Premeditada con sutileza la situación económica del país, se cumple la visión de Isaac Chocrón: «Se vende un país. ¿Quién lo compra? ¿Quién lo quiere?», como repetía la cantinela en su obra Asia y el Lejano Oriente. Seco el país petrolero, este que no llega a producir sino, acaso, medio millón de barriles diarios en una coyuntura que resulta tan favorecedora como la provocada por la furia expansionista rusa, queda rematarlo. ¿A quiénes? A quienes puedan pagar. Pero que no resulten ser americanos del norte, aunque ellos no tengan escrúpulo alguno al respecto. La variante que no previó tan bien el recordado escritor venezolano es que el resultado de la venta no recaerá en cada habitante para que busque qué hacer y dónde -muy importante-, sino que irá a las manos devoradoras de quienes detentan el poder despótico.
Así, luego de aprobar en volandas una ley, que da plenos poderes económicos -como si antes no los tuviera- al déspota de acá, como son las Zonas Económicas Especiales, y luego de su viaje en camello, rememorando a Alí Babá, viene la demostración in situ de la afortunada tierra. Todavía los iraníes no han afirmado ante la propuesta del millón de hectáreas ofrecidas para sembrar los granos indispensables para su protección alimentaria, pero viene el déspota de Turquía a ver qué va quedando de la repartición de terrenos, de paisajes, de gente laboriosa para explotar más que como lo hace el déspota de acá, para esclavizar más.
Erdogán se hermana con el de acá en casi todo: en el sometimiento de los turcos, en la llegada fraudulenta por votos dudosos al poder y en su permanencia en el mismo. Es de esos que, como Putin, modelo y mentor, llegan para quedarse a costa de lo que sea. Se crea así una hermandad dictatorial-criminal basada en la permanencia impensable de modificar, mientras se avanza en el totalitarismo. La propuesta luce clara. No busca regalos el nuestro, tiene qué ofrecer: una tierra productiva dominada, sometida, posibilidades agroindustriales, turísticas, mineras, todo nuestro haber material o materializable que fue arrasado por la revolución y que ahora no cuenta ella cómo explotar. Pero con un financista, con varios financistas hermanos ideológicamente en el sustento del poder, sí.
El narcotráfico, con la guerrilla, no dio los resultados esperados. Ahora en Colombia hay giros indispensables. Más apertura para los de ideas afines a Cuba, a Rusia. Lo van logrando. Pero eso termina de desecar los proyectos económicos. El petróleo ni a quimera llega, aunque los iraníes tengan el control de El Palito para el procesamiento del suyo y del poco nuestro. La ruta resulta lejana. Por eso no le dan el sí definitivo e inmediato. Las Zonas Económicas Especiales son la única salida medianamente fácil que queda. Y el control, según la ley, está en manos de quién debe estar, de quien maneja el poder y puede otorgar el mismo. No hay escapatoria.
No basta con subir los impuestos, al punto de que un pasaporte en Venezuela sea el más costoso de América Latina. No basta con matar de hambre a los trabajadores que en la calle luchan por sus derechos laborales. No basta con la desatención de toda necesidad pública: hospitales, escuelas, liceos, universidades, desarrollo eléctrico, desarrollo del agua que nos circunda por todos lados o que tenemos en el subsuelo como el mismo petróleo. Nada basta. Se precisa dinero rápido. Y la solución está planteada. Venga Erdogán y diga qué quiere y dónde lo quiere y de cuánto puede disponer inmediatamente.
El acuerdo no es solo económico. El acuerdo es también del control social. Intercambiarán en Miraflores o en Fuerte Tiuna o en La Orchila, como antes, sus impresiones y reirán acerca de cómo han venido cumpliendo sus metas. Cómo hacer para por medio de la crueldad sostener el poder regando aquí y allá un poco de recursos que se pierden. El anuncio fue hecho con mucha discreción por quien tendrá el control absoluto de las zonas económicas. En los próximos días viene el déspota de allá. Temen. Claro que temen. El susto permanente con los manejos de los drones no permite siquiera un leve desfile en recordación patria. Pero tiene que venir a palpar el negocio. A intercambiar ideas acerca del manejo del poder. ¿Amigo de Venezuela? Para nada. De los peores enemigos que tenemos los venezolanos. La sobredosis será letal, más metal de lo que puede serlo cualquier sobredosis. Repudio total a su presencia es lo que debe provocar y provoca en los desprevenidos ciudadanos venezolanos que luchando por sobrevivir, podrían pasar por alto la sobredosis letal.