En la era trágica del socialismo, más de 19 veces nos castiga el covid-19 en Venezuela: desastre sanitario del país, médicos aterrorizados, trabajadores de la salud expuestos a la pandemia, distribución injusta de las vacunas y total negativa de una distribución que no sea manejada y controlada por el régimen, centros hospitalarios desprovistos de lo esencial, clínicas abarrotadas, hiperinflación desmedida, desnutrición galopante, medicamentos a precios astronómicos, anarquía en las calles, restricciones necesarias pero extrañamente flexibilizadas, ausencia definitiva de una política pública, reaparición de otras enfermedades que se prestan a confusión, desorientación de las comunidades ante casos sobrevenidos, unidades de transporte público incontroladas, vecindarios que sufren de fiestones repentinos, agentes policiales y soldados a la intemperie y puede cada uno de ustedes que aún viven en nuestro país, agregar algo más para sustentar que la aparición del virus en Venezuela ha sido peor que en cualquier otra parte del mundo.
Sumemos una no menos importante realidad: la del desbarajuste psíquico en cada hogar venezolano. Una de las primeras razones es el desmembramiento forzado de las familias, seguido de los cuadros depresivos ante una situación que profundiza en nuestros sentimientos de impotencia y culminando con tentativas de suicidio. Se nos antojan amplias las respuestas que podamos pensar y poner en práctica para todo esto. Una de ellas quizá sea no aceptar y asimilar la soledad, convertida en el más completo aislamiento; abandonándonos a nosotros mismos al extremo de la negligencia, perdiendo el sentido de lucha por la supervivencia; o, simplemente intentar o incurrir en un suicidio, incluso, inconscientemente.
Apenas enunciadas, 19 veces y más, el socialismo ha hecho de la pandemia un instrumento para prolongarse en el poder que, de no haber aparecido, posiblemente hubiese caído, sincerado al extremo el conflicto, o empleado mecanismos represivos más feroces de los que ha implementado hasta ahora. En un país socialista, como Venezuela, porque lo es, el coronavirus ha adquirido matices posiblemente inéditos en comparación con otras latitudes. Así se diga que no es exactamente un régimen socialista de acuerdo con el propio Marx, pareciéndonos más leninista de lo que la gente cree, lo cierto es que el socialismo fue ―y es lo que es―, aún en la España actual, muy real.
Por lo pronto, un breve ejercicio nos impone que la pandemia es distinta en latitudes capitalistas y democráticas, donde los servicios públicos funcionan, adecuadamente, incluyendo la salud, al menos, en las naciones desarrolladas, con gobernantes preocupados por sus ciudadanos. Detrás de la cortina de hierro, en Cuba, Norcorea o en la propia China, y sumados a ellos el régimen venezolano, nadie sabe ni el número cierto de casos ni el de muertes, extremando hasta el infinito el control social. Todo ello sumado a una gran escasez y llevado de la mano de la hiperinflación más grande del mundo, con gobernantes que solo se preocupan de cómo obtener algún beneficio que los mantenga en el poder.
Huelga comentar el comportamiento de la fuerza pública. Acá, es incompatible el derecho al libre tránsito con la pandemia. Se dirá que ocurre en todo el mundo, pero entre nosotros el covid-19 es un formidable pretexto para el control social al máximo. Se sabe que las bayonetas nada pueden hacer ante el virus mortal, pues este virus no distingue entre raza, color o estatus social. Solo nos queda haberle pedido al Nazareno de San Pablo, en esta Semana Santa, que nos ilumine y nos conduzca por el mejor camino para retomar nuestra democracia, pues Venezuela resiste, insiste y persiste, a pesar de los embates de la naturaleza, de la mano de Dios.
@freddyamarcano