Todo indica que los peruanos volveremos a las urnas en 2024. Tras año y medio de incertidumbre y desmantelamiento del aparato estatal, lo más sensato hubiera sido permitir que Boluarte termine su mandato y utilice su periodo presidencial para enfriar el escenario político, reconstruir el Estado y recuperar la economía. Sin embargo, la presión política sobre ella y el Congreso se ha impuesto y se ha optado por el adelanto de elecciones, con reforma política incluida, como salida a la crisis.
Sin duda, adelantar las elecciones a abril de 2024 es mejor que adelantarlas a diciembre de 2023. Se contradicen quienes quieren que «se vayan todos» y que «se renueve la clase política», pero hacen berrinche por un adelanto de elecciones al 2023, que habría limitado la oferta política a la decena y algo más de partidos inscritos, dejando en suspenso a los que están en proceso de inscripción.
Respecto a las reformas, resulta imposible no ser escéptico de las reformas que se lleven a cabo por este Congreso. ¿Qué puede saber “Chabelita” o Susel Paredes sobre el sistema político? También lamento las soluciones que se ofrecen a la pésima calidad legislativa y la atomización en el Congreso.
Por ejemplo, para mejorar la calidad legislativa se vuelve a insistir en el bicameralismo, una reforma poco popular y que tendrá poco impacto en la producción de leyes. La oferta política en Perú es tan limitada que difícilmente el Senado estará compuesto por personas muy distintas a los actuales congresistas. De hecho, si lo que se quiere es un Congreso con representantes más responsables y sobre los que exista un mayor control político, el camino es aumentar el número y reducir el tamaño de los distritos electorales, apuntando a tener 200,000 electores por congresista. De esta forma, se fortalecerá la relación congresista-elector y el congresista responderá por su voto ante un grupo concreto y reducido de electores, y lo mejor de todo: no aumentará el tamaño del Congreso, es decir, será una reforma popular.
Aumentar el número y reducir el tamaño de las circunscripciones también resuelve otro problema: la atomización en el Congreso. Para resolver este problema, se propone que la elección parlamentaria sea después o incluso en la misma segunda vuelta presidencial. Una reforma que no nos acercaría al presidencialismo como algunos creen, sino a una dictadura, en la que el presidente electo tendría el segundo poder del Estado alineado con sus intereses y contaría con todas las herramientas para hacer tabula rasa con el país. Debemos saber que especialmente en el presidencialismo, contar con una oposición constructiva y fiscalizadora es vital para el equilibrio de poderes. Es absurdo prohibir la reelección presidencial por la fragilidad de nuestra democracia, pero al mismo tiempo modificar nuestro sistema electoral para eliminar a la oposición y asegurar un Congreso oficialista.
A diferencia de la propuesta que se discute en el Congreso, aumentar el número y reducir el tamaño de los distritos electorales reduciría la atomización en el Congreso sin poner en riesgo la democracia, ya que dicha reforma no estaría orientada a favorecer al Ejecutivo, sino a favorecer a los partidos con más votos en cada distrito. Naturalmente, para el éxito de esta reforma sería necesario aumentar considerablemente el número de circunscripciones, de 27 a unas 120, lo que garantizaría la pluralidad así como la posibilidad de acuerdos en el Congreso. El mejor ejemplo de este sistema es Alemania, donde existen 299 circunscripciones y que en comparación con España y Francia, las elecciones arrojan más resultados que aseguran la gobernabilidad.
Por último, me alegro de otras propuestas que están en la Comisión de Constitución, como la que propone la renovación del Congreso por mitades. Esta reforma obligaría al Ejecutivo y Legislativo a rendir altamente en sus tareas para evitar ser castigados electoralmente. Evidentemente, esta reforma supondría volver a la reelección congresal.
En fin, esperemos que esta reforma sea beneficiosa y que no termine empeorando lo que pretende mejorar, como la anterior reforma política de Martín Vizcarra y de Tuesta.
Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú
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