Los que hemos tenido a un ser querido preso, sabemos lo que representa para las familias semejante penuria. Por eso no escatimo oportunidad para manifestar cualquier sentimiento de solidaridad para las víctimas de la persecución que lleva adelante el régimen venezolano, que no cesa en aplicar todo tipo de hostigamiento y sin limitaciones para tratar con crueldad a los presos políticos civiles y militares, sino que extiende sus tentáculos para atropellar a los familiares de quienes ya bastante tienen como penuria estar privados de su sagrada libertad.
Por eso tengo a diario en mis oraciones a Juan Requesens, un joven que representa los sueños de miles de jóvenes que se esmeran en dar lo mejor de cada uno de ellos para alcanzar la democracia plena en la que aspiran vivir algún día. Él por lo menos está vivo, preso, pero respirando, no así las decenas de muchos que fueron asesinados en las calles de Venezuela y por cuyo descanso en paz también elevamos nuestras plegarias noche a noche. Como madre entiendo el infinito dolor de los progenitores que se levantan evocando a sus hijos que desaparecieron en manos de esos asesinos que les cegaron su existencia. Lo he vivido en cada encuentro con los padres de Neomar Lander o de Juan Pablo Pernalette, tal como lo ha puesto de manifiesto Israel Cañizales cada vez que narra la tragedia que vivió su hijo Armando, una de las víctimas más emblemáticas de la masacre continuada que ha venido ejecutando la narcotiranía que encabeza Nicolás Maduro.
Lo siento en el alma, cuando veo a la madre del capitán De La Sotta clamar por la vida de su hijo encerrado en los calabozos de la DGCIM, o escuchar las suplicas de la señora Teresa Sánchez, madre de Rafael Tarazona, enclaustrado injustamente, simplemente por defender los derechos humanos de los venezolanos.
Para que esta lucha sobreviva a las frustraciones y muy especialmente a las maniobras que implementa la cúpula que desgobierna a nuestro país, con la intención de desmontar el ánimo y la voluntad de seguir adelante de todos los venezolanos, es indispensable que nos transmitamos solidaridad unos a otros. Esa es la sabia que no puede faltar en el espíritu de las familias que escarmientan ese suplicio representado por la incertidumbre de no saber si su ser querido amaneció vivo.
Los familiares de presos políticos que han protagonizado huelgas de hambre, como un mecanismo para denunciar ante el país y frente a la comunidad internacional todo cuanto ocurre dentro de nuestras fronteras, sabemos los riesgos que están implícitos en semejante acción de protesta. Por eso no hemos dejado de publicar, aunque sea por las redes sociales, nuestras palabras de apoyo moral a los progenitores, esposa e hijos del teniente coronel Igbert Marín Chaparro, un calificado oficial de nuestra Fuerza Armada, encarcelado por ser leal a los principios con los que fue formado en su Academia Militar.
¡Ante cualquier instancia, seguiremos pendientes de todos nuestros presos políticos!