OPINIÓN

Spinoza, Krauze y el Parque Ávila

por Alicia Freilich Alicia Freilich

Cuántas denuncias a nivel internacional desde organismos ya disfuncionales como la ONU con tantas cumbres de región y del planeta que reúnen a las dirigencias nacionales convocadas para supuestamente resolver graves crisis políticas y no logran penalizar al genocida Putin.

Llenan volúmenes gruesos sus repetidos lamentos y recomendaciones, para el caso venezolano bastaría que cada presidente o suplente, usurpador o legítimo, lleve a esos eventos turísticos una copia de las mismas declaraciones que luego de dos décadas todavía se atreven a pedir reuniones conciliatorias entre delincuentes empoderados y delegados de una oposición autoelecta, pues quienes dicen representar al sufrido pueblo venezolano sin consulta son el resto sin doctrina ni programa de gobierno, pésimas caricaturas de antiguos partidos políticos cuyas leyes y postulados exigen nuevas generaciones capaces de rescatar el Estado de Derecho y actualizar la Constitución en plena libertad.

Pero de algún modo la tardía justicia siempre llega y son los culpables en el trono, futuros reos y trashumantes fugitivos, quienes caen uno tras otro, en sus propias trampas. Nombres, apellidos, medallas y cargos cuyo solo sonido produce repudio en 90% de la población secuestrada y diaspórica.

Hubo honrosas excepciones en los dos primeros intentos de los dos primeros montajes de presuntos diálogos,pero fracasaron dadas  las evidencias sucesivas  de la psicopatología criminal gobiernera, esa que sonríe cínicamente mientras amenaza o chilla groserías desde sus palacios, cuarteles y cuevas culpabilizando a los otros, incluidos compadres, camaradas, panas de larga trayectoria para el quítate tú que has sido descubierto y te denuncio para salvarme, un tinglado de asquerosa escena que se resuelve como caricatura del mafioso empoderado y promueve suspiros de alivio para el espectador que observa de qué modo las  ratas cazan y comen gatos.

De otra manera, más sutil o sofisticada, este método del ustedes no sirven, Yo el Supremo siempre gano, funciona en personajes como un brasileño Lula cuando define al presidente de Chile, por ahora izquierdista con criterios éticos, como un despistado del todo porque no apoya el asesinato de civiles ucranianos. O la verborrea del segundo  Fernández, ese mismo que públicamente lo avisó sin rubor, le abría las puertas de su país para que se instale allí de una vez el equipo  enviado por su ejemplarizante líder Vladimir, el neonazi.

Esta nota es un monólogo catártico, sin pulitura, breve pausa para continuar el disfrute, con distanciados sorbos, de las 700 páginas que el humanista Enrique  Krauze, consciente judío laico, dedica sabia y fervorosamente a su natal México, aquel donde sus polacos abuelos, padres y parentelas forjaron productivo nido desde la pre-Segunda Guerra Mundial. Se titula Spinoza en el Parque México (Tusquets, España 2022). En la Venezuela democrática por llegar, ocupará sitio privilegiado en bibliotecas públicas, como fue y debe ser.

Obra maestra, fusiona la memoria emotiva centrada en su herencia familiar, base que le otorgó valores firmes para evolucionar desde su admiración por el socialismo autoritario de moda durante gran  parte de su juventud y adultez hacia el liberalismo intelectual activo a lo largo de sus labores como ingeniero, comerciante, lector insaciable, ensayista, cofundador y director de las revistas  Plural y Vuelta junto a Octavio Paz. Pensador profundamente analítico de la entraña fundacional mexicana proyectada en sus creadores y a la vez plasmando el trasfondo político mexicano a lo largo del siglo XX hasta hoy.

En Baruch Spinoza horada la posición del pensador heterodoxo, expulsado como  hereje por la ortodoxa judería europea de su tiempo y permaneció desde los márgenes, sin afiliarse a ninguna doctrina, ideología ni credo porque así se “puede pensar en libertad, pensar la libertad”.

Texto extenso, denso y  excelso, diseñado en diálogo continuo, ritmo de conversa capaz de atrapar fuertemente al lector y así puede comparar a los citados autores, filósofos, politicólogos, poetas, narradores, artistas y sus circunstancias mexicanas y de otros lugares con las que conoce de su sitio, patria, matria, ciudad, aldea o pueblo. Vale y mucho para quien quiere ser librepensador de cerca o lejos de su lar.

El cerro Ávila, inmenso jardín que se erige mil metros desde la arena marina sobre el valle caraqueño urbanizado para proteger a la capital y conjuntamente se inclina para abrazar el mar buscando la ubicuidad que otorga libertad, se torna  presente en esta especialísima lectura pues facilita que se borre un tanto la lejanía y una terca nostalgia se convierta en deliciosa, súbita presencia muy cercana.

Desde el duro exilio algún paisano, quizá mejor de regreso para su hogar patrio ya  libre, se servirá de este impecable modelo literario para testimoniar la creatividad  que desafiante y firme define a la venezolanidad sin fronteras.

En definitiva reflexión se trata de la libertad, compromiso en, sobre y bajo palabra.

alifrei@hotmail.com