Madres quienes han perdido a sus hijos en estos años de la rojo violencia, aun acurruca junto a cientos de Madres venezolanas a sus hijos yertos en su regazo.
Confiamos en su celestial intercesión, para que, bajo la advocación de Santa María de Coromoto, nos ampare y sea abogada ante el Padre, para que la justicia divina se cumpla y crepite la presencia de su hijo, luz que no es más que libertad, paz y vida. ¡Basta de tinieblas! Es tiempo del amanecer para este país menguante.
Referencias:
Grignion de Montfort, L. (2018). Tratado sobre la verdadera devoción a María. Buenos Aires: Santa María.
Lucas. (1997). 19,26-27 Evangelio. Bogotá: Paulinas.
X@carlosnanezr
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