Nos ha tocado, como generación, enfrentar desde hace 26 años los tiempos aciagos en los que ha predominado el movimiento antihistórico, transmutado desde su inicio en ecosistema criminal, ensañado en demoler el edificio republicano y los valores morales de la nación, dejando el saldo de un gravísimo daño antropológico a la sociedad.
El caos institucional que vive Venezuela con la entronización de la usurpación en el poder no es un problema de izquierdas y derechas, sino de libertad y justicia. No se puede estar en el medio entre la justicia y la corrupción, entre el respeto a los derechos humanos y la tortura, y entre los que obran bien y los que hacen mal y los que no hacen nada. No hay manera de estar en el medio.
Resulta inocultable el incremento del número de países que se han venido sumando a la causa de la libertad, al rescate de la democracia y el reconocimiento de la voluntad popular expresado en los comicios del 28 de julio.
La juramentación írrita y fraudulenta no es más que la continuación de un poder ilegítimo que rompió desde su inicio el orden constitucional. La lealtad, obediencia y sumisión de la Fuerza Armada, su razón de ser, es el acatamiento de la Constitución y la soberanía popular, que con un aluvión de votos se manifestó en la clara elección de Edmundo González Urrutia. Se notan trazos de quiebres en su seno.
Se cierne, nuevamente, el peligro -por la pretensión de la dictadura continuista- de instaurar el Estado Comunal, mediante la manipulación de una Constituyente.
Muchos venezolanos han pagado con cárcel su determinación de ejercer soberanamente el derecho al sufragio y de defender pacíficamente su acción ciudadana.
La líder María Corina Machado dio un nuevo paso al frente, dando el ejemplo, y valientemente manifestó su solidaridad con miles de presos políticos y corrió los mismos riesgos al asistir a una protesta pacifica. La autenticidad de un liderazgo se acrisola de esa manera: de frente y dando la cara.
Se han sostenido y llevado a cabo estrategias, éstas como los procesos de planificación, no son rígidas sino flexibles, hay que cambiarlas por los hechos desencadenados y fijarse unas nuevas y reorganizar a la oposición. Somos mayoría evidente pero ellos cuentan con la capacidad de coerción.
Allí se encuentran, agazapados, los factores de seudoempresarios que juegan a la normalización, siempre ayudando a fortalecer al régimen, movidos por sus intereses crematísticos.
No podemos olvidar que enfrentamos a un narcorrégimen, envuelto en negocios ilícitos, que significa la salida del país de unas 500 toneladas al año de drogas. El enemigo camuflado de la normalización y la oposición colaboracionista hay que apartarlos definitivamente, como decidió la gente en las primarias
Los venezolanos no se rinden, permaneceremos firmes hasta recuperar la democracia. Manteniendo en alto el compromiso cívico por la libertad, el futuro y el bienestar de Venezuela, unidos alrededor de una causa común: una república con instituciones y contrapeso de poderes independientes.
El régimen oprobioso va de salida. El monarca luce desnudo en el día de un redoblado desconocimiento del orden constitucional.
Libertad plena para Javier Tarazona, los policías metropolitanos, los comandos de Vente, Rocío San Miguel, Dignora Hernández, Henry Alviarez, Carlos Julio Rojas, los menores de edad presos, y los hermanos Guevara! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!