El registro de atropellos y dislates de la revolución venezolana es tal, que se hace difícil encontrar un mínimo aspecto positivo en ella. Su capacidad destructiva ha sido atómica, razón por la cual, en el futuro lejano, habrá que hacerse grandes esfuerzos para encontrar facetas favorables, sin un ápice de contaminación o de mala praxis. Es suficiente con revisar al azar cualquiera acción significativa llevada a cabo durante la gestión de Hugo Chávez, para encontrarnos con un entuerto.
Ese es el caso del Viaducto N° 1 de la Autopista Caracas-La Guaira. Dicha autopista se construyó durante la gestión de gobierno de Marcos Pérez Jiménez, entre 1950 y 1953. Para el momento en que concluyó su construcción fue considerada como una de las obras de ingeniería más importantes de América Latina.
Años más tarde, concretamente en la década de los setenta del siglo pasado, se realizaron varios estudios en los que se ponía de manifiesto el fatal destino del mencionado viaducto, producto de problemas geológicos. Posteriormente, hacia los años noventa se constató nuevamente que el viaducto tenía problemas y que su colapso se podría producir 12 años más tarde, lo cual afectaría gravemente el traslado de personas, bienes y servicios entre Caracas y La Guaira. El asunto fue entonces abordado en los gobiernos de Jaime Lusinchi, Carlos Andrés Pérez (segundo mandato), Ramón J. Velásquez, Rafael Caldera y Hugo Chávez.
Correspondió al gobierno de Caldera la realización de una licitación internacional para la construcción de un viaducto alterno, en la cual se incluyó el derecho que tendría la empresa seleccionada para realizar labores de mantenimiento de la autopista Caracas-La Guaira, por un lapso de treinta años, estando además autorizada a cobrar peaje. El consorcio mexicano-venezolano Baninsa-ICA (que luego cambió su nombre por Aucuven) recibió la buena pro para dicho contrato, a finales de 1995. A finales del siguiente año se firmó el respectivo contrato.
Entonces la revolución bonita se interpuso en el camino y a la machimberra cuestionó la validez del contrato antes mencionado, y procedió a rescindirlo. Aucuven no tuvo más alternativa que elevar el asunto a la consideración del Centro Internacional de Arreglos de Diferencias Relativas a Inversiones, en Estados Unidos, el cual se pronunció a favor del demandante, obligando al Estado venezolano a pagar una cuantiosa indemnización.
En enero de 2006, a raíz del desplome de una de las columnas del viaducto, este fue cerrado al tráfico vehicular. Poco después, el día domingo 19 de marzo de 2006, colapsó la estructura. Por parte del gobierno revolucionario no hubo ninguna expresión autocrítica. Eso poco importaba.
Lo que ha sido, es y será esta revolución que domeña a los venezolanos, ya fue anticipado por Jorge Luis Borges en un bello soneto que comienza así: “Ya somos el olvido que seremos/ El polvo elemental que nos ignora”.
@EddyReyesT
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