Pan y circo es una expresión que comúnmente escuchamos sin que en realidad la generalidad de las personas conozcan a cabalidad sobre su concepto, historia, tradición, como las consecuencias de su aplicación.
Esta metáfora popularizada en italiano “Panem et circenses” hasta donde se conoce viene de la época imperial romana, y eran solo los eruditos quienes manipulaban su significado aconsejando al César, la máxima autoridad, pero también dueño y señor del vasto territorio legionario; su empleo y grado.
Se fundamenta tal práctica en las nociones expertas de entretenimiento y alimentos que para la región se convierten en la distracción para el vulgo a través del circo, como la distribución de alimentos, el trigo principalmente.
Su regulación termina siendo un control social que llevado a niveles del poder se convierte en un arma política muy eficiente.
Tanto es así que a través de los siglos, por su utilidad, casi todos los seres al mando de multitudes en mayor o menor grado han utilizado “Pan y circo”.
Los dignatarios que han echado mano de su uso equilibradamente han pasado a la historia como buenos conductores de su pueblo. Destaco al noble romano Livia Drusila y el sacro Tito Yaxur del Porte.
Por el contrario, aquellos que han abusado del circo y distribuyen pocos alimentos terminan siendo rechazados al ser evaluada su gestión, por ejemplo los emperadores Calígula –Gaius Julius Caesar Augustus Germanicus, en latín– y Nerón (Nerón Claudio César Augusto Germánico, en castellano).
El terror es el punto de quiebre entre la tolerancia y la dictadura cuando el hambre no puede ser mitigada con el circo.
Con la llegada del populismo a Venezuela, tiempo de Hugo Chávez Frías y Nicolás Maduro Moros, ambos hacen uso del mayor ingreso fiscal y premeditadamente abandonan sus responsabilidades; corrompen a los burócratas, quienes se apartan de su deber ineludible como servidor público y mediante concierto con funcionarios del Estado constituyen la mayor mafia conocida para defraudar a la nación. Estos malvados abusaron de la aplicación en cuestión hasta dejar a todos sin un real.
Bajo tal mascarada revolucionaria de supuesta reivindicación y con la alforja del Estado vacía por intentar imponer la falsa revuelta heroica a otras naciones del continente americano, los oriundos bolivarianos se ven desguarnecidos de servicios comunes y alimentos.
Mientras las enfermedades y epidemias ocupan los espacios del circo que trata de imponer el verdugo Maduro en la TV, la trama parece llegar a su final, pero nadie sabe si para bien o para mal.
El hombre de a pie por ausente vitalidad, como consecuencia de las desaparecidas recetas curativas y considerar muy lejana armas amigas que salvarán la república, percibe incierto su futuro y se pregunta si solo le queda esperar la muerte ante la impotencia reflejada por el presidente bueno Juan Guaidó ante los invasores rusos, chinos, noruegos y cubanos, las FARC, el ELN, los guerrilleros, los traficantes y los ya crecidos bolichicos.
La falta de alimentos y en ello incluyo drogas en general, es una planificación oficial ya que el gobernante Maduro Moros prefiere comprar armamento que darle de comer al pueblo, ni permitir su libre importación de bienes comestibles. Los quiere muertos o cadavéricos para manipularlos.
Información dada a conocer por las autoridades de la Secretaría de Hacienda de México, unidad de investigación financiera que publica el medio digital 100%, indica haber congelado diecinueve cuentas de personas naturales por haber adquirido irregularmente y enviado a Venezuela, a los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), alimentos en mal estado y rubros no aptos para el consumo humano.
El reclamo de la autoridad punitiva mejicana es de 150 millones de dólares con sobreprecio de 112%.
Igual panorama se observó en Colombia, cuando la autoridad aduanera del Caribe neogranadino decomisó contenedores dirigidos a los CLAP de Venezuela por anomalías parecidas.
Tanto la investigación policial en el Distrito Federal mejicano, como por igual la de los samarios en el litoral a nivel judicial, siguen su curso por los montos aun pendientes de totalizar en el hecho y determinar otros posibles implicados en la operación delictiva.
Nada dicen las autoridades de aduanas en Venezuela, tampoco reportan los exámenes practicados a los alimentos a los cuales están obligados los expertos en el Ministerio de Salud.
Mucho menos exponen las diligencias hechas para salvaguardar los intereses de la nación y el Ministerio Público brilla por su ausencia.
Tal desidia es una clara demostración, por lo reiterado de las transgresiones, de que para el gobierno del dictador Nicolás Maduro la importación de alimentos y medicinas dañados parece ser una política de Estado.
Por el hambre que ha causado, los males epidémicos que han vuelto al país por indiferencia de las autoridades sanitarias y el aumento en la tasa de mortalidad infantil, Nicolás Maduro y Hugo Chávez se me parecen a los siniestros emperadores de Roma, Calígula y Nerón.
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