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Soldados de la democracia

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Algo debe haber en nuestro inconsciente colectivo que nos induce a pensar que es una buena idea dejarles a los militares el rescate de nuestra democracia extraviada. Y algo que nos lleva a creer que los regímenes despóticos hay que expulsarlos solo a balazos, y que deben ser los fusiles de nuestra Fuerza Armada los que disparen contra el autócrata y sus colaboradores.

La Constitución venezolana es muy clara al respecto: «(…) siendo esta institución esencialmente profesional, sin militancia política alguna, subordinada a la autoridad civil, organizada por el Estado para garantizar la independencia y soberanía de la Nación y asegurar la integridad del espacio geográfico, mediante la defensa militar, la cooperación en el mantenimiento del orden interno y la participación activa en el desarrollo nacional (…)». Como puede verse, la carta magna aclara que su función es garantizar la independencia y la soberanía de la nación y asegurar la integridad del espacio geográfico. Y agrega que: «(…) está al servicio exclusivo de la nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna». La Fuerza Armada venezolana, está subordinada a la autoridad civil, al servicio exclusivo de la nación; no es para tumbar gobiernos sino para proteger a la nación.

Aunque se puede invocar el Artículo 333 constitucional como argumento a favor de la idea de que la Fuerza Armada «haga algo» para la recuperación de nuestra democracia, es más apropiado recurrir al «principio de corresponsabilidad entre el Estado y la sociedad civil», puesto que la ley suprema venezolana en todo momento reitera que se trata de una constitución civilista, en la que el ciudadano es el centro gestor de la vida de la República. Renunciar al deber ciudadano esperando que sea la Fuerza Armada la que haga el trabajo que le corresponde a la sociedad civil es declinar como ciudadanos y, tal cosa es, igualmente, una abdicación.

Llegado el momento, cuando se hayan desatado las fuerzas ciudadanas para recuperar el poder mediante mecanismos civiles, democráticos e institucionales, su papel no puede ser otro que acompañar esa gesta cívica, no sustituirla, reprimirla o combatirla.

Nuestra Fuerza Armada, al igual que todas las instituciones del país, ha sido sometida a un intenso proceso de destrucción. Le han asignado atribuciones que no le corresponden, ninguna de las cuales está contemplada en el ordenamiento jurídico, y se le han retirado otras que sí son de su directa incumbencia. Su sistema de decisiones ha sido invadido y se ha condicionado su autonomía mediante el dogma político, el chantaje y la corrupción de algunos de sus mandos. No podía ser de otro modo. La autocracia es un cáncer metastásico que lo contamina todo, que corrompe, deforma y esparce su descomposición sin respetar la dignidad de nada ni de nadie.

La Fuerza Armada, sus integrantes y su historia merecen ser tratados con un mayor nivel de respeto y dignidad. No son los que enmiendan la tarea que los civiles hemos sido incapaces de hacer correctamente. Es una institución pública, un bastión muy importante en la vida republicana. Sus integrantes tienen una tarea de gran significado institucional y de ellos debemos esperar que sean capaces de cumplir lo que constitucionalmente se les ha establecido. Ni más ni menos.

Ver que en las filas de la Fuerza Armada crece el dolor y la injusticia, cerciorarse de que sus padecimientos son iguales o mayores a los que sufrimos el resto de los ciudadanos, lejos de ser una razón para llamarlos a la insubordinación, la desobediencia o el alzamiento, es un campanazo de advertencia para que profundicen su compromiso con la constitución y sus principios civilistas, ciudadanos y democráticos.

Es el momento para que nuestra Fuerza Armada levante su voz frente a todas las atrocidades que hoy estamos viviendo, y estoy plenamente convencida de que ese grito será para defender, junto a la ciudadanía, la institucionalidad, el orden constitucional y el pasado glorioso de un ejército que condujo todo un continente hacia la independencia. Soldados de la democracia: ese es un título que tienen que merecer. Y, seguros estamos, lo merecerá muy pronto.

Twitter: @lortegadiaz

Instagram: luisa_ortegadiaz

Youtube: Luisa Ortega Díaz

 

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