Como anda apuradillo en las encuestas, excepto en las que le cuece un militante del PSOE en el CIS a costa de nuestros impuestos, Sánchez compareció este martes a petición propia en el Senado. Lo hizo aún siendo alérgico a dar explicaciones (se sigue a la espera de su carta sobre la sumisión ante Marruecos). El objetivo era dar un mitin y zumbarle a Feijóo aprovechando la ventaja de que el presidente puede hablar sin límite de tiempo mientras que su adversario compite allí con una mano atada.
Escuchar a Sánchez gustándose y hablando sin tasa no supone exactamente el ejercicio más ameno que quepa imaginar. Arranca más bostezos que un concierto experimental de John Cage. Así que cuando el gran timonel «progresista» llevaba ya unos veinte minutos de plomada, confieso que me despisté un poco y me distraje consultando la última hora de las noticias. Sin embargo, de repente escuché unas palabras tan llamativas que me obligaron a levantar la cabeza, pues estaba escuchando una melodía que bien podía haber salido del mostacho de Maduro, o de una arenga de Díaz Canel. Sánchez, con su corbata estrecha y su traje azul eléctrico, atacaba a degüello la economía libre de mercado, criticaba la lamentable «competición por la riqueza» que acometen las empresas y advertía de que no se las puede dejar solas, porque en ese caso siempre provocan «fractura social». Sánchez cargaba contra lo que llamaba el «neoliberalismo» y ponía a parir la «libre competencia». Sánchez hacía un discurso radical, contrario en realidad a la propiedad privada. Todo sonaba al amargo jarabe del vetusto marxismo.
Como guinda, el eventual presidente dejó una frase que sonó a amenaza autocrática: «Esta no es todavía la España que los progresistas queremos. Todavía no». Abróchense los cinturones, si gana otra vez aceleraremos hacia el chavismo.
Discurso de claro aroma marxista. ¿También para papá y el suegro? El mitin de socialismo justiciero de Sánchez en el Senado imaginamos que no admitirá excepciones. Damos por descontado que también lo aplicará a Playbol, la exitosa fábrica de plásticos de sus padres, con cuyos pingües beneficios en el horrible libre mercado le pudieron pagar una onerosa educación privada y ese inglés del que tanto se pavonea. Imaginamos que las críticas al odioso neoliberalismo y a los negocios sin corazón estarán también operativas con las exitosas aventuras inmobiliarias de su suegro en Chueca. ¿O es que el socialismo justiciero, la igualación a la baja, el rencor social y la crítica al beneficio empresarial solo rigen con el vulgo y no se aplican a los negocios familiares?
Un hombre sin atributos morales. Si mañana le viniese bien, en 24 horas mutaría de socialista intervencionista a ser el más ferviente adorador de Adam Smith. Todo da igual con tal de flotar en el poder.
(PD: A la misma hora del mitin marxista en el Senado se conocía que España es el noveno país de los 38 de la OCDE donde más poder adquisitivo han perdido los salarios en 2022; cobramos un 5,3% menos en términos reales. Como siempre, el bálsamo de Fierabrás del socialismo ha resultado un éxito).
Artículo publicado en el diario El Debate de España