“Somos un continente rico con demasiado pueblo pobre” fueron palabras pronunciadas por el ex presidente uruguayo Pepe Mujica cuando el presidente brasileño Lula da Silva le colocaba la máxima condecoración de su país, allí en su modesta granja en las afueras de Montevideo, el pasado 5 de diciembre. Son dos personas que tienen autoridad en ese campo.
En el gobierno de Mujica del 2010 al 2015 se redujo la pobreza del 40% al 12% y continuó la reducción con los gobiernos siguientes hasta el 9% en la actualidad. En los dos períodos de gobierno de Lula del 2003 al 2010 salieron de la pobreza cerca de 20 millones de personas, el porcentaje de pobres era del 48% y bajó a un poco más del 30%, hoy es del 27,4%.
Ese contraste entre Uruguay y Brasil, el primero un país modesto frente al segundo gigantesco demuestra patéticamente que el éxito de un país, medido por el bienestar de su población, no tiene nada que ver con su tamaño y su dotación de riquezas naturales. En materia de desarrollo humano los campeones de América Latina son Chile, Uruguay y Costa Rica. En cambio países grandes y ricos en recursos naturales como Brasil, Argentina, México, Perú, Colombia, Bolivia y Venezuela abunda la pobreza.
En nuestro continente en general ha venido disminuyendo la pobreza, aunque muy lentamente, con excepción de Argentina, Guatemala, Nicaragua, Perú y Honduras; y Haití, Cuba y Venezuela, que son casos especiales. Haití es una tragedia que dura muchos años y no ha habido manera que mejore su situación; Cuba no ofrece estadísticas confiables pero su situación es de una pobreza generalizada, y Venezuela pasó a ser el segundo país de América Latina en porcentaje de pobres.
¿Qué explica entonces que en un país exista menos pobreza que en otro? Uno se sorprende cuando ve la cantidad de explicaciones que se dan, incluso de organizaciones especializadas: la densidad de población, insuficiente inversión privada, retraso tecnológico, la corrupción y hasta factores climáticos, predominio de determinadas creencias religiosas, temas raciales, tradiciones y muchas otras razones.
Sin embargo, al realizar unas sencillas comparaciones se puede constatar que hay mucha pobreza en países grandes y pequeños, muy poblados o poco poblados, tradicionales o modernos, de historia antigua o reciente, de diferentes credos y tradiciones. Pero también existen otras comparaciones útiles y de allí se pueden deducir ciertas conclusiones: los países donde la pobreza es poca existe libertad, democracia, justicia, confianza en las instituciones, estabilidad política, respeto a los derechos humanos.
Cuando en un país prospera la libertad y el Estado de Derecho, baja la pobreza. La corrupción es causa de la pobreza, pero si existe justicia e instituciones serias no hay corrupción y en consecuencia la pobreza se reduce. Los países autoritarios causan pobreza. El caudillismo causa pobreza. La concentración del poder causa que exista mucho pueblo pobre y una poca oligarquía muy rica y ostentosa.
Ya vemos cómo vive modestamente Pepe Mujica, como la mayoría de los uruguayos. ¿Cómo viven los mandatarios de los países con elevada pobreza? ¿Y cual es el sistema político que promueve ese estilo de vida modesto, frente al estilo de suntuoso? Allí están las respuestas.
Un continente rico en recursos naturales pero con pueblos pobres, es porque tiene un enorme déficit de libertad, de democracia, de instituciones decentes y de confianza. Los países ricos en libertad, en democracia, en respeto entre las personas y las instituciones, no tienen pueblos pobres, así sea pequeños y con pocos recursos naturales.
Aquellos países latinoamericanos que mantienen buenos climas de libertad y democracia, instituciones sanas y confiables, ven como sus niveles de pobreza bajan. No hay ninguna duda que para cumplir los sueños de un continente rico sin pueblo pobre sólo hay que expandir la libertad, la democracia, la justicia y la confianza. El despertar del individuo y de la sociedad hará el resto.