“Harpías, las que vuelan y saquean”
Hesíodo, Teogonía
Fineo, rey de Tracia en la mitología griega, era considerado “hijo de Agénor, de Fénix y Casiopea, o del mismo Poseidón” (Hesíodo, 2022). Fineo condujo hasta el Bósforo a todos los tracios desde Asia, su relato llega hasta nosotros en las aventuras de los Argonautas, quienes buscaban recuperar el vellocino de oro, depositado en el lejano reino de Colquida. Esta expedición estaba encabezada por Jason y los argonautas, entre quienes destacaban Heracles, los gemelos Castor y Polox y obviamente los héroes hijos de Bóreas Calais y Zetes. “Fineo era representado como un anciano adivino ciego, la causa de su ceguera subyace en haber salvado a Frixo y a su hermana Hele de ser asesinados, indicándoles que montaran sobre el áureo cordero volador hasta el Colquida. En la travesía Hele cayó al mar y justo en el estrecho de los Dardanelos en donde confluyen el Mediterráneo y el mar Negro yace inerte Hele, quien le diera nombre al mar de Hele o Helesponto” (Rodas, 1991). Salvar a Frixo enfureció a los dioses y esto produjo la ceguera de Fineo y su tormento con las Harpías, monstruos alados con rostro femenino y garras en los pies, quienes le arrancaban la comida al condenado adivino o la contaminaban con sus excrementos, siendo símbolos de suciedad, contaminación y pestilencia. Otra versión indica que Fineo decidió perder la vista a cambio de una larga vida, condición que enfureció a “Helios y lo privó de la visión” (Hesíodo, 2022).
Las Harpías fueron descritas con detalle en la Teogonía de Hesíodo:
“Su representación más común es de mujeres aladas o aves con cabeza femenina y garras afiladas. Se piensa que vivían en las islas Estrofíades, en el mar Egeo.
La parte inferior de su cuerpo y las alas son de buitre, y el torso y la cara de mujer, en concreto de una bruja. Su pelo es grueso, duro y enmarañado, como un estropajo, y tiene los dientes podridos. No suelen llevar ropas y siempre están envueltas en un fétido olor. Son seres tan sucios que infectan a otros seres al atacarles con sus garras.
Su lenguaje se basa en una especie de gritos y cacareos muy desagradables. Sin embargo, las Harpías pueden entonar, con bastante gracia, un canto mágico capaz de hechizar a quien lo escuche, sobre todo a humanos. Esta canción la usan cuando se ven atrapadas o cuando quieren atraer a viajeros ocasionales hasta su guarida” (Hesíodo, 2008).
Semiológicamente las Harpías, hijas de Electra y Taumante, eran seres repulsivos, fétidos, hórridos, vengativos, que cumplían los designios de tormento al Rey Fineo, una suerte de Erinias impiadosas y además relacionadas con la corrupción de todo cuanto tocaban, pues su vínculo con lo escatológico las predisponían para contaminar la fuente de alimentación del ciego Fineo. Es justo a la llegada del bajel Argos, que traía a los Argonautas, cuando estos condolidos por el tormento de Fineo, quien no podía comer, pues bien le robaban la comida o sencillamente la ensuciaban con sus excrementos, que decidieron poner fin a tal injusticia; así, los hijos de Bóreas Calais y Zetes, las persiguen hasta matar a una de ellas, quien caería en el río Harpis del Peloponeso y la segunda se refugiaría en la Isla Esquínades, en donde recibieron la protección de Hermes, mensajero de los dioses, por ser servidoras de Zeus. Arrepentidas por el mal causado, se escondió una de estas aberraciones en una caverna de Creta, comprometiéndose a no seguir atormentando a Fineo, quien en recompensa les reveló a los Argonautas la ruta hacia el Colquida, a través de las rocas Semplígades. Por esas rocas móviles debían dejar volar una paloma y cuando las rocas se separasen, el barco podría pasar sin problemas.
Este periplo de las Harpías y Fineo tiene un vínculo cultural con nuestra cosmovisión occidental. Los trabajadores en Venezuela y sobre todo los funcionarios, somos todos una suerte de Fineo colectivo, unos menesterosos, que debemos aceptar que se nos robe el fruto de nuestro trabajo, el salario, que debemos permitir que el sustento diario sea envilecido con el estiércol y las inmundicias de un régimen sin diques de contención moral, un régimen que rapiña toda suerte de erario público convertido en botín personal, mientras suministra indignidades a sus ciudadanos.
No parece haber alivio a esta realidad, por el contrario, cada vez somos más burlados, expoliados y disminuidos. No tenemos derecho a un salario elemental, no hay posibilidades de condiciones decentes para el trabajo, maestros, profesores, médicos y funcionarios, somos condenados a la ruindad del hambre. En el caso de los pensionados y jubilados, la situación es más cercana a la de las inmisericordes Harpías, quienes roban medicinas, alimentos, esperanzas y dignidad a ancianos como Fineo. ¿Cuál pena estaremos pagando? La respuesta a esta pregunta la encontramos en la ceguera colectiva que nos llevó a elegir a un vengador de causas sostenidas en el resentimiento y la irascibilidad, somos culpables de ese error histórico, de la entronización del chavismo como instrumento de nuestra propia destrucción, pero creo que ya hemos purgado ese pecado, es hora de abandonar los graznidos de las Harpías en el poder, que se esconden tras lúdicos espectáculos, para burlarse de nuestra tragedia colectiva.
Ante la pestilencia de las Harpías ha de prevalecer el talante democrático, para usar la palabra con propósitos de libertad, no caer en los charcos de la posverdad del régimen, reconociendo sus manidos intereses, sus aviesas formas y su desprecio connatural hacia los pobres y los trabajadores. Se hacen llamar obreros y son una antinomia, un oxímoron, un régimen que desprecia el valor del trabajo, que nos ofrece bonificaciones vacías y humillantes, en lugar de ajustar el salario. Harpías que indican que las relaciones laborales están trastocadas por las sanciones y la corrupción, de la cual ellos son responsables, el tema de las sanciones se configura con su connatural postura fascista y mentirosa.
Me encantaría conocer si la vicepresidenta para el área económica puede vivir con 25 dólares al mes, con 70 dólares o con 100 dólares, cuando ostentan un estilo de vida incompatible con las formas más elementales de la decencia. Nosotros seguimos siendo Fineo, seguimos defenestrados, olvidados, cansados, burlados, contaminados y sin defensa alguna, más que la solvencia de nuestras almas, la propiedad de nuestro discurso y nuestra postura crítica, ese patrimonio es absolutamente imposible de expropiar, confiscar o robar.
No hubo aumento salarial, solo se ajustaron unos bonos, que la propia inflación y apreciación artificial del bolívar se encargarán de rapiñar; sobre Harpías y otros relatos de inmunda ruindad, adolece de un final épico, en consecuencia, solo hace un llamado a no dejarnos arrastrar al lodo de la neolengua, al extravío de la posverdad y al uso de las formas manidas y aviesas de este régimen de perversos en el poder.
Referencias
Hesíodo. (2008). Teogonía. México: Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Hesíodo. (2022). Catálogo de las Mujeres. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones.
Rodas, A. (1991). Argonáuticas. Madrid: Akal.
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