Reconstruir el país en democracia, abonando hacia el bien común, es el objetivo de la lucha que libramos por el rescate de la libertad.
Una solución integral a una crisis integral. Muy distinto de los objetivos de la oposición integrada, vaciada y carente de vocación de poder. La oposición entregada no busca la liberación de Venezuela, sino acomodarse al régimen que asigna los roles y medra a su sombra. Desdeñan las condiciones sine qua non de la carta democrática: elecciones libres, derechos humanos, garantías constitucionales, separación de poderes y sistema plural de partidos.
El país rompió con esa política y con esos politicastros. Dicen cosas y no cumplen. Un político fracasado se retira como lo hizo Pablo Iglesias. Aquí nadie paga costo político, se solapan en la desmemoria a la que siempre apelan. Ocariz deambula como ánima en pena llamando a legitimar liderazgos en elecciones espurias.
Escuchamos, con cierta indignación, al presidente de Conindustria explicar de manera cantinflérica que no importa el origen del CNE sino la legitimidad de sus acciones, insistiendo en que no deberíamos quedarnos en los problemas de origen. Por Dios, señor, ese adefesio ilegal acaba de ser designado y usted se traga sin eructar esa rueda y cifra sus esperanzas en sus acciones, sin percatarse de que nació muerto. Esto es una forma descarada de someterse.
Vemos a la devaluada Fedecámaras deseosa de ser parte de la pugna rentística, para que le caigan las migajas de la mesa del amo autoritario, derivadas de la venta del país por saldos en plena ejecución por el régimen.
Descartamos la cohabitación con el castro-chavismo entendido como una forma criminal de hacer política, que distribuye rentas ilícitas apalancándose en la delincuencia organizada asumida como actor político. El poder coludido con el crimen producirá siempre impunidad.
La región permitió con indiferencia que Venezuela se convirtiera en el santuario de la guerrilla, que ha sido engordada por largo tiempo para atacar a Colombia. Se va extendiendo este cáncer hasta convertirse en una amenaza visible para la administración Biden. Hay que volver a las premisas y generar los incentivos que se conviertan en fuerza superior para que esto ceda. Ejerciendo presión nacional e internacional y unificando las fuerzas internas bajo liderazgo comprometido.
La normalidad no existe sin libertad. La normalidad es la democracia. Al dictador se saca de raíz con el cese de la usurpación, seguida de elecciones libres, justas y transparentes.
Hay que dedicar tiempo a los esfuerzos de comprender y pensar libremente, lo que está pasando en Venezuela y el mundo, para que la fuerza maligna sea incapaz de domarlos. Así nos reaseguraremos de que las opiniones y propagandas basadas en la mentira no suplan las ideas.
Nuestras capacidades y fortalezas son infinitas, y con nuestra determinación pondremos fin a esta guerra contra una población desarmada.
¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!