Sonia Sanoja (1932-2017) representa la figura femenina icónica de la danza contemporánea venezolana. Su labor pionera como bailarina y coreógrafa la convirtió en un referente no solo nacional, sino también latinoamericano y mundial. El gesto ancestral, también de vigorosa modernidad, y su proximidad al cuerpo escultórico y cinético que la caracterizaron, llenó su desempeño artístico de un sólido sentido de identidad.
El de Sonia fue un ámbito recóndito. Su expresión corporal emergía de niveles profundos. La visceralidad de su movimiento reflejaba, al tiempo, un particular estado de equilibrio emocional, de imperturbable serenidad interior y armónica convivencia de su ser íntimo con su entorno. Su danza, incontaminada, no pregonaba, sin embargo, una abstracción aséptica. A estadios originarios remitía, de una poderosa energía era transmisora. De ella siempre se exaltó su condición telúrica surgida con irrefrenable intención renovadora.
La suya es una danza que remite a la esencia y al experimento. En el movimiento denso, puro y desprovisto encuentra su medio natural expresivo. Elocuentes silencios, reveladoras voces poéticas, sugerentes sonidos, sorprendentes texturas, conforman junto a su intensa gestualidad, un universo complejo y sencillo a la vez. Sus obras son testimonios escénicos de elevadas valoraciones conceptuales y estéticas.
Escribió Miguel Otero Silva: “Sonia Sanoja nos revela al danzar la raíz de nuestra materialidad, como en un fantástico estallido de manifestaciones primitivas y de gestos que descarnan lo esencial”.
Hace cuarenta años la Universidad Central de Venezuela realizó el audiovisual Sonia Sanoja, un tesoro documental que propició una afortunada coincidencia de talentos: el hondo gesto de la bailarina, el aporte literario de José Balza en la realización del guion y la recia voz del actor Luis Salazar en la narración.
Reveló Balza: “Porque cuando Sonia baila su cuerpo obedece a la más secreta fuente de movilidad: el pensamiento”.
Se trata de una obra que presenta la Ciudad Universitaria de 1979 en su esplendor artístico y también en el fragor de las luchas reivindicativas. Sonia transita y danza en los pasillos de la plaza cubierta en medio de un jardín de esculturas y murales. También al lado de gente aglomerada y pancartas contentivas de protestas y demandas. Lo hace en un momento para ella de máximo poder corporal y expresivo.
El audiovisual la muestra también dentro de la cámara negra del estudio de la televisión universitaria, interpretando algunas de sus obras referenciales. Antes, se la encuentra en el ritual que para ella fue siempre el acto vestirse y maquillarse para la representación definitiva. Su intrínseca voz da cuenta de este proceso lento y minucioso.
Luego se la verá en su singularidad de bailarina solista interpretando Cuerda, simple medida, composición musical de Alfredo del Mónaco, acción escénica inspirada en la obra escultórica de Gego; o Regresan a tu ombligo, música de Lou Harrison, sobre un poema de Octavio Paz.
El audiovisual en referencia preserva un significativo contacto con un lenguaje y una estética reconocibles y representativos dentro de la danza contemporánea venezolana. A través de ellos, a través de la danza, Sonia Sanoja continúa presente.
Valoró el historiador y crítico Paul Bourcier sobre la bailarina: “Un rostro emocionante de ídolo aborigen. Unos ojos alucinados, un cuerpo que une la gravedad a una plástica sorprendente. Dentro de lo genial, las coreografías insólitas de Sonia Sanoja”.