Contrario a la percepción general mundial, y sobre todo latinoamericana, de las revoluciones comunistas como paraísos terrenales, el comunismo, que ha llegado siempre al poder a través de revoluciones, salvo en la modalidad del socialismo del siglo XXI, que siguiendo la cartilla del Foro de Sao Paulo ha utilizado la estrategia de la toma del poder por la vía electoral, ha sido un desastre total, con el agravante de ser el causante del mayor número de muertes en la historia contemporánea.
El origen de todo está en el Manifiesto del Partido Comunista, de Marx y Engels, publicado en 1848. La idea del Manifiesto Comunista es que tanto los medios de producción (fábricas, agricultura..) como las propiedades privadas están en manos del 10% de la población que es la burguesía. El otro 90% que es el proletariado no tiene absolutamente nada. Frente a esta realidad descrita por ellos, plantean la idea central del comunismo: «La historia de todas las sociedades existentes hasta ahora es la historia de la lucha de clases». Los pilares del comunismo son la abolición de la propiedad privada y después el alumbramiento, tras la dictadura del proletariado, de una sociedad sin clases y sin Estado. El problema es que el comunismo en todas partes se quedó en la dictadura del proletariado, que no es tal, sino la tiranía de la cúpula comunista.
Para Marx, la religión es una distracción que permite que los explotados olviden su miseria y que puede ser utilizada por los poderosos. De ahí, la célebre expresión, extraída de la Contribución a la crítica de la filosofía del Derecho de Hegel (1844) donde se compara la religión «al opio del pueblo». Por lo tanto comunismo y religión son irreconciliables, los regímenes comunistas declaran la guerra a la Iglesia, y en sus dictaduras la han prácticamente eliminado, Por lo tanto, el enemigo número uno de la iglesia es el comunismo y no como dice Francisco que “ los católicos siguen el ejemplo de los comunistas”.
Contrario a la predicamenta comunista, basada en la misma aseveración de que el marxismo era un materialismo científico, el Manifiesto Comunista no es más que una obra ideológica, pues sus predicciones sobre el fin del capitalismo no se verificaron, como es evidente, el legado del marxismo son las revoluciones comunistas con sus millones de muertos.
Como muy acertadamente lo explica el Libro Negro del Comunismo (1997) editado por Stéphane Courtois, el cual es una demoledora condena de lo que ha traído esta ideología al mundo desde hace más de un siglo, el comunismo es un sistema de gobierno basado en el totalitarismo, el terror sistemático y la represión en masa. Se mantiene gracias a más censura, al control de fronteras y la expulsión de los disidentes. Comete los tres tipos de crímenes juzgados en Nüremberg: contra la paz, contra la guerra y contra la humanidad (genocidio), además de crímenes contra el espíritu y la cultura, nacional y universal. Con una base de datos científicamente documentada el libro estima los muertos por el comunismo en unos 100 millones de personas y eso que obviamente por su fecha de publicación no están los del socialismo del siglo XXI en Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia.
Está claro para los autores de este libro, que “los regímenes comunistas, a fin de asentarse en el poder, erigieron el crimen en masa, en un verdadero sistema de gobierno”. El balance numérico de los crímenes del comunismo es el siguiente: “URSS 20 millones, China 65 millones, Vietnam, 1 millón, Corea del Norte, 2 millones, Camboya, 2 millones, Europa oriental, 1 millón, América Latina 150.000, África, 1,7 millones, Afganistán, 1,5 millones, para un total de cerca de 100 millones” (p 18).
Obviamente es falsa la justificación de los comunistas negando que algún régimen surgido de las revoluciones comunistas, como los especificados arriba, sean regímenes comunistas reales, para ellos todos son desviaciones, el socialismo real está por venir, puesto que como vimos arriba, es desde el Manifiesto del Partido Comunista, que se llama a estos exterminios, al postular la lucha de clases y asertar que la “violencia es la partera de la historia”. Pero no solo es eso, es que “los métodos puestos en funcionamiento por Lenin y sistematizados por Stalin y sus émulos no solamente recuerdan los métodos nazis, sino que muy a menudo los precedieron… Rudolf Hess señala: la Dirección de Seguridad hizo llegar a los comandantes de los campos una documentación detallada en relación con el tema de los campos de concentración rusos… Se subrayaban en ellos de manera particular que los rusos aniquilaban poblaciones enteras empleándolas en trabajos forzados” (p 30).
