OPINIÓN

¿Soy un NPC?

por Alejandro Termini Alejandro Termini

NPC es la expresión del momento. NPC son las siglas de Non playable character; un término utilizado en la jerga de los videojuegos para denominar a aquellos personajes secundarios que no pueden ser controlados por el jugador. El término NPC ha rebasado las fronteras de los videojuegos, ha adquirido un nuevo significado y ahora es de uso cotidiano. Si bien el concepto es amplio, por lo general, se dice que alguien es un NPC cuando su existencia es trivial y anodina. Para ponerle un sinónimo, un NPC es un don nadie; un personaje que carece de importancia. A mi modo de ver, la aparición de este vocablo en la jerga popular refleja la angustia existencial del individuo frente a la cultura de masas.

Fue a partir de este verano que las personas de mi entorno empezaron a usar el término NPC. Tras haber escuchado la expresión varias veces, revelé mi ignorancia y pregunté qué era eso de ser un NPC. Más allá del origen etimológico, me llamó la atención la explicación de un amigo, que puso a su padre como ejemplo. Mi padre era el perfecto ejemplo de un NPC. Estudió, hizo una oposición, consiguió la plaza de funcionario, se casó, tuvo dos hijos, se jubiló y murió. Dejando de lado la crudeza con la que mi amigo habló de su padre, el ejemplo me hizo entender qué significa ser un NPC. La expresión se usa para decir que una persona es sosa y común.

El NPC es el opuesto al protagonista de la película, al main character; otro anglicismo que ha ido mermando en la jerga popular de los hispanohablantes. El main character se percibe como el protagonista de la película, mientras que el NPC se percibe como un extra. A diferencia de los main characters, los NPC no suelen definirse a sí mismos como tal. A pesar de que todos somos un NPC en la vida de alguien más, son pocos los que asumen el carácter secundario de su vida ante la cultura de masas.

El término NPC era necesario y ha llegado aquí para quedarse. En la era de las redes sociales, pretendemos plasmar una imagen de nosotros mismos que nos diferencie de la masa y nos haga ver como los protagonistas de las películas. La angustia existencial del individuo del siglo XXI consiste en querer ser reconocido por los demás como protagonista, pero saber que ninguna cantidad de reconocimiento llegará a ser suficiente para coronarse como un main character. Lo que pasa es que la cultura de masas se ha hecho demasiado grande, tan sobrepoblada que ya nadie la puede digerir. No alcanza el tiempo de una vida entera para conocer a todos los supuestos protagonistas, ni para hacerse sabido como uno de estos. Bajo lemas publicitarios como si quieres, puedes, nos convencemos de que llegará el día en que seremos considerados main characters, pero la verdad es que siempre seremos un NPC para alguien; sin importar lo conocidos que creamos ser.

Ya nadie se salva de ser un NPC. Quizás antes estaba más claro quiénes eran los protagonistas de una cultura y quiénes eran parte de la masa. Ahora, el presidente de un gobierno puede ser un NPC para el que no le interese. Hay tanto contenido que ya no se puede hablar de una sola cultura dominante con protagonistas definidos, sino de muchas subculturas repletas de personajes NPC que se autoperciben como protagonistas. Hay tanto espacio que abarcar, que resulta prácticamente imposible hacerse notorio en todo el ámbito de las redes sociales.

Se nos exige que seamos main characters y que neguemos nuestra condición de NPC porque el sistema saca provecho de nuestra angustia existencial. Con cada esfuerzo cometido en aras de hacernos visibles, incrementan las interacciones de los usuarios y se reproducen los contenidos. Pasamos demasiado tiempo construyendo la imagen de nosotros mismos que pretendemos sea reconocida y aclamada por los otros. Pero se trata de una búsqueda insaciable, cuya recompensa final nunca termina de llegar. No llegamos a ser los main characters, ni nos sentimos más valiosos, ni más felices en nuestro afán de reconocimiento.

Con todo y eso, admito que me tomó por sorpresa la primera vez que me tildaron de NPC. ¿Yo? ¿Un NPC? Una amiga de mi novia había dicho que mi pinta era de NPC. Tras un rato de resentimiento, le dije: Tienes razón, soy un NPC.

Es liberador dejar de lado el deseo de ser protagonista. Saberse a sí mismo como un NPC es liberarse de la hipérbole y del miedo a ser invisible. Al fin y al cabo, el protagonismo es efímero. Nuestro valor es ajeno al reconocimiento y en el anonimato se halla gran libertad. En una sociedad donde todos pretendemos ser main characters, resulta imprescindible reconocerse a uno mismo como un NPC.