OPINIÓN

Soto, el cuerpo escultórico

por Carlos Paolillo Carlos Paolillo

Jesús Soto

La integración de las artes en la danza escénica es un antiguo ideal. La fusión de códigos corporales, musicales, teatrales y plásticos ha interesado a esta disciplina desde sus remotos orígenes. Particularmente, el sentido plástico del movimiento ha sido una tendencia de altas valoraciones a lo largo de su historia, en especial durante sus épocas de mayor énfasis en los aspectos formales sobre los contenidos emocionales e ideológicos. El abigarrado ballet de corte francés o el exuberante cromatismo de los Ballets Rusos de Diaghilev  en los inicios del siglo XX, con las juveniles aportaciones de Picasso, Benois y Bakst, constituyen elevadas referencias de estos recurrentes acercamientos entre manifestaciones artísticas.

A partir del sentido escultórico del movimiento, los coreógrafos Merce Cunningham -recodar sus cooperaciones con Robert Rauschenberg, Andy Warhol y Jasper Johns- y Alwin Nikolais, crearon con notable personalidad en los tiempos del desarrollo y la diversificación estética de la danza moderna estadounidense. De la abstracción dancística por ellos planteada y sus indagaciones de las nociones de cuerpo y objeto, espacio y tiempo, surgieron transformadores lenguajes que hicieron de lo corporal y lo plástico un todo indivisible.

Singulares experiencias ha vivido la danza venezolana en torno a las artes visuales, fundamentalmente en relación con la escultura. Dentro del imaginario de la danza contemporánea nacional se encuentran las intervenciones coreográficas realizadas por Sonia Sanoja a los penetrables de Jesús Soto en la galería Denis René de París a finales de los años sesenta, así como a las obras de Gego (Coreogegos) y Colette Delozanne (Signografías)) en Caracas durante los setenta y ochenta.

Sonia Sanoja en París. Intervención coreográfica a un penetrable de Soto

El Ballet Contemporáneo de Cámara, fundado y dirigido por María Eugenia Barrios, estrenó en 1975 la obra Vuelos rituales, del coreógrafo estadounidense John Butler, con música del compositor alemán Hans Werner Henze y diseño de escenografía de Jesús Soto. Ocho bailarines se desplazaban en el Teatro Municipal de Caracas enmarcados por la estructura ocre concebida por el fundamental artista cinético.

La compañía de Barrios durante sus diez años de existencia convocó también a los artistas plásticos Carlos Cruz Diez, quien realizó los diseños de Cromosaturación, obra de la propia coreógrafa, así como a Mercedes Pardo, Víctor Valera y Armando Barrios, en una suerte de línea de investigación y creación compartida durante ese tiempo entre artistas de la escena y creadores visuales.

A principios de los años noventa, Rafael González creó Penetrables, uno de sus primeros estudios coreográficos inspirado en la experiencia cinética contenida en las obras de Soto,  concebido para bailarines del Instituto Superior de Danza. La acción escénica ofrecía ya indicios de la línea creativa, siempre vinculada con la concepción de la danza como hecho visual, que lo caracterizaría en adelante como coreógrafo.

Cabría recordar aquí también, el admirado telón de boca de la Sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño, diseño de Soto, que en épocas pasadas desveló ante las audiencias numerosas obras de danza, ópera, música y teatro.

Especial fue también la colaboración de Jesús Soto con la primera bailarina cubana Alicia Alonso. En 1978 realizó el dispositivo escénico de la obra Génesis, creada para el Ballet Nacional de Cuba y estrenada en el Gran Teatro de La Habana. Antes, en 1965, el  artista venezolano había diseñado el elemento escenográfico de Violostries, titulo abordado por el Theatre Contemporain de la ciudad francesa de Amiens, contando con la composición del músico electro acústico galo Bernard Parmegiani.

El contacto de Jesús Soto con la danza fue revelador. Dijo el crítico Robert Greskovic: “Los valores de la danza, se han comparado a menudo con los valores de la escultura”.

Ballet Contemporáneo de Cámara. Vuelos rituales, diseño escenográfico de Jesús Soto