Prosigue el Libro Negro del Comunismo:
“La ocultación de la dimensión criminal del comunismo se relaciona, sin embargo, con tres causas más específicas. La primera tiene que ver con la idea misma de revolución. Todavía hoy en día, el duelo por la idea de revolución, tal como fue contemplada en los siglos XIX y XX, está lejos de haber concluido. Sus símbolos- bandera roja, Internacional, puño en alto- resurgen en cada movimiento social de envergadura. El Che Guevara vuelve a ponerse de moda. Grupos abiertamente revolucionarios están activos y se expresan con toda legalidad tratando con desprecio la menor reflexión crítica sobre los crímenes de sus predecesores y no dudando en reiterar los viejos discursos justificadores de Lenin, Trotski o Mao”. (p 36)
“La segunda razón tiene que ver con la participación de los soviéticos en la derrota del nazismo, que permitió a los comunistas enmascarar bajo un patrimonio ardiente sus objetivos finales que tenían como meta la toma del poder… El antifascismo se convirtió para el comunismo en una etiqueta definitiva y le ha sido fácil, en nombre del antifascismo, callar a los recalcitrantes… Tras ser considerado el fascismo vencido por los aliados como el ‘mal absoluto’, el comunismo basculó casi mecánicamente en el campo del bien» (p 37).
“La última razón de la ocultación es más sutil, y también más delicada de expresar… El que se pusiera de manifiesto la “singularidad” del genocidio de los judíos, enfocando la atención sobre una atrocidad excepcional, ha impedido también percibir otras realidades del mismo orden en el mundo comunista” (p 38).
Pascal Fontaine, es el encargado de la sección sobre el terror comunista en América Latina, así describe el régimen de terror castrista:
“La DEM recluta a miles de chivatos para controlar a la población. La DEM trabaja apoyándose en tres ejes: el primero llamado ‘información’, consiste en elaborar un informe sobre cada cubano; el segundo “estado de opinión”, sondea la opinión de los habitantes, y el tercero, llamado “línea ideológica”, tiene la misión de vigilar a las iglesias y congregaciones mediante la infiltración de agentes” (p 733). La sección 5 se ha especializado en la eliminación de los opositores. “Es posible establecer un balance de la represión desencadenada en los años sesenta, entre 7.000 y 10.000 personas fueron pasadas por las armas y se estima en 3.000 los presos políticos” (p 734). “Uno de los mayores campos de concentración está en la región de Camagüey, El Mambi, que en los años ochenta encerraba a más de 30.000 prisioneros” (p 737).
Obviamente este balance se queda corto, pues no toma en cuenta la represión brutal de los últimos años de Fidel, y que se recrudece ahora con Díaz-Canel. La tiranía cubana es un régimen de terror en toda su cabalidad, el Che fue un psicópata criminal y el comunismo, aún en la “isla de la felicidad”, es siempre un régimen de terror.
Pasando del Libro Negro a la realidad cercana, así el farcsantismo lo quiera disimular las FARC son (no fueron, pues siguen siendo un movimiento narcoterrorista que utiliza todas las formas de lucha) un brutal grupo de criminales de lesa humanidad, que pretende llegar ahora al poder por la vía electoral, como lo hizo su ídolo Chávez, quien hizo y su sucesor Maduro sigue haciendo un genocidio, palpado por los colombianos cada día en las calles con el éxodo de refugiados venezolanos. La gran incógnita actual en Colombia, es si ante tal realidad tan espeluznante del terror fariano y del genocidio chavista, elegiremos a un tirano comunista, que realice la revolución comunista en Colombia, que terminará como toda revolución comunista en un régimen terror comunista. Cuidado con Petro, Fajardo y Gaviria, los candidatos del farcsantismo a implantar tal régimen de terror.