OPINIÓN

Soy incorrecto y a mucha honra

por Alfredo Cedeño Alfredo Cedeño

En estos tiempos que vivimos se ha venido desarrollando una transformación de nuestros paradigmas sociales que no logro descifrar. Es necesario decir que dicha metamorfosis no es patrimonio nacional, es una suerte de sudario que arropa al mundo entero. Así vemos a una mocosa sueca cargada de incoherencias convertida en la diosa contemporánea de la salvación del mundo. En nuestra amada España vemos a un experto en fraudes académicos encabezar un gobierno preñado de titubeos y maromas, que juega un ajedrez suicida con aquellos que apuestan por la desintegración de esa nación.

Los ejemplos de tales perversiones de valores lucen inacabables. La ética es una palabreja que se usa como muletilla para evadirse y clavárnosla en el alma, según los intereses de quien la invoca. La transparencia es como la viruela, cuando se solicita aplican un riguroso cordón sanitario que ya quisieran los indígenas en Amazonas se destinara al paludismo con similar rigor y entusiasmo. La solidaridad es un inmenso embudo en el que la parte ancha se aplica a quienes la proclaman y la parte estrecha, reducida al máximo por aquellos que la pregonan, a todos quienes estamos alrededor.  Así, de manera por demás vil, se nos va la vida mientras un muy presuntuoso grupillo –eufemismo para definir a cierto grupo de pillos– hacen lo que se les antoja para llevarnos al matadero.

Hay una trinidad de sortilegios que aplican a diestra y siniestra, venga o no el caso, a fin de cuentas son unos actores capaces de engolar la voz y proyectarla de la manera adecuada, con los cuales marean a todo el mundo. “Madurez política”, “políticamente correcto” y “adultez social”, son los sambenitos del momento con los que pretenden imponernos bozales para mantener todo igual. Al final de la jornada lo que importa es arrimar las brasas a la sardina de los vivianes de turno.

La metempsícosis en cuestión se patentiza en ocasiones como aquellos célebres cogollos de los partidos políticos luego notables, quienes a su vez ahora se manifiestan como líderes reencauchados. La ley que impera es la del acoso y extrañamiento de todos aquellos que disentimos de las barrabasadas que tratan de imponernos. No se le ocurra a nadie decir siquiera que Guaidó es flaco, la andanada será letal. Los mismos que aupaban el enjuiciamiento de Carlos Andrés Pérez, ahora se perforan el pecho a pescozadas por la necesidad de respetar las instituciones. Aquellos que coreaban loas disimuladas al comandante eterno, pese al control que tenía la institucionalidad democrática, y auparon una constituyente contra natura ahora se callan alcahuetes.

He de confesar ante todo esto que no hay mi imposibilidad de descifrarlo, es que me niego a hacerlo. Y no tengo empacho alguno en así reconocerlo. Reitero que rechazo la posibilidad de subordinarme a una casta política que es una jauría de prepagos. Todos son bendecidos y afortunados a los que les regalan viajes, les sobran amigos que les prestan camionetas blindadas, escoltas y demás baratijas. La comida seguro que se las suministra el gobierno con cajas del CLAP.  ¿Hasta cuándo joroban la paciencia?

 

© Alfredo Cedeño

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